No es casual. La actividad pública vibra y busca intencionadamente la baja frecuencia –En serio, sin coña−. La vida política utiliza metódicamente esa herramienta pesimista para tenernos bajo su férreo control. A lo largo de una legislatura la consigna es la crispación mediática: trasladar al pueblo ingentes cantidades de negatividad, incertidumbre, ira, impotencia, zozobra, desesperanza, y todo aquello que merme, aniquile, sus fuerzas para la acción social.

Por ello, el enfrentamiento maniqueo, la forzosa división, y el omnipresente complejo de culpa general como herramienta primordial para su tan cacareada gobernabilidad. Vibrar bajo es la consigna, el pueblo es obligado a resolver sus vidas en modulación vital de baja intensidad. Sin capacidad de criterio personal, sin espacio para el ejercicio mental, sin posibilidad de elección y liberación del yugo institucional que nos convierte en esclavos del sistema.

EN ALTA: “La vibración alta significa que estamos en nuestro mejor momento, nos sentimos bien y con suerte. Estamos en una buena racha, porque nuestros pensamientos están creando una vibración que busca y coincide sólo con frecuencias similares”.

Por contra, la vibración alta, − La Frecuencia Prohibida, “Frecuencia de la Felicidad” −, abre un portal al cambio en positivo: el salto evolutivo (Cuántico). La metamorfosis activa, participativa y colaborativa, integración y convergencia de los diferentes puntos de vista y la policromía cultural que integran el tejido vivo del planeta. La alianza, el optimismo constructivo, la suma de inteligencias, ilusiones y sentimientos auténticos conformarían el temido ariete de este presidio mental donde nos exprimirán hasta eclipsar el polvo de estrellas y la vida.

La evolución sufre fluctuaciones desde el estallido a la implosión.

No cabe duda que nos encontramos en la encrucijada más decisiva para la especie. Alguien o algo no están por la labor para que alcemos el vuelo hacia el infinito de nuestras posibilidades.

Algo siniestro, fatídico, nos impone esta infausta curvatura. La involución es cada día más evidente. La marca del abismo se manifiesta en toda decisión y actuación humana. El aquelarre planetario se va modulando arcillosamente carbonizado.

Todo atado y bien atado: capital, políticos, partidos, medios de intoxicación, internet y sus ‘maravillosas’ herramientas sociales, destrucción y desarraigo cultural, promoción del individualismo, el egoísmo y la mediocridad, capitulación del ejército del corazón, borrado de la memoria colectiva, omnipresencia tecnológica como panacea universal, estigmatización del discurso colectivo, criminalización de la libertad de acción y expresión, monitorización, control y sobre exposición de la privacidad con fines comerciales, pastoreo del consumo forzado, pandemia Premium de corrupción y vulgaridad, garrote vil a la ideología básica y connatural, burla, humillación y picota al altruismo, la solidaridad y la pobreza, etc, etc, etc.

En resumidas mierdas hasta el gañote, una joya de civilización en proceso de asentamiento mortal con cartillas de racionamiento existencial, bonus extra o embargo total, premio o castigo legislado por unos gobiernos evidentemente al servicio del apocalipsis según San «La Vamos a Cagar»…

¡Vade Retro, Satanás!

Y punto.

“Hasta que no tengan conciencia de su fuerza, 
no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado, 
no serán conscientes. Este es el problema.”
                               —George Orwell, 1984

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