Durante todo el Domingo de Resurrección y resto del 2023, así como a lo largo de los siglos pasados y futuros, “cielos y tierras” han aclamado al Dios Creador una vez más los grandes días de abril en torno a la Pasión, Muerte y Resurrección de Dios nuestro Señor.

Este pasado Jueves Santo, no había otro día del año, Israel era bombardeado desde el Líbano en la mayor escalada de tensión desde 2006. Una vez más, “Hamás”, con presencia en la “Franja de Gaza” estaba detrás del lanzamiento con más de treinta cohetes mortíferos desde el sur del Líbano en plena madrugada.  

El Líbano, a lo largo de su historia, la Suiza del Oriente Medio, desde los tiempos de Jesucristo, tras sus múltiples años floridos, ahora sigue atravesando una profunda crisis económica, política, social y religiosa. El único país árabe que hasta hace poco poseía una sustancial población cristiana, donde siempre buscó un gran equilibrio entre clanes y confesiones religiosas.

Hoy está inmersa en diferentes fracciones que desean asegurarse cada vez más una gran parte del pastel y, más aún, cuando han surgido desde el fanatismo partidos que aspiraron y siguen ansiando cambiar la situación de este emblemático país. Las elecciones que hemos podido ir observando desde todo el globo, las raíces de los grandes movimientos del “anti todo” han hecho que el Líbano haya aminorado de manera nefasta la estrella que lucía ante el mundo.

Sus últimos 50 años los ha tenido muy difíciles, con demasiada turbulencia. Ha deseado por encima de todo que todas las culturas y creencias vivan en paz y los sujetos más vivales, aprovechándose de tales circunstancias, han deseado moldear a este gran país a un nefasto y egoísta proceder.

Ahora mismo, la sociedad libanesa no espera nada de su gobierno y ha aprendido a organizarse al margen de él. Jóvenes profesionales han formado partidos que atraviesan barreras confesionales y desean romper el monopolio de la vieja política. Si la región se pacificara, tanto el comercio con los países de Medio Oriente como la apertura al turismo pasarían a ser fuente de ingresos que sustituirían a la dependencia con otros países. Las esperanzas recaen sobre la perseverancia: los que tiran la toalla, los que se rinden no lo consiguen. El Líbano puede florecer a base de diálogo y aceptación del otro. No todo recae en las votaciones.

A unos 3600 km del Líbano tenemos a España, otro estado de Europa. A menos golpeteo de campanas mortíferas, en el fondo se cuece, aunque de distinta forma, la misma comida torticera. España siempre ha sido un   país abierto a los que vengan a vivir, trabajar y a “mirar” por el bien de todos.

Familias generosas, buenas y de gran corazón ha sido lo primero que se ha olido ante las diversas razas y culturas que nos han visitado o se han quedado con nosotros. Esa es la “España cañí” que tanto ha sorprendido.

Cuando hemos abierto las puertas del Congreso Español a los enemigos del Estado, desde ese momento hemos abierto los ojos en lo que nos venía encima y lo que debemos soportar a fecha de hoy: toda una ensalada ideológica que ha puesto boca abajo a nuestra querida nación. Nos hemos pasado algunos pueblos en mal abrir nuestras puertas a ciertos inmigrantes, pero sí a los políticos vascos, catalanes y primos hermanos que nos harían la vida imposible y martirizada.

Hoy, día de la Resurrección, buen momento para abrir los ojos, despertar y pensar en nuestro querido Líbano y en nuestra amada España. Benedicto XVI, por el 2013, ya nos hablaba a los cristianos y gente de buena fe, la fe que cambia la vida en todos los ámbitos de nuestra sociedad.

La vida de todos ellos, en Europa, en el Líbano, ambas de profundas convicciones, conocen las experiencias de la alegría y el sufrimiento, pero por lo visto no la del sentido común llevado por un falso buenismo. Las pruebas de la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de la cruz de cada día y participar en los sufrimientos de Cristo, son preludio de la alegría y la esperanza a la que conduce nuestra fortaleza en la fe. Muchos creemos con firme certeza que Cristo ha vencido el mal y la muerte, pero ustedes y yo hemos de poner algo de nuestra parte. 

Muchos libaneses han salido disparados de su país a causa de sus formas de vivir, de su fe y de sus tradiciones. España va por el mismo camino, pero aún está a tiempo de ponerse las “botas correspondientes y no tirar la toalla”.  

Ante las tiranías que acampan en nuestro país, no nos olvidemos de: “la sociedad libanesa que no espera nada de su gobierno y ha aprendido a organizarse al margen de él”. La fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado.

Hoy por hoy, tras la Resurrección, también nosotros podemos “despertarnos” como cristianos y como “ciudadanos”. Ni Gobierno ni la misma primera fuerza de la  Oposición nos ofrecen las garantías suficientes para salir del Siglo de las Luces por donde nos desean llevar.  No todo está perdido y estamos a punto de caramelo: el 28 M. 

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