Cada cuatro años, por designios de la magia, el voto que dimos hace “ese tiempo” ha vuelto a nuestros bolsillos. Miramos lo realizado, observamos los distintos líderes, sus diversas trayectorias, estudiamos qué se ha realizado y cuánto ha habido de cuento, pero ello, sin que el corazón nos estorbe y con la cabeza alta y lúcida.

A todos nos duele España, pero no todos los que se echan al ruedo político nos sirven para el espectáculo que desean brindarnos. Nuestras preguntas: ¿para qué sirve mi voto si me animase a ello? ¿sería capaz de dar un nuevo giro de voto ante nuevos tiempos y nuevas situaciones? Todo es posible.

Aunque a nuestro país no hay día que nos suelten palizas de toda clase, aunque nos deseen triturar ideológicamente, aunque nos llamen de todo, en España sigue habiendo un buen grupo de españoles con un ADN más que especial, precisamente de los que reciben palos legislativos, psíquicos y muchos más y ellos son el mundo cristiano. Muchos de ellos, engañados cada cuatro años, son llevados al matadero vendiéndoles lo mejor del mercado y políticamente correcto.

Para todos ellos, no solo cristianos sino gente de buena fe, son muchas veces incómodos en la vida pública, e incluso, no otorga ninguna ventaja política. Pero no me convence tal argumentario. Al hablar de “voto cristiano”, ello nos hace reducir nuestras miras, y  sean cuales sean las propias ideas políticas, un ciudadano de “buen sentir”, debe aspirar de entre ese grupo de personas a que su acción en la arena pública sea coherente con sus buenas creencias y formas de vivir. Oler a incienso no es buena propuesta.

Ello no se reduce al voto solamente. Todo recurso de un ciudadano para influir en la vida pública debe ser su acción en la vida civil, a la hora de las reuniones de la AMPAS en los centros educativos, en los distintos ambientes de empresas, asociaciones de diverso tipo, la contribución que realiza a la opinión pública y otras muchas más de carácter significativo.

Pero siendo ello lo más decisivo y cotidiano, también debe ser importante para nosotros el día de las elecciones, las reflexiones a lo largo de esta campaña, las conversaciones con nuestra familia y amigos. La política es el terreno de la negociación y del compromiso, donde los ideales ceden ante la necesidad de contar también con el apoyo de los otros, y en ciertas ocasiones, por el puro instinto de conservación del poder.

Ello, a partir de ¡ya! se acentúa ante el desconcierto en nuestro país, ante el derroche, incoherencias , corrupciones y mentiras absolutas tanto de las llamadas derechas como izquierdas.

Ustedes y yo, cualquier elector, debe contar que es muy probable que el partido al que votó en el 2019 le haya decepcionado. Y en la España de hoy, un cristiano, una mujer de buen talante, un agnóstico de auténtico corazón y muchos de esa rueda, no puede esperar que ninguno de los partidos sea portavoz de sus ideales en cuestiones que considera irrenunciables.

Entonces, en vez de preguntarnos hasta qué punto un partido va a ser un instrumento para sus aspiraciones, debe plantearse hasta qué punto un partido dejará más o menos espacio o creará más dificultades para que una persona de buena inercia, pueda vivir conforme a sus convicciones y pueda impulsar iniciativas sociales acordes con sus ideas. Y, habida cuenta de que el próximo gobierno es posible que deba contar con otros partidos para formar mayoría, también hemos de considerar con quién está dispuesto a aliarse.

Muchos son los políticos que no se sienten vinculados a las promesas realizadas para ganar el podium, será mejor juzgarlos por su ejecutoria en el gobierno que por sus programas electorales y, ahí, tanto los socialistas como populares han sido pillados en muchas ocasiones. Todos tenemos unas líneas rojas a tener en cuenta en nuestra vida y aquí, en política también: libertad de educación, justicia social, familia, la importancia de la vida y otras fundamentales hemos de buscarlas. No creo es bueno decir que voto al menos malo, aunque a veces sea prudente. 

Ahora mismo, animaría, si es posible, a ver quién defiende la vida a capa y espada. No miren a los grandes, ninguno de ellos lo llevan en su programa ni se les espera. Han surgido pequeños partidos pero fuertes, nacidos de la sociedad civil, que enarbolan esos objetivos tan importantes para la vida española que nos ha tocado vivir y sufrir. Lo mismo hay que darle un nuevo giro a ese voto político para dormir a pierna suelta.

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