Aumenta el abuso de hipno-sedantes,  se dispara el  consumo de opiáceos y crecen los suicidios. El virus del sufrimiento, la epidemia desde el nacimiento del ser humano, como arma, neuro-arma apuntan los geoestrategas y los sociólogos, pero Freud apuntó más lejos, decía que «nadie entiende el fondo humano del  amor». Y  el poeta Enzensberger, recientemente fallecido, clamaba en el desierto. Nos enseñó  a equivocarnos por cuenta propia, en nuestro propio entorno, y más allá cuando los  navegantes quedan a merced del oleaje, como náufragos,  sin botes salvavidas en los océanos.

Porque nos hielan los megalómanos, hogueras mentales en un país emocional que cala en los vulnerables entresijos de una sociedad que ha eliminado la compasión. Estrategia, sin embargo, la luz no combate a la oscuridad cuando la verdad se manifiesta, y las mentiras desaparecen. No necesitamos sicoanálisis sino buscar la felicidad para no caer en el dolor, angustia, desesperación e inmovilidad que empuja  el sufrimiento consentido a una especie de tortura derivando a una condición patológica.

Millones de españoles vivimos en una resaca emocional efímera, huyen en caravanas multitudinarias o resisten en sus trincheras observando cómo los informativos nos castigan desinformando, y nace o nos contagian el sadismo, la paranoia y hasta el masoquismo, al final, esclavos colectivos, familiares o individuales. O nos enseñan a practicar una masturbación −onanismo religioso− la resignación, y la paciencia ideológica de la militancia política, la de los pesebres y los espectáculos de orgasmos fingidos, nada de violencia, de rodillas. Finalmente nos recomiendan una ración de esperanza blanca.

Sufrir no es malo, dicen, nos hacen fuertes, la cruz no pesa, pero pesa, nos pesa al millón y medio de murcianos, los mejores sufridores de las 17 comunidades autónomas, el desafuero del Trasvase, nos van a robar agua y 27.392 trabajadores irán al paro. Dice el líder del socialismo murciano, Pepe Vélez, que no irá a la manifestación de Madrid, este miércoles,  por RESPETO INSTITUCIONAL. No tiene vergüenza, por encima de Sánchez está el sufrido pueblo murciano.

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