Puede que los ingleses llamen a Europa “el continente”, pero ello se debe a que su idioma evolucionaría en una isla frente a sus costas. De hecho, se dice que es parte de un difuso trozo de Euroasia y ello plantea un cierto rompecabezas a los geógrafos: ¿dónde finaliza Europa?

El consenso actual afirma que discurre por Rusia a lo largo de los Urales y, continúa después por la cuenca del Cáucaso hasta el Mar Negro y, ello convierte no solo a Rusia, Turquía y Georgia en semieuropeas, sino también a Kazajistán y quizá Azerbaiyán. Y coloca a Armenia fuera de Europa, aunque muchos a los armenios no les gustase demasiado. 

Sin duda, Europa es mucho más que lo geográfico. Si Europa está ahí, donde dominan los poderes europeos, el colonialismo se ha asegurado de que se extiende por todo el planeta. Crucen la frontera más occidental de los Países Bajos y entrará directamente a Francia, ya que se encuentra en la isla caribeña de San Martín, que se repartieron entre ambas.

Explíquenos, por otro lado, Europa desde un punto de vista cultural y se dará cuenta de que la música polka se parece más a la norteña mexicana que al flamenco español, y que el ouzo (licor) griego y el arak (bebida anisada)  libanés son la misma bebida. Si se fijan en los valores políticos, verán que muchas democracias fuera de Europa encajan en el modelo, mientras que algunas “cercanas dictaduras” internas puede que no. Céntrense en la religión, en la raza y estarán cayendo en la intolerancia, algo que es considerado antieuropeo

Todo ello podría parecer una cuestión académica si no fuese porque la cuestión de qué define a Europa es vital para los países que desean unirse a la UE. De entre los candidatos serios, seis de los Balcanes occidentales, más Georgia, Moldavia y Ucrania, la mayoría se encuentran claramente dentro de los límites del continente. Todavía no han ingresado en la UE. La idea de Europa nació en la Antigua Grecia.

En la Edad Media se concretó en la unión de la cristiandad contra el islam. Todos han propuesto la paz perpetua a lo largo de los siglos. Cuando un primer gobierno europeo federal finalmente llegó tras la II Guerra Mundial, su misión fue política y económica: hacer que Europa Occidental estuviese tan integrada como para que sus Estados no se enfrentaran de nuevo y fuera tan rica como para eludir el comunismo.

Las mismas instituciones unificadoras que apoyaron la UE empezaron a reavivar las divisiones. La libre circulación obligaría a los franceses a aceptar a un numero concreto de polacos y búlgaros. La unión monetaria forzó a los alemanes y neerlandeses a compartir presupuesto con los italianos y griegos. La legislación europea significó que cuando Hungría llenó sus tribunales, se generó un problema para todos.

Se abrieron las antiguas fisuras: protestantes, católicos y ortodoxos; galos, germánicos y eslavos. Tras la crisis del euro de 2010-2012 y la crisis migratoria de 2015-2016, pocos pueblos europeos estaban interesados en nuevos miembros.

En los tiempos que corren, con la palabra “Europa”, los sentimientos de los europeos sobre quién merece estar depende de los problemas sobre los que estén discutiendo. La unión monetaria y los conflictos sobre el principio de legalidad son cuestiones de instituciones y cultura, y centran la atención en las distintas identidades e historias de los europeos.

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Pero los mayores desafíos actuales- la guerra de Ucrania, la competencia con China, el aumento de la migración en el Mediterráneo, la gestión del “cariñoso” cambio climático- son auténticamente geopolíticos. Ello ha hecho que Europa vuelva su mirada a la geografía. Es posible que los franceses y los albanos no estén totalmente de acuerdo en los rasgos civilizadores que los caracteriza, pero saben que comparten el mismo trozo de roca euroasiática.

En estos momentos, eso parece más importante. De todas maneras, sin duda alguna, los nexos de unión no marchan todos en esas directrices: la cultura que engloba a los diferentes pueblos de Europa, las diferentes culturas que observamos tras el mediterráneo y no nos deben ser ajenas, los momentos delicados por los que pasa la unión interna de la UE y, cada vez más, la lejanía propia de Bruselas hacia sus ciudadanos es una realidad.

Se empiezan a oler nuevos aires que nos llegan donde hasta es posible que la UE se convierta en toda una federación de países.

Los líderes europeos desean una UE más equilibrada económicamente hacia las diferentes fuerzas que provienen desde Asia y Estados Unidos, donde nuestro continente, de seguir así, quedaría como una simple isla frente a grandes imperios , pero no hemos de olvidar tampoco que el elemento grandioso que cataliza a nuestro enfermo continente no sólo es la economía, mucho más, es saber hacia donde desea ir, sobre todo, cuando año tras año, demográficamente, pierde habitantes y posee un valor incalculable de personas mayores que dependerán económicamente de los que entran si les abrimos las puertas.

Ni sabemos dónde finalizará Europa ni cómo correrá si le da tiempo a cambiar su estructura interna que  falta le hace. 

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