Opinion MARIANO GALIÁN TUDELA  09/10/2023

LA NULA INFLUENCIA SOCIAL

Existen cuentas de gran valor ético, periodístico u otros que, con menos seguidores que otros parecen ofrecer poco brillo

MARIANO GALIÁN TUDELA 

Hace pocos días nos hacían la tan sabida cuestión: ¿Queda algo de brillantez en la vida pública española? Respuesta gallega: ¿Observas modelos excelentes o héroes a los que seguir que no estén en los diversos deportes o en el mundo del espectáculo, entre otros? 

Nuestras gentes de a pie lo tienen claro: no lo existen. Es difícil hoy, por muy bueno que seas en alcanzar la excelencia en la calle. Si te llevas premios por estudios o culturales, por desgracia, a eso no le dan importancia alguna, y por otra, la excelencia ha desaparecido de la vida pública. Ambos fenómenos se retroalimentan.  
Nuestros sentimientos políticos hacia España y Europa y, otros de la Administración, Economía, etc, son sencillamente mediocres o cutres.

Llegan a la cima de los altos puestos los más aduladores : los limpia chaquetas. Para pensar ya está él, piensa el jefe, que solo exige medianos ejecutores. Con ello, el talento de los demás es una auténtica bomba de relojería, una amenaza. La sinceridad, la originalidad y creatividad conllevan ese riesgo. De ese modo, nuestras sociedades han dejado crecer la maleza allí donde viven. La falta de rigor profesional, la puntualidad, la agenda para concretar el día señalado, la envidia, el individualismo siguen existiendo

Nos quejamos de los políticos y los que nos iniciamos, posiblemente seamos algo parecidos a ellos si nos descuidamos. Niveles de estudios, carreras profesionales, aparentar lo que no somos, querer saber de todo sin saber, toda esa amalgama día a día se va pronunciando. Los grandes templos de la sabiduría (Universidad) ya no son el reducto del saber, ni los Institutos y Escuelas, aún menos.

¿Cuántos sabios reconocidos socialmente quedan en España? La crítica literaria, poética, los buenos lectores han caído en los hábitos más comerciales, con demasiado amiguismo y mismas frases que todos cacarean. 

La lógica de mercado es la que marca los tiempos, las redes sociales como si fuesen las “reinas de los mares”, el número de seguidores de twitter a más de uno no les deja dormir, pero eso sí, el mundo de la cultura para los infelices, esos que, en el fondo, a muchos, les gustaría parecerse. Existen cuentas de gran valor ético, periodístico u otros que, con menos seguidores que otros parecen ofrecer poco brillo. Los grandes premios culturales, el mundo del pensamiento y la lectura quedan ladeados incluso por los suyos.  

Pero…una sociedad necesita tener y admirar a sus excelentes o, más, concretamente, a modelos que nos pueden llevar a desear ser como ellos. Quizá este sea uno de los sentidos del mandato evangélico de que los primeros entre nosotros han de ser los servidores de todos. En especial, las nuevas generaciones necesitan ver lo bueno para hacerse mejores. 

¿Qué forma existe entre que Ustedes o Nosotros fomentemos y mostremos la excelencia necesaria?  
El igualitarismo dogmático, el pedir a todos por igual, tengas mejor o no cabeza, impide que colegios de todo tipo suban los estudiantes como la espuma. A unos les ayudará y a otro los sepultará. Las academias de ciencias, artes y letras demasiado aguadas y anticuadas, viviendo de lo lindo y dejando que pasen los días.

Sin embargo, lo que no gusta a muchos: la buena crítica literaria, el buen director de producción cinematográfico, aquella que en la danza es un monstruo o toca violonchelo o el oboe de manera espectacular,  indiferencia total aunque son imprescindibles. 

La consolidación de premios públicos y privados con unos procedimientos transparentes resultaría vital y no, como ejemplo, el último premio de Poesía Nacional dada a una gallega feminista. La Universidad, la Formación Profesional, encontraría aquí un reto a la altura de su historia y, a la vez, rabiosamente contemporáneo. 

Menos mal que, mientras tanto, todos podemos poner nuestro granito de arena allí donde nos encontremos. Lo malo de todo esto es que, muchas veces, el querer ser la figura que nos ensalcen todos, por muchos motivos no nos conviene y nos pierden las formas. Jamás digamos que está bien lo que no nos lo parece ni dejemos de alabar lo que sí.  

Digamos que el emperador va desnudo, si lo va, y que el mendigo es un príncipe, si lo es. El boca a boca puede ser, hoy por hoy, como la respiración asistida para una excelencia moribunda, casi ahogada en tanto ruido mediocre y metódico

Esto, llevado al terreno social y político tiene mucha tela que cortar.  
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