FEDERICO TRILLO FIGUEROA ha dicho, aquí en Murcia, que negociar con Puigdemont puede ser un delito, si pacta con Pedro Sánchez o con algunos de sus ministros. Las declaraciones del ex presidente de las Cortes, ministro  de Defensa y superior de los servicios secretos españoles no es una boutade, sino una advertencia de un jurista de autoridad en el derecho.

Pero el campo de minas de la crisis de estado va más allá de un problema interno de nuestro país que pudiera reflejarse en el famoso cuadro de EL GRITO, del pintor Edvard Munch. Puigdemont es ya un conflicto europeo porque su viejas relaciones con Putin no  son simplemente emocionales, sino una trama insuflada desde la inteligencia rusa, una trama investigada desde hace dos años por efectivos de la Guardia Civil, sin la colaboración de los espías de la Generalidad que para más inri pagamos con nuestros impuestos, como las famosas  veinte «embajadas» catalanas  situadas en países claves que forman un bloque muy cercano al tercer mundo con intereses en la guerra de Ucrania.

La pregunta del millón que nos hacemos los ingenuos es de dónde obtiene financiación Puigdemont, unos 1. 600 millones para mantener su sede, de lujo, en WATERLOO, la ciudad belga donde reside la flor y nata de la administración europea, dando detalles francamente preocupantes como los 400 mil euros anuales que paga por un chalet alquilado de quinientos metros cuadrados.

Lo curioso es el silencio que se mantiene en las altas esferas sobre el lado oscuro de este mundo sistémico, como la mano negra del lado marroquí, que nos chulea hasta en la pesca. Y en el tráfico de drogas por el pasillo sur español que riega a la Unión Europea, un tráfico de pringados con el sultán más rico de África, que se llama Aldana, con la amenaza constante de una marcha verde de inmigrantes en Melilla y Ceuta, sin que España agite el Rif rebelde, abandonado como  el Sáhara.

Este digital,  desde hace años, ha venido denunciando reiteradamente el complot golpista catalán y sus conexiones exteriores, pero afortunadamente esta semana se ha dado a conocer un largo informe, explosivo, que pone de manifiesto los vínculos entre la inteligencia rusa y los actores principales del procés.

Las conclusiones que recoge este dosier permiten dimensionar, hasta qué punto, la preocupación en Europa y en el resto del mundo libre   respecto a las conexiones entre rusos y catalanes violentos son crecientes, sin embargo en la política española el mercadeo electoral y sus consecuencias se ignoran e incluso se venden o alquilan al mejor postor, hasta Pedro Sánchez, presidente del Consejo de la Unión Europea antepone sus intereses personales y de partido por encima de los intereses nacionales, y de otras  naciones acosadas por el independentismo  ante la duda socrática de si este personaje ha entrado en fase bipolar  o es un «topo» del otro sistema que busca un efecto dominó a escala global.

En las elecciones pasadas del 23-J los «troyanos» rusos invadieron sistemas electrónicos claves de nuestro país y se supone que influyeron en la alta abstención de votantes, un treinta por ciento, sin pegar un tiro y poco riesgo.

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