NUESTRAS ESCUCHAS Y MIRADAS

Urge superar una visión de la identidad política que absorbe todos los otros rasgos de una persona, ya que conduce al antagonismo y la radicalización entre grupos irreconciliables

Opinion 21/09/2022 MARIANO GALIÁN TUDELA
Foto Mariano en casa
MARIANO GALIÁN TUDELA

En la última década los tiempos han corrido a más velocidad que nuestros pensamientos y ya es decir y, sobre todo hacia el mundo mediático. El desarrollo de plataformas que han socializado la capacidad de publicar contenidos a bajo coste están permitiendo a un gran número de actores producir y difundir todo tipo de información en este nuevo escenario. Como consecuencia de ello, nuestros medios de comunicación tradicionales, los de siempre, ya no poseen el control exclusivo del mercado noticiero.

Estamos ante un entorno denso y poblado por muchas fuentes de naturaleza diversa que compiten a estilo de Gladiator por la atención de personas que cada día van más aceleradas pero, esta sobreabundancia de noticias, la mayoría de veces, no conducen a la comprensión de la realidad y el ciudadano carece de ciertas habilidades o recursos para distinguir la información fiable de la falsa o está intencionalmente sesgada. Esta es la realidad. Ya quedan pocos de los que fiarse y, a veces, aún así, es posible que pase de todo.

Los medios que ustedes y nosotros conocimos han dejado de ser para gran parte de la sociedad. Era la autoridad que ayudaba a la ciudadanía a tomar mejores decisiones, a entender mejor el mundo y a participar de manera más plena en discusiones públicas. Las razones de tales declives son innumerables, pero una de ellas es su modelo de negocio.

La publicidad y el pago por consumo son una realidad y sin ello, posiblemente irían a la banca rota y hasta aquí, hoy día es comprensible. Junto a ello, y muy cierto, tal publicidad ha hecho arrastrar a lodos perniciosos y se ha desmoronado la editorial, sacrificando calidad y rigor para entrar en una batalla demasiado tensa. En este ecosistema del que hablamos, con audiencias atomizadas, están proliferando iniciativas “fuera de madre” donde las fronteras entre información, opinión e ideología están más que difuminadas, donde se busca activar el mundo de las emociones y la cierta identificación partidista. 

Cuando grandes partidos políticos pagan con fuerza a los medios de comunicación para que a otros partidos minoritarios ni se les mire, si entran en esta tesitura pierden de hecho su ética personal, pero también pierden, si no lo hacen, lo que da de comer al propio medio de comunicación. No es fácil estar en ese linde empresarial. Para ser héroes en este mundo comunicativo , ser piezas auténticas,  hay que estar hecho de una pasta que no todos aguantan. Que el espacio digital sea la plaza pública hoy día dice mucho y, conlleva también cierta sentimentalización de la vida social y política, aunque tal como lo veo, cada día más, se tira a lo digital más que al formato papel.

Eso sí, salir en formato papel, en el fondo, también se busca y, a veces mucho más. Se suele decir que en esta nueva forma de aceptar el mundo global de internet se facilita mucho más la participación de un mayor número de ciudadanos, pero también oigo que, lamentablemente, se constata que deriva en una “democracia de enjambre”, así lo decía Byung Chul Han, filósofo y ensayista surcoreano experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de Artes de Berlín.

Con los elementos puestos sobre la mesa, donde todo juega, la constatación es que existen cuestiones de base que nos dividen cada vez más en estos terrenos. La polarización ideológica que se retroalimenta de los medios periodísticos en bloques opuestos suele ir acompañada de la afectiva. Me explico. Tales dimensiones de las que hablamos se asientan en cuestiones de carácter emocional y psicológicos más que en emociones. La polarización afectiva se mide como la diferencia entre el afecto al partido político con el que uno simpatiza y el rechazo a los rivales, lo que da pie a todo lo que observamos.

En un clima así pueden surgir discrepancias, fisuras y alguna que otra parte de sociedades de la intolerancia. En estas nuevas formas que nos encontramos se manifiestan también estilos de vida y decisiones de consumo no solo informativo, sino “tribus morales que derivan en segregaciones, pues alcanza a la elección del lugar de residencia, provocando procesos de distinción social donde las diferentes áreas urbanas y rurales experimentan una creciente homogenización interna de sus vecindarios. 

El auge de los medios hiperpartidistas ahí están, cuyas agendas editoriales traban día a día en activar la vida política de su público y su respuesta emocional a las noticias. Nos situamos con sesgos cognitivos que se manifiestan en la búsqueda intencional y selectiva de la información que confirme mis creencias. Por otro lado, los alogaritmos de los medios sociales diseñados para reforzar dietas informativas a medida de los gustos y apetencias particulares. No obstante, las cámaras de eco en entornos digitales son un fenómeno bastante menos extendido de lo que popularmente se suele pensar y, a veces, se crea la impresión de que la sociedad está más polarizada de lo que realmente ocurre. 

Para construir lazos sociales en nuestros tiempos de polarización, las soluciones han de venir necesariamente desde instancias diversas. Desde los partidos políticos, cuidando las formas de debate y evitando la retórica maniquea y populista. Las organizaciones periodísticas, no deben descuidar la función social encomendada en aras de la rentabilidad y no trasladar a la ciudadanía la lógica binaria del nosotros-ellos.

Las plataformas tecnológicas, por su creciente protagonismo en el debate público donde pueden traer consigo riesgos para mantener una esfera pública saludable y, desde la perspectiva individual, intentar despolitizar las escuchas y las miradas. A menudo que vamos ganando peso en lo político, personalizamos más nuestras opiniones y nos sentimos agredidos si se cuestionan; pero también despersonalizamos al otro, al que solo vemos como miembro de un grupo contrario. En definitiva, una visión politizada de los demás empobrece las relaciones sociales, pues nos guiamos más por estereotipos y por respuestas automatizadas de adhesión o repulsa por virtudes cívicas como el respeto mutuo, la integridad, la magnanimidad o la presunción de la racionalidad y sinceridad del otro. 

Son maneras de superar divisiones ideológicas demasiado rígidas y de construir terreno común, que no es encontrar el punto intermedio entre posturas enfrentadas, sino avanzar hacia el consenso en cuestiones que ilusionan o preocupan a la mayoría. No todo es blanco o negro y hemos de reivindicar una gama cromática mayor donde también quepan los matices y claroscuros.

No olvidarnos que los millones de votantes de un partido no son un bloque monolítico, con opiniones intercambiables entre sí sobre cada uno de los temas actuales. Por ello urge superar una visión de la identidad política que absorbe todos los otros rasgos de una persona, ya que conduce al antagonismo y la radicalización entre grupos irreconciliables, en lugar de tender puentes que mejoran la convivencia social.  Hasta es posible que demos un salto de valía en un mundo fuera de madre al estilo narcisista. 

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