Por qué el ridículo que hizo Pedro Sánchez lapida su futuro político
Con una estrategia teatral, Pedro Sánchez, anunció se quedará al frente del gobierno español llevando al ridículo a su continuidad
Cancelar su agenda pública y fotografiarse a solas en una oficina, mientras escribía una carta, para anunciar que “reflexionaría” sobre su futuro político durante cinco días, será el acto más ridículo que pesará sobre el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez.
La escena de psicodrama del mandatario socialista, tras la denuncia judicial presentada contra su esposa, Begoña Gómez, a quien se le acusó de supuesta corrupción, sólo formó parte de una actuación poco convincente, con el teatral “he decidió seguir” que vociferó desde el Palacio de la Moncloa.
Pedro Sánchez ideó un guion de suspenso en el que utilizó a la monarquía como un actor secundario, según lo planteó el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. Sin embargo, el desarrollo de la trama no tuvo éxito y el libreto fracasó.
“Después de su teatro, la realidad no ha cambiado ni un ápice. Sigue habiendo una investigación en la Fiscalía Europea, sigue habiendo dos investigaciones en la Audiencia Nacional y comisiones de investigación que no controla, como la del Senado, sobre lo que ya sabemos, sobre la presunta corrupción de su partido, de su gobierno y de su entorno”.
Sánchez es ahora “más peligroso”, porque “no quiere oposición, ni justicia ni medios de comunicación”, sino desmoralizar al país, asegura Feijóo. “Quiere que los españoles dimitamos de la democracia, pero no vamos a callarnos. No van a arrinconar a quienes defendemos la libertad de poder ser críticos y exigentes”.
Continuidad con presión
La continuidad de Sánchez lo tiene ahora cerca de convertirse en el hazmerreír histórico de España. Hasta su exvicepresidente segundo, Pablo Iglesias, cree que “hizo y hace el ridículo al irse y seguir sin ofrecer nada”. Por ello, le advierte que la situación lo podría “triturar”, porque “a la gente por no se le puede tomar por imbécil”. En el caso del expresidente del gobierno, José María Aznar, la actuación de Sánchez queda como parte de la trama de un “caudillismo lacrimógeno”.
Puede ser. Sánchez parece haber intentando reafirmar su liderazgo, en lugar de estar dispuesto a renunciar. Para dimitir bastaba quererlo, tal como Adolfo Suárez, hace cuatro décadas, quien lo meditó un fin de semana y en silencio, sin someter a la ciudadanía a su aparente voluble estado de ánimo.
No está claro si fue populismo o victimización, pero parece que Sánchez abusó de la suerte que lo acompañó en momentos cruciales de su carrera. Dejó su escaño como diputado para asumir la secretaría general de su partido, presentó una moción de censura contra Mariano Rajoy que, por primera vez, logró avanzar una solicitud similar, y anunció de manera repentina el adelanto de las elecciones generales.
Ahora es distinto. Su legislatura está bajo presión ante la falta de aprobación de los presupuestos, el estancamiento de ley de amnistía de dudosa constitucionalidad y la reapertura del caso Pegasus, que investiga supuesto espionaje en su gobierno.
Control de daños
Los próximos días Sánchez no podrá esquivar el control de daños. Sobre todo porque “su penúltimo acto político ha sido reclamar la atención de todos los españoles por la vía de someterlos a un suspenso inaceptable en una democracia europea, donde se supone que la previsibilidad de la conducta del Estado debe ser un requisito irrenunciable y donde se espera de un jefe del Ejecutivo la responsabilidad de no enfrentar a la ciudadanía, de no cargar contra el Poder Judicial, de no criminalizar a la prensa libre y, en definitiva, de actuar como nexo de unión de la sociedad, no como disolvente de todo consenso cívico y político”.
Mantenerse en el poder sin crispación es el próximo desafío que espera al mandatario, a quien, como mínimo, le corresponde explicar con certezas y detalles qué lo motivó a amenazar con renunciar a su cargo y qué le hizo pensar que ser presidente del Gobierno de España ya no merecía la pena.
Los desafíos de Sánchez
En ese sentido, será vital convencer a la opinión pública de lo que él llama la existencia de una “constelación de cabeceras ultraconservadoras”, la cual en su opinión, participa de una “operación de acoso y derribo” en su contra.
La tarea no es fácil, considerando que después del ridículo de Pedro Sánchez Sánchez, se requiere un discurso más allá del franquismo y de las calumnias dirigidas al entorno de la presidente de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
No hay más camino, porque “el daño que Pedro Sánchez ha infligido al país ya es irreparable”. Negar el impacto es imposible, cuando aumentó el deterioro institucional desde su arribo al poder en 2018, así como también los abusos de su administración, al emitir decretos que matizan sus fragilidades parlamentarias.
Las acusaciones de nepotismo y de desgobierno durante el debate y aprobación de la ley del ‘sólo sí es sí’ que dejó a un lado al Tribunal Constitucional y a la Fiscalía General del Estado, lo hunden.
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