Opinion Mariano Galián Tudela 24/05/2022

PROYECTO HUMANISTA PARA JÓVENES Y MENOS JÓVENES 

Si buceamos mentalidades y formas de vida que hoy imperan en Occidente,  detectamos algún problema de fondo en que nos jugamos la posibilidad de un futuro digno del ser humano

HUMANISTA

Si buceamos mentalidades y formas de vida que hoy imperan en Occidente,  detectamos algún problema de fondo en que nos jugamos la posibilidad de un futuro digno del ser humano: el llamado relativismo. Ante tal tendencia en este terreno, se nos presenta la oportunidad de ser auténticos rebeldes, crear otras formas de pensar y de vivir más conformes con la dignidad humana que merecen la pena y así, tal cual, salir del rebaño posmodernista. Ya está bien de dejarse llevar. 

Sobre el nefasto relativismo cultural, nos encontramos ante el abandono de la noción de la naturaleza y, con ella, la visión de indagar en el sentido último de la realidad de toda persona en este mundo. Ya hace algún tiempo, en el siglo XVII, época en que la humanidad europea decide echar por tierra la idea de la naturaleza humana, debiéndoselo a otro compinche amigo del moncloísmo y de alguno que otro de la “gaviota”: John Lockedonde se iniciaba la mal aventura de tal brujería. Ahora, lo mágico, la nueva y buena ciudad que anhelamos ya no va en torno a la persona en sí , a sus amigos.

En este momento, la madre del cordero gira en torno al dichoso comercio y bebercio. El único propósito que busca este “llanero solitario”, el Locke,  son las mejoras condiciones materiales de vida y lograr el aburguesamiento que hoy denotamos en nuestras ciudades. El comercio, como sabrán, no es amigo de lo que nuestros ancestros buscaban, sino meramente el sobrevivir de la manera más placentera que fuese posible. Auténticos burgueses de tomo y lomo.  Entonces, la persona, el significado que nos dieron al respecto los grandes pensadores griegos y los buenos humanistas a lo largo de los tiempos cae de súbito en los grandes pozos del Sudán.

Pero no hemos de olvidar que vivimos en una plena globalización que con sus movilidades y el multiculturalismo observamos a un golpe de vista las diferentes maneras de creer y pensar, sus valoraciones, el mundo artístico, gustos, estructuras familiares existentes y todo aquello que les venga en este momento.

Ante tal situación nos encontramos frente a frente con la tolerancia. Lejos de creernos que nuestros egos están por encima de los demás, de una posible superioridad sobre el resto del mundo mundial, cada cultura debe concebirse como una más entre las otras, pues lo contrario sería dogmatismo, fanatismo y fundamentalismo, siendo lo único que la tolerancia no debe tolerar en ningún momento. Pero he aquí que disponemos de la ética, sustancia fundamental para la moral del buen funcionamiento, aunque también sabemos que tal funcionalismo no funciona en muchos de los casos.

Miremos por un momento la pérdida moral de las sociedades actuales y cómo se nos mira desde el resto del mundo en pleno 2022, en los que empieza a ser más que problemático es justamente aquello que ante todo se pretendía, a saber, como dice D. Alejandro Llano, “sobrevivir de una manera mínimamente digna”. 

Las Encíclicas “Veritatis splendor y Fides et ratio, como verdaderas joyas,  nos abren los ojos. Una en clave práctica y la otra en la teórica cuando se nos hace ver que lo más grave de esta época reside en la falta de pensamiento que esté a la altura de los tiempos y de la condición humana. Estamos en una paradoja de un pensamiento que ha perdido su sustrato incondicional: la orientación de toda la vida hacia la verdad, como perfeccionamiento último de la persona y, entonces, es preciso que redescubramos la tremenda fuerza de la verdad, el interés absoluto por ella y su valor inalienable.

Un gran pensador Leonardo Polo, nos dejaba en sus escritos que la misma verdad no tiene sustituto útil, no se puede reemplazar por nada que resulte igualmente válido, sin embargo, hoy día, decir la verdad siempre, sin medias tintas, cesiones o compromisos, es una auténtica estrategia subversiva por excelencia. Bien resulta peligrosa para quien la proclama, pero es bastante dañina para quien procura ocultarla por su puro y simple acallamiento, o por la relativización de algo que es en sí mismo absoluto.

Así pues, el virus del relativismo que desea vivir entre nuestras pieles, que ya está con derecho a posada, es muy deficiente pensar que no resiste los primeros embates de una crítica mínimamente rigurosa y, constituye, más bien, un modo de no pensar, de acomodar la vida a las circunstancias inmediatas, sin estridencias, dedicándose al consumo y al confort. Por si no lo saben, son muchos , pero muchísimos, los que andan anidados en tales hospederías del mundo del trabajo, sea el que fuese, la vida familiar y social y, donde más en el mundo político, en este último se pone las botas. 

Si le damos vueltas a nuestra cabeza, si rascamos en nuestras mentes y en nuestros haceres hasta es posible que encontremos tales virus y estamos aún a tiempo de acercarnos a este Proyecto Humanista que tanto sirve para jóvenes como para mayores, Es cuestión de proponérselo.

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