La monarquía inglesa es como el té de las cinco o la Torre de Londres o la iglesia anglicana fundada por un rey atenazado por la sexualidad psicótica que denigró a una princesa española, Enrique VIII, cuya sucesora fue ISABEL primera, la reina virgen, y así sucesivamente hasta la ayer fallecida, la segunda y su hijo otro Carlos, que hizo su viaje de bodas a Gibraltar y volvió las espaldas al crucero español, CANARIAS, en un desfile de las armadas europeas, cuando los estudiantes, en Madrid, nos manifestábamos duramente, corridos por los grises franquistas

…que nos manchaban la ropa con chorros de anilina al grito de “ISABEL, SO PUTA, CAMBIA DE RUTA”, un eslogan poco fino pero lleno de rabia juvenil, esa virtud que ha desaparecido hoy, anulada por la nueva normalidad populista, tragando quina.

Nos preguntamos millones de españoles si esa monarquía corrupta, enemiga secular de los intereses españoles, que apoyó sin problemas éticos al general Franco, se merece ese homenaje mediático y político vestido de rosa y perfume de lady Di castigada por su marido, el nuevo rey inglés, machista y algo tarado, que un día no lejano aplaudía la llegada de submarinos nucleares al puerto de Gibraltar, la ultima colonia de la Unión Europea que no mueve una ceja por nuestras reivindicaciones históricas, una colonia capital del narcotráfico internacional llegado del Marruecos coronado que nos toma el pelo y acaricia al gobierno populista, y a la madriguera del capitalismo del dinero negro global que apoya la mafia del agua potable o no.

Está bien la diplomacia pero no ese homenaje de los medios españoles y las instituciones, algo de bochorno y debilidad que nos humilla.

Estamos cayendo en un error emocional que da algo de asco. Verdad, porque la casa real británica, la ilustre fallecida y sus descendientes, poseen una fortuna inmensa, unos diez mil millones de euros europeos, sin y con el brexit, según la revista FORBES, gran parte de lo que robaba el pirata Drake a los mercantes españoles procedentes de las Américas, y los asaltos armados a sus colonias ensangrentadas. Nosotros nos quedamos con la leyenda negra, la que escribieron en Londres. No, no perdamos la dignidad y la memoria histórica.

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