Mañana 30 de Diciembre, los que somos católicos festejamos a lo grande el Día de la Sagrada Familia, día que sin duda, a más de uno, se nos vaya la cabeza hacia nuestros padres que partieron a la otra vida, pero no todo queda aquí: la institución familiar, desde que el mundo es mundo, por más que ha recibido patadas ahí la tenemos.

 Hoy la miro agradecido como “institución de la vida” y como “realidad referida a valores”, dos vertientes de la condición humana que están en cierto peligro pues el más terrible mal que se ha ido abriendo paso a lo largo de los últimos años está siendo el retroceso de la creencia en la realidad personal del hombre, de la mujer, es decir, en lo que podría calificarse como la despersonalización o deshumanización de la persona. Para los que han emprendido esta empresa de deshumanización “toda persona es un animal entre animales, y una cosa entre otras: pura fisioquímica. Mientras que, por el contrario, todo lo verdaderamente humano es precisamente lo que no puede ser reducido a física y química: la persona”.

Los sistemas de ética de la segunda mitad del siglo XX eluden cuidadosamente inervar alguna de sus consideraciones básicas en la índole personal del hombre y he aquí que la consecuencia más inmediata de esta actitud científica o que pretende serlo ha sido hasta la fecha el jugar con algunas pasiones de las personas según la ley de causa-efecto y de igual acción-reacción, y ésta es una forma de proceder que determina el tratamiento académico del ser humano donde queda diluido en la nebulosa que sería propia de la mecánica de Newton o las actitudes no menos metafísicas de las “lógicas borrosas” que han ocupado hoy el lugar de aquellos moldes .

En cualquier caso, el hombre como hombre, como ser autoconsciente con dominio sobre sí mismo, dotado de dignidad, incomunicable- ¿dónde quedan aquellos tiempos en los que Duns Scoto explicaba que cada persona constituye la última soledad del ser?-que-da sin explicación.

Hablemos desde una reflexión cultural y no religiosa: “Ustedes y yo no estamos ante un enfrentamiento entre creyentes y ateos, o entre cristianos y los que no lo son. Existe, sin duda, un ideal cristiano de vida cuyo modelo es Jesús de Nazaret, pero no hay algo así como una bioética ( o ética) cristiana, sino un orden moral universal que ha de ser debatido y descubierto.

Opino es necesario desarrollar principios que ya tenemos a mano y vivir una cierta coherencia en los comportamientos sobre el embrión humano o la familia. Las izquierdas liberales no se han caracterizado por sus coherencias: aparecen los derechos humanos de tercera y cuarta generación y está gravemente penado el hacer sufrir a los animales, ¿pero quien se preocupa por la vida del feto o por la protección que los hijos han de encontrar en sus familias?

El excesivo individualismo, ha hecho que se hable ante todo de “relaciones de pareja”, no de relaciones familiares, y los deseos de las parejas tratan de convertirse en derechos al margen de lo que exige su unión y su función como familia. Su asombro ante este tipo de paradojas queda resumido cuando se comenta que “no deja de ser irrisorio que los mismos que aplaudían a Fidel Castro o a los regímenes islamistas, que castigan la homosexualidad, saluden con alborozo una medida tan odiosa para sus modelos políticos”.

Me llegaba un estudio del cual les expongo. Por él van pasando los temas de familia, las relaciones entre personas y la sociedad, la libertad personal y política, la confesionalidad del Estado, el derecho a la educación religiosa, etc. Asistimos a denuncias cegueras que son queridas y buscadas pues sin ellas algunos sectores de políticos se quedarían sin discurso.

Si me introduzco por un tema algo espinoso sería posible decir que está presente el único motivo: el odio hacia la fe cristiana. Así, nos situamos ante un problema de filosofía moral, no ante temas que hayan sido estudiados directa o excluyentemente desde una perspectiva teológica. No recurrimos para nada a la autoridad de la Revelación o a la enseñanza de la Iglesia Católica. Pero estos liberales ahora ya algo rancios que frecuentemente no ocultan que pretenden la secularización de la vida social no fueron tan coherentes como Kant, quien quiso que el móvil individual fuera generalizado para comprobar si llegaba a constituirse en ley universal.

Ellos no pueden generalizar y pretender sentar directamente tesis universales, en nombre de las libertades democráticas, del consenso, pero la familia orientada a fines o valores sigue presente con mano pesada.

¿Tiene sentido que sigan tantas teorías sobre la justicia sin tener presentes ante todo los valores y los fines que han de informar la vida social? Un geómetra comentaba admirado que se hiciera tanta teoría sobre el plano antes de definir lo que es el plano. Los valores y los fines son anticipados en breves síntesis a priori que sirven en algunos, paradójicamente, para negar fines y valores sobre los que se dicen trabajar. 

“La razón es auspiciada por la voluntad, sí, pero incapaz de moverla. No existe, en el pensamiento del hombre, de la mujer en esta tierra, ninguna razón lo bastante válida que nos impida actuar en contra de ella”.

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