OJEANDO EL MULTICULTURALISMO

La presión islamista radical no aspira sólo a que se respeten todas sus formas y manifestaciones en Occidente, aunque conculquen sus principios más fundamentales, sino en transformar las instituciones occidentales en favor del respeto a las creencias exóticas

Politica 02/07/2022 Impacto España Noticias Impacto España Noticias
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Alfonso Galdon

No se sorprendan si afirmamos que no existe sociedad sin comunidad repleta de valores. El multiculturalismo radical conduce de lleno hacia la disgregación. Recuerden las caricaturas de Mahoma a Idomeneo; las declaraciones de Jack Straw relacionadas con “moros y cristianos” y a tantas otras que poseen un fondo común. Tales amenazas consistían en imposiciones dictatoriales de la corrección política degradando los planes de estudios a manos del relativismo cultural, feminismos y la generación de guetos.

Entre la cruda asimilación que desprecia la cultura y los derechos de los otros, un multiculturalismo de carácter rampante imposibilitando la integración, debilita los pocos valores occidentales que nos quedan instaurando la marginación. Ahí tenemos el modelo inglés. Respetuoso con las otras culturas, no es genuinamente multiculturalista, pues se basa en la confianza de los que vienen, aún manteniendo sus pautas culturales de origen integrándose en el modelo de vida inglés. 

No se trata sólo de que se nos invite a un mosaico multicultural en el que, al menos, la cultura occidental sea una más que puede coexistir con las otras, sino que está llamada a extinguirse por obra de una tolerancia frenética y unidireccional. La coartada es el respeto debido a las convicciones ajenas; desde luego, nunca a las cristianas. Y claro que deben ser respetadas todas las convicciones religiosas, y no sólo las foráneas, pero no es posible imponer con respeto por la vía penal sin disminuir la libertad de expresión.

En eso consiste precisamente la tolerancia: en soportar lo que se considera erróneo o malvado, no en aceptarlo como bueno. La presión islamista radical no aspira sólo a que se respeten todas sus formas y manifestaciones en Occidente, aunque conculquen sus principios más fundamentales, sino en transformar las instituciones occidentales en favor del respeto a las creencias exóticas.

En este sentido, ya no basta con tolerar la discriminación de la mujer u otras prácticas ilegales, sino que se exige la renuncia a la libertad de expresión. Entonces el problema no consiste ya en tolerar, por ejemplo, el uso del velo, que va de suyo, sino en reprimir toda manifestación crítica hacia él. Así, la fiesta de moros y cristianos es amputada de su mitad sarracena en pro de la convivencia.

El imperialismo y el racismo son siempre occidentales. Imperialismo es lo que hicimos nosotros; lo que hacen ellos es simple expresión de su forma de vida. Si los musulmanes invadieron España, estaban en su derecho. Si los españoles recuperan la Hispania perdida, son imperialistas. Si los criollos americanos se rebelan contra la metrópoli, son libertadores.

La convivencia entre culturas, dicen algunos sabiotes, no es posible mientras no renuncien todas ellas a la posesión de verdades absolutas. Desde VALORES no lo creemos así; basta con que renuncien a imponer a los demás por la fuerza esas verdades. En cualquier caso, hoy, bien sabemos quién exhibe sus verdades absolutas y, sobre todo, quiénes están dispuestos a imponerlas a los demás mediante la violencia.

No faltan demócratas de pacotilla que piensan que cualquier cosa es democrática mientras cuente con la adhesión de la mayoría. Nada de nada. La democracia no consiste sólo en el respeto a la decisión de la mayoría, sino en un complejo sistema de derechos, libertades y controles al poder. Si la mayoría renuncia a esos derechos, libertades y controles, lo que resultará no será una democracia.

La voluntad de la mayoría puede eliminar la democracia, Y esta advertencia no es sólo una premonición alusiva a eventuales mayorías antioccidentales en el seno de nuestro continente, sino que, por desgracia, ya se ha visto corroborada en el pasado. La amenaza no procede tanto del exterior como de la debilidad, la cobardía y la indigencia intelectual de un sector de las sociedades occidentales, acaso el más poderoso e influyente.

Secretaría Nacional de Formación, Estudios y Programas.

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