La ciencia más avanzada que ha conseguido desarrollar los EE.UU. es aquella ciencia de las frases hechas, de las suministradas a las poblaciones para tapar o convencer de las grandes ventajas o la insignificancia de morir bajo o un fuego amigo, o bajo los daños colaterales, siguiendo al pie de renglón con la hoja de ruta. 

Pero, como la cultura en Usa brilla por su ausencia y ha sido sustituida por el dólar: la moneda más falsa de todo el planeta tierra, resulta que incluso para su labor de lavado de cerebros, necesitan recurrir a la historia y al pasado de países como España, también rica en frases históricas que dan fe de un pasado glorioso en gilipolleces imperiales. 

Un Virrey de la Nueva España de Las Indias, Luis de Velasco, despidiendo a unos frailes que iban a injerir en la existencia de los nativos de aquellas tierras nuevas al conocimiento de los europeos, animó a los hombres de habito diciéndoles que marcharan al encuentro de “aquellas miserables gentes para que vengan al conocimiento de la verdad”, y, el citado virrey, un hombre plenamente insertado en el sistema de entonces, tan estúpido y cruel como el de ahora, se quedó tan pancho. 

Lo anterior viene al caso, porque por la vía del chisme, muy diferente de la vía oficial, ha llegado el rumor que desde el corazón propagandístico de los EE.UU. al margen de la recuperación económica que va a significar para ellos el destrozar Europa al completo y, encima tenemos que mantenerle de comida y vicios, armas y juergas a más de trescientos mil hombres en el suelo europeo, el mensaje paralelo que se quería imponer, la frase hecha, decía más o menos en referencia a los españoles que “aquella miserable gente venga al conocimiento del capitalismo democrático de EE.UU.”. 

A otro nivel, en el caso cartaginés, no existe movimiento pernicioso para la ciudad que no lo venda la Trinca y los Trincadores, como un redimir de pobreza ciudadana, que la hacen rica y conocida a nivel mundial, no se sabe con qué objeto y ventaja, con asuntos como el aeropuerto Corvera-Tragaperras, los cruceros, la semana santísima; y, ahora, en virtud de la física de los vasos comunicantes de la gente dedicada al sonido musical con parte de trinca y trincadores, una diabólica concentración musical en un espacio urbano que va a costar miles y miles de euros reparar y reponerlo como estaba, al margen del peligro latente que sometieron a toda la ciudad con elementos estructurales portátiles, ha sido una salvación que, una vez más se diluye entre el mugre viejo y la mierda pegada en las aceras de los barrios. 

Y aunque por la calle, en Cartagena, una vez más la frase hecha que ha circulado es que gracias a la burrada de la concentración peligrosísima en un lugar zona verde no preparado para ello, nos iba a hacer a todos ricos y ¿pondría a Cartagena en el mapa? Las fotos del desastre creado posterior a todo desdicen una vez más la triste realidad de un consistorio que no ve más allá de sus propios intereses y bolsillos. 

Pero, del mismo modo que los meses, los años pasan, y las granujerías políticas no son ni reñidas popularmente, al contrario, Cartagena, España, está muy contenta porque tiene tema de conversación con lo jodido y cara que se “ha puesto” la vida; vamos, que “no la están poniendo porque quieren” un puñado escaso de sinvergüenzas más reverenciados que si fueran nuevos mesías para aumentar los extensos parques existentes de palos secos. 

No me esperaba una jubilación mirando al cielo con el temor de que una estrella fugaz me asuste, pensando que pueda ser un misil lanzado como consecuencia de la paz mundial Otan. 

De la que España es, en su totalidad, cómplice. 

Salud y Felicidad sin Otan. 

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