Aún no se ha escrito la verdadera historia, la parte más oscura, y olvidada de la II Guerra Mundial, y la localización de sus frentes que permitieron a los aliados, y  a sus colaboradores ganarla. Las potencias occidentales no derrotaron a los soldados alemanes y a las divisiones nazis  en Normandía, que solo fue la batalla final tras otras guerras localizadas, sobre todo,  en Túnez, Argelia y Marruecos, más el hundimiento de toda una flota, francesa, frente a las costas de Argel.

Pero hubo otras guerras soterradas, silenciosas y de ajedrez, bajo el manto de la alta diplomacia y los servicios secretos, que nadie ha relatado, en un escenario de vital importancia estratégica que tuvo como zonas de capital importancia las ciudades de Tánger, Casablanca, Melilla, Orán, Argel y Túnez, cuyo colofón fue la ocupación militar  por tropas de Franco de todo el territorio de la zona de Tánger, que quedó  neutralizada salvo las tarascadas de los lobos de los servicios de inteligencia en guerra, sino también del espionaje del gobierno franquista, y singularmente de los restos de la República, muy activos, en el norte de Marruecos, agentes secretos desplegados en Melilla como enlace entre la Península y el puente con Argelia, frontera de Uxda, naturalmente al servicio del espionaje norteamericano y su potente logística que aún hoy funciona por el disparate de la ocupación del Sáhara.

La magia de este mundo, entre las arenas del desierto y el espectáculo de sus estrellas, coincide estos días con el ochenta aniversario de la mítica película que amamos apasionadamente, CASABLANCA. Bajo esas connotaciones cuasi románticas hay un mensaje, en esta soberbia película, como una leyenda ética de compromiso, desprendimiento y generosidad, de gratitud al mundo secreto al servicio de sus países, por encima de ideologías, luce con esplendor intacto la belleza que brota del alma de sus protagonistas.

Bajo la apariencia del cinismo pragmático de Bogart, late una encarnadura moral de compromiso en una nube de misterio real siempre, que interpretan Nick, y Ilsa en su papel, la gran Ingrid Bergman, cine puro, sin lujos y ruidos de ficción, con un fondo musical emocionante que nos llega desde un piano ubicado en un lugar apartado del café de copas y humo, que no falla nunca, ni siquiera esa amistad de momentos que llegan de lejos.

 «SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS»
Cuando a mi padre, poeta y profesor de Lengua española, lo trasladaron a aquellas tierras  bravías del RIF, a Azib de Midar, a una hora de la batalla de Annual, diez mil soldados muertos, tenía cinco años, y recuerdo el impacto de una conducta distinta y una crisis de guerra brutal, sentía como un choque emocional brutal, pero existía el principio de la lealtad y la belleza de enseñar el español y los intentos de una paz duradera.

Mi padre nos explicaba, con alma de poeta, casi infantil, que estábamos en guerra en aquellos días con gente de mentalidad bárbara, teutona, que siglos pasados dejaron un rastro de niños rubios y ojos azules que aún quedan, violaban y metían fuego a las kábilas, y que ahora, entonces, estamos buscando una paz duradera.

No ha sido posible, durante mis largas experiencias profesionales o no, las del análisis, me conducen al escepticismo, la duda y algo de pena. Siguen las guerras y estas tierras ya no tendrán una segunda oportunidad, CASABLANCA. Ha desaparecido la poesía en la actividad humana, y en nuestro país la paz es pura entelequia, se profanan los cadáveres de una democracia a punto de ser enterrada por los sistemas del poder global, hasta los servicios de inteligencia ya no son humanos, te cuelan un misil por tu balcón de flores.

Escribe el maestro Ignacio Camacho que el truco que embruja el guion consiste en «la caída de esa máscara de ambigüedad e indiferencia en un desenlace de sacrificio idealista». El giro desde la trama de amor, juego, espionaje y recuerdos hacia un final redentor de nobleza es un rasgo de genio que se puede ver mil veces sin dejar de sentir el cosquilleo de un encanto inmarcesible, largo.

Un  colega, inmerso en este mundo de mil emociones me comentaba que el día que cayó Batula, una inteligente y bella encubierta en el mundo de la información, en una operación relámpago en la frontera de Farjana con Melilla, en los años sesenta, se mostró desnuda en un acto de chantaje sexual, sin música de piano, como el canto del cisne, en su tapadillo de lujo escondía algunos planos de los polvorines de la ciudad española, que de haber explosionado, los muertos, en su mayoría militares, hubiera sido un río de sangre y dolor.

Esos planos iban a ser entregados a un teniente coronel marroquí con estudios en las academias de Zaragoza y Toledo, Mohamedi Ch. Muio´ en un golpe de estado en Rabat preparado por el general El Katani. Tiene el drama el calor del directo, hoy lo mismo te explosionan con una noticia falsa o con un polvo venenoso. O te meten cinco años en un despacho sin tocar un papel, tan refinado como volvernos locos con la desinformación colectiva. Vivimos en estado de miedo colectivo. Tan simple.

EPÍLOGO.- INSISTO que lo del polvo venenoso es un invento de los zares rusos y sus sucesores comunistas y de los Putin boys, los otros polvos es tarea del espionaje vaginal que se practica a gran escala en el criterio poderoso de Don Dinero, que apunta Quevedo y comentaba hace años la fiscal general de Estado, socialista.

Las niñas lo practican por razones de patriotismo, previo contrato generoso, sin que el feminismo hasta ayer lo haya denunciado, ya se sabe que el feminismo a veces atiende a razones de Estado, y menos al lujo y a la vida padre, no hay más que comprobar, pasta a la vista, manga ancha, como predicaba la STASI alemana. Hay un axioma en el espionaje que siendo vulgar es cierto: «No metas la polla en la olla. Y cuidado con la gerontofilia femenina, arruina».

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