Opinion Florencio Domínguez , EC 30/04/2023

Cinco años del fin de ETA: así recurrió a la propaganda para ocultar su derrota

Otegi, en la tregua de 1999, había dicho que «la foto de la entrega de las armas sería la foto de la derrota»

ETA

La última comunicación enviada por ETA a sus militantes tuvo lugar en abril de 2018, en vísperas de la disolución de la banda. Fue el boletín Zutabe número 114 y en él la dirección etarra indicaba que «está a la vista que todavía nuestros objetivos no se han cumplido». Sesenta años después de su creación y medio siglo después de su primer asesinato, ETA desaparecía con el reconocimiento de su fracaso.

Catorce años antes, en 2004, en su casona de Salies-de-Béarn, el principal dirigente de ETA en ese momento, Mikel Antza, diseñaba un cronograma para las negociaciones que esperaba iniciar ese mismo año con los gobiernos de España y Francia.

Su previsión se parecía al cuento de la lechera: en 2008 estarían los presos en la calle, París y Madrid habrían reconocido la autodeterminación del País Vasco y a partir del año siguiente, ETA se pensaría qué hacer con las armas. Al mismo tiempo, Txeroki, que hasta poco antes había formado parte del comando Vizcaya, escribía con una perspectiva menos eufórica: «Vaya ostias que nos están dando».

En 2008, el año de la victoria negociadora prevista por Antza, ETA decidió continuar con el terrorismo, pero en febrero de 2010 tuvo que parar su actividad debido a la eficacia de la actuación policial de España y Francia. ETA tenía que afrontar la realidad de un final forzado por la acción del Estado, no por la voluntad de la propia banda.

Fracasaron las conversaciones mantenidas con el Gobierno entre 2005 y 2007, se abrieron crisis internas en 2003, 2004 y 2008 y descarrilaron los intentos de desarrollar una capacidad terrorista desestabilizadora.

Pocos meses después de que el grueso de ETA decidiera continuar con la violencia por abrumadora mayoría (en una votación interna un 80,5% de sus miembros se pronunció a favor de seguir con las armas, un 15,5% se opuso y un 4% se abstuvo o votó en blanco), un reducido grupo de dirigentes tomó la decisión contraria pensando, eso sí, que todavía tenían capacidad de negociación.

El anuncio del fin del terrorismo se hizo el 20 de octubre de 2011, tres días después de que una representación de antiguos mandatarios internacionales reunida en el Palacio de Aiete, en San Sebastián, le pidiera a la banda que tomara esa decisión y a los gobiernos de España y Francia que emprendieran una negociación sobre las «consecuencias del conflicto» que no era otra cosa que el desarme de ETA a cambio de la libertad de los presos y la retirada policial del País Vasco.

El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero aceptó la celebración de esa cumbre, movida en la sombra por Noruega, porque pensó que el beneficio del anuncio oficial de ETA era superior al impacto propagandístico que obtenía la banda. En todo caso, cuando se anunció el fin de las armas, hacía veinte meses que las armas habían callado.

La supuesta negociación
Alguna prensa internacional, como Le Monde, vaticinó el inicio de una larga negociación: «Consistirá en negociar la devolución del arsenal del que dispone ETA y la suerte de los en torno a 700 militantes que están hoy día desperdigados por las cárceles españolas y francesas.

La ETA espera obtener para ellos liberaciones aceleradas». Nada de esto pasó. En Irlanda del Norte, dos años después de los acuerdos de paz, todos los terroristas estaban en la calle. En España, las excarcelaciones se han producido por cumplimiento de condenas o por alguna otra circunstancia contemplada en la ley. Hoy, casi 160 presos siguen cumpliendo sus penas.

El plan de Aiete para negociar armas por presos ni siquiera se puso en marcha. En noviembre hubo cambio de Gobierno y los delegados de ETA que esperaban en Oslo desde principios de 2012 no tuvieron interlocutor con el que dialogar. Ese fracaso generó tensiones entre ETA y la Comisión Internacional de Verificación que auspiciaba el Gobierno noruego y terminó provocando la expulsión de los delegados etarras del país nórdico el 18 de febrero de 2013.

Uno de los polémicos 'ongi etorris' en Oñate, Gipuzkoa. El del secuestrador de Ortega Lara Xabier Ugarte Villar. 
ETA intentó entonces, en 2013, un plan B consistente en buscar una negociación directa con el Gobierno francés, pero tampoco tuvo éxito. Un documento interno incautado a la banda explica los intentos de algunos mediadores implicar a París en esa negociación:

«Arkatz dice que los de Dallas le han mandado desde Roma el siguiente mensaje: Dallas quiere hacer un movimiento cara a FGO y para ellos unos de sus mandatarios valiéndose de su relación con [el presidente francés] HolIande tiene intención de hacer una reunión. Antes de hacer esa reunión quiere estar con la izquierda abertzale».

Los planes C y D
Arkatz era el Centro Henri Dunant de Suiza, Dallas era la Comunidad católica de San Egidio y FGO el Gobierno francés. Ese intento fracasó. El mismo papel explicaba las razones al señalar que París «no tiene una actitud coherente respecto a su forma de actuar con el conflicto, y que eso es así porque [el primer ministro] M. Valls odia a ETA y a la izquierda abertzale y además tiene una estrecha relación con los españoles».

ETA y su entorno intentaron poner en marcha en 2014 un plan C consistente en permitir a la Comisión de Verificación que presidía Ram Mannikalingam el control del sellado de los arsenales, lo que no habían aceptado un año antes y por lo que fueron expulsados de Noruega. Hicieron entonces la escenificación de enseñar a la comisión unas pocas armas, filmar el acto y luego llevárselas.

A raíz de este episodio los verificadores fueron citados por la Audiencia Nacional y aunque no se les acusó de nada ya no volvieron a pisar España.

Este fracaso les llevó a intentar otro plan, el D, consistente en la destrucción de armas, en diciembre de 2016, con la complicidad de ciudadanos franceses en un caserío de la localidad de Louhossoa, pero el intento fue frustrado por la Policía que sorprendió a los implicados en plena faena. De fracaso en fracaso, ETA se resignó a aceptar lo que ningún grupo terrorista en retirada había aceptado antes: entregar las armas a la policía, en este caso a la francesa.

Otegi, en la tregua de 1999, había dicho que «la foto de la entrega de las armas sería la foto de la derrota». Ni la guerrilla salvadoreña, ni las FARC, ni el IRA, ni los tupamaros, ni tantos otros, habían entregado las armas al enemigo.

Para disimular la crudeza del momento, se articuló otro montaje propagandístico con ciudadanos galos implicados que no podía disimular que ETA dejaba las armas y la Policía francesa se hacía cargo de ellas. Era una entrega con chalecos reflectantes. Fue el 8 de abril de 2017 y no se entregaron todas las armas porque algunas habían sido robadas y otras no estaban controladas por la dirección etarra.

 
Un año más tarde, ETA daba el último paso: la disolución de la organización terrorista. El 3 de mayo de 2018 el Centro Henri Dunant difundió las grabaciones realizadas por Josu Ternera y Soledad Iparragirre, Anboto, anunciando la decisión.

Al día siguiente, se celebró en la localidad francesa de Cambo-les-Bains el último acto propagandístico, encabezado por Brian Currin, para solemnizar el final poco glorioso de una organización terrorista que en ese momento era la más antigua de Europa, pero el acto ya no tuvo la repercusión que esperaban.

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