SE DEBE DE PAGAR LA SANIDAD EN CIUDADES RICAS COMO CARTAGENA

Hacer negocio del débil; hacer negocio del enfermo; hacer negocio del anciano; y recibir aplausos por destinar lo más fresco y florido del dinero público español en beneficiar a empresas

Opinion 01/08/2022 Juan Eladio Palmis
OIP
Cartagena

Porque si la sanidad siguiera siendo pública aquí en la cortijá, cosa que va en contra de los lorzas, los tránsfugas, el partido político pepé, y mucho del estado mayor del pesoe, amén de las finanzas vaticanas, nos convertiría en gente vulgar; de aquella por lo que se esforzaron muchos pobres, que fruto del trabajo desde las sacristías, los colegios de religiosos de pago, que no las escuelas públicas, era y es donde la juventud se formaba intelectualmente mucho mejor; porque pagar da clase y distinción.

Y, siguiendo con la regla o conseja social que circuló y sigue circulando con todo rigor y actualidad de que un colegio de pago enseña mejor que uno público, España se retuerce en una incultura casi anti natura que no respeta ni el medio ambiente donde habitamos, y mucho menos a los que salvan la vida gracias a que todavía quedan retazos de un día no muy lejano, antes de los lorzas, los peperos, y los meapilas disfrazados, cuando dispusimos de la mejor Sanidad Pública del Mundo, con mucha diferencia hacia cualquier país de fuera de nuestras fronteras.

Hacer negocio del débil; hacer negocio del enfermo; hacer negocio del anciano; y recibir aplausos por destinar lo más fresco y florido del dinero público español en beneficiar a empresas que cuando los arañas están enmarañadas, vinculadas, en el Instituto Vaticano para la Propagación de la Fe (un banco como dios manda), o son las mismicas que tienen en su poder todo el accionariado de las empresas fabricantes de armas, tenía que, desde nuestra postura de gente normal de calle, cambiar unos conceptos  que escuchamos repetir fruto de que hemos perdido la batalla contra la apariencia, y, el aparentar en terrenos como la zona cartaginesa, el poder acceder a un hospital sin necesidad de pagar tarifa inmediata, aunque esté el hospital existiendo por el aporte de impuestos de todos nosotros, tiene un tufo comunista que tira de espaldas, y tal cosa no de empaque social.

Existe un amasijo capitalista que viste sotanas y hábitos en la intimidad de sus juntas de accionistas, que son los que mantienen a los políticos mitad monje-mitad incapacitados, como el Lorzas y los tránsfugas, o los emboscados para ser la voz de los curas, con voto de obediencia total, que, en la sabiduría que España sigue estando todavía en sus manos, y al paso que vamos sin remedio, el que la sanidad sea privada y los pobres solamente tengan a una sanidad de pobres, es cuestión de que el pepé con sus mariachis siga gobernando unos muy pocos añitos más.

Fruto de esa política impuesta desde intereses económicos de fuera, que se ajustan de lleno al barrigueo aparente cartaginés, el hecho de que un hospital, el Naval, construido con dinero público y para servir al público, a la gente, se haya dejado destruir sin que ningún poder judicial se despierte de su siesta; y que el hospital del Rosell vaya por el mismo camino de abandono y dejadez, es algo cansino que no actúa como debería de actuar; no solamente entre nosotros las gentes de la calle, cuando nos quedamos tan tranquilos mientras nos ganan las batallas los meapilas, sino que el poder judicial, convertido ya en el caso de la cortijá murciana en una gran superficie comercial donde se expenden distintos tipos de justicia según circunstancias, no se pone ningún tipo de remedio al hecho de tirar los recursos económicos públicos por las ventanas de un sistema en extremo corrupto y sin futuro.

Por supuesto el Naval se va a caer al suelo, porque esa es la voluntad política del gobierno de la cortijá murciana de seguir devoto de consignas de fuera. Por supuesto que la ley regional que obliga a tener en funcionamiento al hospital del Rosel (y el que tenga cojones que les cambie el nombre de una virgen) no se va a cumplir. 

Y aquella hermosa estampa que vimos en nuestra juventud los que somos viejos, de varios pobres dispuestos en orden por el sacristán, esperando a que salieran de misa los señores que podían ir; porque los pobres de la puerta, como no iban vestidos para la ocasión, si alguno era creyente de las letanías, se tenía que joder y esperar su turno en su sitio y no podía entrar a la santa misa.

Y tal imagen, pero a la puerta de los hospitales esperando ser por caridad atendidos, como ya se ve en otros países amigos y democráticos, pronto lo veremos en la adelantada en ese respecto de quebrar la sanidad pública, a la obediente y beata cortijá murciana.

Salud y Felicidad sin Otan. 

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