Lo que no puede ser es que a estas alturas de la película sigamos picando con el doble juego que se llevan desde siempre esos listos de bipartidismo: PP y Psoe. Quítate tú que me ponga yo. Y una mano lava a la otra y una mierda colorá tapa otra azulá.

Hombre, por Dios!, ya está bien de entrar al trapo de estos maestros del juego sucio, que mientras los paisanos matan el tiempo de las penas, el desanimo y las carencias con el vergonzoso “Y tú más!”, ellos seguirán con sus vergüenzas al aire que más calienta los intereses de sus respectivos partido-negocio.

¿Cuántas generaciones han de saborear la hiel de esta política borreguera, para que aprendamos a exigir un mínimo de honestidad en las alturas?. Coño!, ya está bien, españolito de la triste figura, que ya está más que bien, pijo!

A ver si nos vamos enterando de una pajolera vez: que no hay ni rojos ni azules, ni verdes ni naranjitos, ni moraos ni rayaos; bueno, eso sí, la inmensa mayoría y sumando estadística. Que todos visten y calzan la misma catadura inmoral y la misma ansia de llevársela cruda, por la cara y rasgándose las vestiduras en un escenario lleno de porquería hasta el morro de esos leones petrificados, mirando para otro lado, en la casa de todos los españoles: el Congreso de los Diputados.

Una casa de lenocinio, según más de uno, y una. Un club de alterne del cambalache en que ha mutado esa institución antaño sin ánimo de lucro. Hoy, ya podréis constatarlo, el que no corre, vuela. Y con el reflexivo delante también cuela.

¿Por qué? Preguntaréis algunos, los menos adocenados, los que tenemos el extraño capricho de pensar bajo riesgo propio a equivocarnos. La respuesta está implícita en la cuestión… Por qué pijo andamos aún con estas burdas incógnitas.

Estamos en una democracia moderna, o seguimos en aquella Sierra Morena plagada de bandoleros/as, con faca de siete muelles −ahora pluma Montblanc−, para atracar a cualquier incauto decidido a votar en confianza y candidez popular. No vamos a crecer nunca como sociedad, y no lo cuestiono, rotundamente lo afirmo. Los actos y la actualidad saturada de rabiosos espumarajos, burdos chascarrillos y ácidas peinetas, así lo confirman.

Y sale a toda plana el tema de la corrupción del Psoe. Más sórdido y garbancero, y con menos ‘clase’ que la corrupción del PP. Manda güevos de Fabergé. Y flama la yesca sin chisquero ni pedernal por las esquinas y mentideros del barrio de Salamanca, en los Madriles, o por cualquier pueblito de la España evacuada, la siempre profunda y olvidada.

Arden picos de cuervos, y cuervas en Águilas, se atizan con el cotilleo sembrado por la víscera mercenaria del Ferreras o por el Cascabel y los campanilleros del Arriba España. Unos y otros, ambos todes, insensatos, descerebrados, cazurros, beatos del lametazo en el orto, del pasamanos o el pasamontañas, del restregón con lengua de choto en salsa de imbéciles, con ínfulas y carnet de tiñalpa.

¿Quién ganará esta guerra de zopencos sin pausa? Podemos garantizar que el pueblo no será. Quiero recordar con estas líneas una escena que se repetirá como ajo mortero en las entrañas de este país sin cabeza serena ni cerebro pensante para salvarnos de nuestra propia ‘idiosincrasia’…

En portada una imagen −Basada en esa obra tan atroz como real de Francisco de Goya: “La Riña o Duelo a Garrotazos”− que retrata el destino eterno de nuestra patria: una fantochada política desde antaño taimada para congraciarse la simpatía de una media más la otra media España. Mismos perros de la guerra desfigurados por ideologías falsas. Y entre tanto engaño, el pueblo alelao atizando las brasas… LEÑA, Y MÁS LEÑA!, Y MÁS!!!

Y Punto.

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