“Las y los” sabios de la historia del mundo feminista, desde finales del XIX siempre han señalizado una brillante idea “el movimiento feminista se ha ocupado tan sólo de las ganancias y no de las pérdidas de su liberación”. Y es que en este espinoso transcurso hacia la supuesta igualdad, las mujeres han sufrido un enorme daño accesorio, al dejar en el camino un tanto que les es muy  propio como la esencia femenina, su genuina feminidad. 

Según dicen las buenas cabezas femeninas “ pronto asumieron”  los roles masculinos para llegar a la igualdad que ansiaban y, que eran ellas, y no los hombres, las que deberían dar los pasos definitivos, pero más de una no lo llegaría a entender. Se traicionaron a ellas mismas y mataron su alma femenina a cambio de dejarles espacio en el mundo masculino donde pasaron a ser llanamente “hombretonas”, imitando esto o aquello que chocaba de pleno con ellas mismas.

Recordemos a las grandes: Concepción Arenal y Clara Campoamor, con ropajes varoneses y poder colmar deseos e intereses por licenciaturas, sufragios femeninos dejando a un lado sus condiciones de mujer cuando vitoreaban aquello de “Señores diputados: Yo, antes que mujer, soy un ciudadano”. Aquí perdieron la partida.

Tales ideologías han calado con enorme fuerza, han provocado desprestigio e incluso desprecio de muchas otras mujeres. Pero he aquí que está naciendo un nuevo tipo de feminismo sano y, son las mujeres que sobradamente  son tan capaces como el hombre de llegar a lo más alto de la carrera profesional con brillantez y eficacia.

También empezamos a ver hombres que han apostado por ladear su brillante profesión para que resplandezca su esposa en una multinacional empresa y así toda clase de mestizajes que auguran nuevos tiempos y sepultan a las que con auténtico desaire ideológico medio llenan las calles con publicidad proveniente de los gobiernos de medio pelo progresistas y de otros que proceden del acomplejamiento neoliberal.

Existen muchas capacidades innatas en las mujeres, casi todas acentuadas por la maternidad, siendo cada día más un valor en alza en todos los sectores de la economía del presente siglo y tengamos por seguro que, antes o después, el tiempo lo dirá, aportarán soluciones imaginativas e ingeniosas formas de actuación inimaginables para el uso masculino. Así, estamos en el momento de reivindicar que la actividad profesional se adapte a la condición femenina y no al contrario. El nuevo y brillante feminismo y muchos hombres así lo vemos.

Hemos de recuperar, de reclamar nuestra “memoria histórica” exigiendo la devolución de la integridad y dignidad femenina, algo sin lo cual ninguna mujer puede alcanzar su equilibrio personal, su felicidad y, sólo comprendiendo su verdadera esencia, la mujer puede tomar las riendas de su vida.

Hemos de mentalizarnos que la mujer sólo alcanzará su verdadera realización cuando se comporte con autenticidad respecto de su condición femenina. Lo que se nos vende estos días son marionetas sin oficio ni beneficio a las que hemos de tener compasión y guardar distancias. 

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