Créanme queridos lectores cuando les digo que la historia que les voy a contar si tiene algún parecido con la realidad es mera casualidad. No se ha utilizado a ningún personaje real en la misma.

Todo comenzó aquella mañana de un año cualquiera, pongámosle por ejemplo… 2019.

Ese día llegó al poder un mandatario que prometía un mundo de paz, convivencia, igualdad, amor, fraternidad y un largo etc de ideales. Ideales que no llegaron y promesas que resultaron ser promesas vacías.

Poco a poco (o de golpe) llegaron las mentiras, los odios, el intento de aplastar y demonizar al “adversario”. De su boca solo se escuchaban gritos de Fascistas, Ultraderecha, resiliencia, progresistas…incluso mencionaba mucho a un tal Franco creo recordar, que resultaba ser un dictador fallecido hace unos años (pongámosle 50 años). Seguramente lo mencionaba tanto porque entre dictadores no se llevan bien o vete tú a saber.

Este hombre que llego al poder de un país consiguió engañar a parte de la población y de engendrar el germen del odio en ella. Un hombre cuya sonrisa y seguridad en sí mismas tenían un trasfondo negro.

Poco a poco consiguió una red clientelar y de palmeros. Ese hombre tenía el poder de salir a la calle asesinar a una anciana y que parte de la sociedad le echara la culpa a la anciana y no a él.

Disfrazó su legislatura como la legislatura con mayor convivencia, igualdad, paz. Como el gobierno más social donde nunca se abandona a nadie.

Y mientras el hacía y deshacía, mientras daba guantazos a diestro y siniestro… los que se quejaban de esos mismos guantazos se convertían automáticamente en disidentes, gente a la que aniquilar socialmente. Sus opiniones ya no valían porque a ojos de la sociedad se convertían en fachas.

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Creó enfrentamientos entres “liberadores” y disidentes, partió ese mismo país en 2. Incluso lo llegó a partir en 3, en 4, y en 5.

Ese hombre fue capaz de vender a su propia madre y de engañar al mismísimo Papa si era necesario, ese hombre poseía un poder muy grande, el de la mentira. Era capaz de mearle en la cara los ciudadanos y decirles que no era orín sino lluvia… ¿y saben lo peor? Que le creían.

Poco a poco la sociedad (inclusos sus partidarios) fueron despertando al ver a que nivel estaba llegando. Se demonizaba al sincero, a las víctimas de terrorismo, a la gente con criterio propio, incluso se demonizaba a los neutrales por no posicionarse y se les tachaba de mal patriotas por no alabar al líder.

El punto álgido llegó por ponerle un año…digamos que en 2023, cuando saltó la noticia de que todo el país dependía de un fugado el cual intentó dar un golpe de estado. A ese fugado este presidente prometió traerlo de vuelta a su país para juzgarlo porque en palabras del mismo autócrata mandatario protagonista de esta historia: “En contra de la constitución no se puede ir”.

Intento convencer al pueblo y a los pocos palmeros que le quedaban de que era prioritario para garantizar la convivencia del país y de aquella comunidad que se indultara a este hombre. Fugado pero sincero desde un primer momento, el tenía claro lo que quería y nunca renunció a ello. No se iba a ver en otra igual. El pueblo se preguntaba ¿Cómo es posible que este hombre esté por encima del estado de derecho y haya puesto en jaque la gobernabilidad de un país?

Pero claro, ¿Cómo iba a sostener aquel autócrata aprendiz de dictador aquel relato de la convivencia si se tiró 5 años diciendo y alardeando de que había conseguido la paz total en aquella comunidad y en el país entero? Poco a poco se fue diciendo que el no mentía, que el cambiaba de opinión y al ver que eso solo trajo burla por parte del pueblo se cambió a la técnica de dar pena. En ese momento el mandatario ya no cambiaba de opinión, sino que sacrificaba su palabra y su honra por el bien común (como si del mismísimo Jesucristo se tratara).

Claro que la amnistía era la solución, pero era la solución a su problema de ego, a su ansia de poder y a su afán de tener el mundo en sus manos. Automáticamente el país se convertiría en un país desigual donde unos valen más que otros, incluso dentro de los mismos presos y personas esperando a ser juzgadas. Donde este mandatario como si del mismísimo Dios se tratara repartiría perdones por el poder de su gracia bendita (o de su misericordiosa conveniencia).

Pero como en todos los cuentos… el malo nunca gana, voces disidentes salieron de entre sus filas, jueces levantaron su mazo para protestar contra esa locura, el pueblo que solo anhelaba una paz real y una convivencia digna de cualquier democracia, el mismo pueblo al que él se encargó de separar y enfrentar se empezó a unir contra un enemigo común: el mismo.

Incluso se escucharon voces y oídas de que un Rey que pasaba por allí estaba decidido a frenarle los pies.

La misma pancarta de paz que usó al principio de esta historia se le había dado la vuelta, puesto que la sociedad no era tan tonta como parecía en un primer momento y es ahí cuando ese mismo mandatario vio el fin de su carrera venir. Porque se le olvido una cosa, cuando la tiranía es ley, la revolución es orden.

Pero no solo se le olvidó eso, también se le olvidó otra cosa Que no había nada más grande y más poderoso que aquel país (con sus gentes y sus discrepancias) al que tanto anhelaba destruir y someter.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado y ese intento dictador acabó expulsado.

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