De aquella antología de quitarle al tiempo los segundos y ver el cielo más profundo, Shakira terminó en su última canción –claramente dedicada a Piqué– admitiendo que del amor al odio solo hay un paso y comparándose con un Rolex mientras su supuesto reemplazo apenas se equipara con un Casio. Y es que el despecho por la separación del futbolista español y padre de sus dos hijos que la cantante colombiana plasmó de manera hiriente en su más reciente lanzamiento junto al DJ y productor argentino Bizarrap no ha pasado por debajo de la mesa.

El objetivo lo logró. El videoclip se hizo viral en pocas horas y los memes y comentarios no tardaron en acaparar las tendencias en las redes sociales. Sin embargo, muchos no son positivos. No superar la ruptura encaja con el discurso del feminismo radical que se sustenta en la victimización. Tal vez es por ello que en su país ha encontrado una defensora que nada bueno puede aportar.

Frente a las críticas que ha tenido que enfrentar Shakira en las plataformas digitales como Twitter tanto por la calidad de la canción como por la intencionalidad de la letra, la senadora del partido Comunes (antes FARC), Griselda Lobo Silva, conocida como Sandra Ramírez, salió en defensa de la barranquillera, levantando las banderas de una supuesta causa feminista.

“Nos quieren calladitas, pero nunca más”, dijo luego de expresar su gusto por la canción en la que aplaude que Shakira haya expresado su dolor tras la separación. Y valiéndose de esta situación agregó que “algunos no toleran la idea de que una mujer convierta en arte su dolor, que diga en tan solo tres minutos lo que vivió y lo convierta en un éxito mundial”.

Más allá del hecho de que la cantante no haya logrado salir de la “monotonía” y que una vez más saque provecho comercial de su estado emocional, el feminismo radical demuestra ser nocivo cuando es una figura política de escasa moral frente a cualquier víctima –sobre todo ante las mujeres- quien interpreta que esta canción se corresponde con la causa que con el mayor descaro e hipocresía dice defender.

Y es que Sandra Ramírez tiene en su currículo 35 años de militancia en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la narcoguerrilla que acogiéndose al fallido Acuerdo de Paz firmado bajo el Gobierno de Juan Manuel Santos vendió al mundo una supuesta desmovilización, tras casi seis décadas cometiendo secuestros, asesinatos, reclutamiento de menores, violaciones y sometiendo luego a las mujeres a abortos forzados.

Es por esta razón que su defensa de Shakira y la canción invocando una supuesta lucha por la causa feminista recibió de inmediato un masivo repudio en las redes sociales. Vale recordar que Ramírez además fue la compañera, hasta sus últimos días, de Manuel Marulanda, alias ‘Tirofijo’, líder y fundador de esta narcoguerrilla.

“Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”
“Me dejaste de vecina a la suegra, con la prensa en la puerta y la deuda en Hacienda. Te creíste que me heriste y me volviste más dura. Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”.

Esta es la estrofa con la que más se han identificado las feministas, pues haciendo a un lado el hecho de que Milan y Sasha –de 9 y 11 años, respectivamente– están en medio de la polémica y los hijos siempre son los más afectados tras una separación de pareja, repetir que “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan” es suficiente para que más de una aplauda la totalidad de la letra que –sin duda– es pegajosa, tal vez jocosa, y seguramente será un éxito a pesar de las válidas críticas.

Así, otra figura del espectro político colombiano que se unió al coro fue la representante a la Cámara por el izquierdista Partido Alianza Verde (aliado de Gustavo Petro), Katherine Miranda, quien se describe en su cuenta de Twitter como «defensora de la paz y las mujeres».

Lo cierto es que con esta canción ya Shakira suma tres dedicadas a una decepción amorosa que claramente aún no supera. Del descubrimiento de la infidelidad con «te felicito, que bien actúas», pasó a la resignación admitiendo que «no fue culpa tuya, ni fue culpa mía», hasta llegar a la etapa del duelo y la revancha sentenciando que «contigo ya no regreso ni que me llores ni me supliques». Tal vez habría sido menos personalizado y más elegante recordar que «toda escoba nueva siempre barre bien», aunque al involucrado no le salpique.

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