Opinion Mar Casas 15/11/2021

EL FRACASO DE LA EDUCACIÓN

 La secuela es una sociedad de personalidades débiles y en muchas ocasiones de lo más terrorífica.

Atrás quedó el batiburrillo de Todos los Santos, Día de Muertos, y Halloween,  adaptaciones, todas, del rito ancestral celta del Samhaim, de más de 4.000 años de antigüedad.

Sin embargo, a quienes les llega la factura por la reparación de su vehículo, o de la luna del establecimiento aún lo recuerda con amargura. Y es que las fiestas importadas han complicado la celebración de este día con buñuelos, huesos de santos, castañas y disfraces, hasta conseguir una noche terrorífica que nada tiene que ver con las tradiciones de nuestro país.

El juez de menores” Emilio Calatayud, que destila en sus argumentos lógica y sentido común, asegura que si pagáramos  los efectos de esas noches de juerga de nuestros hijos, se acabarían los problemas. Este es uno de los motivos por los que desapareció la kale borroka. Por aquellos días, en cumplimiento de la ley, los padres costearon los daños producidos por su prole, y los menores recibieron su condena.

Calatayud obliga a los menores a superar la Enseñanza Obligatoria o a realizar trabajos sociales, aunque la vara de medir sea diferente para los jóvenes que viven en circunstancias adversas, a los terroristas y delincuentes con decenas de asesinatos a sus espaldas que siguen en la calle.

Coincido con su conclusión: la educación en España, ha pasado de un extremo al opuesto.  Obviando los actos vandálicos cuesta escuchar a un joven que dé los buenos días en un ascensor, o ceda un asiento.

Simples gestos de educación han desaparecido de nuestra educación.

Según los expertos el origen de hijos tiranos, crueles, intolerantes, frustrados y narcisistas, está en el consumo de alcohol y drogas; en entornos permisivos, la pérdida de valores y el fracaso del sistema educativo, y aquí me quiero detener.

Con el fracaso de la reforma educativa recibimos una LOGSE que nos convirtió en adultos demandantes de derechos y pocas obligaciones, y parimos hijos ineducados, estudiantes que pasan de curso con seis asignaturas, y una mala conducta en clase, casi siempre permitida.

Hemos envuelto este sistema deficiente con argumentos como el espíritu crítico y la creatividad, y decorado con la falta de autoridad, de normas y de voluntad.

Alguien dijo que el espíritu crítico sin conocimiento es charlatanería, y que un fanático es un ignorante que rebosa espíritu crítico.  A este panorama le hemos añadido tutores permisivos, acceso fácil a los estupefacientes y falta de respeto a la autoridad.

 La secuela es una sociedad de personalidades débiles y en muchas ocasiones de lo más terrorífica.

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Sureste Press

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