Solo porque la mítica película que nos sigue subyugando, CASABLANCA, Marruecos se merece nuestro respeto, y hasta nuestro amor aunque sea un matrimonio con problemas, con España, no un divorcio emocional.

Este país en el que he vivido más de veinte años merece otro destino que el actual, donde una monarquía impregnada de fanatismo religioso utiliza el arma sibilina de una diplomacia hipócrita y una política social denigrante, donde los ricos son muy ricos y los pobres muy pobres, y el que quiere ser libre es conducido a cárceles de esclavos, como las gentes del Rif, Sáhara y el Atlas con sus casas de adobe ahora machacadas por un terremoto anunciado desde años, como  aquel otro de Agadir en el que murieron diez mil personas.

Mueren los de siempre en una nación gobernada por el jefe de estado más rico de ÁFRICA, jefes militares corruptos y una gendarmería con mano  de hierro, sucesor de aquel otro sultán, HASSAN II  que arrasó cualquier vida, cultura, lengua y sanidad de origen español.

Pero hoy llora el buen pueblo marroquí y nosotros les acompañamos en el sentimiento, noble y generosa y políticamente para evitar un golpe islamista. Pero esta crisis de ya un siglo debe tener una solución, no la del chantaje permanente en las fronteras de Melilla y Ceuta, a miles de pescadores, el alquiler europeo, la falsa protección norteamericana y  la agonía de millones de ciudadanos magrebíes pobres, es decir, la modernización de un Marruecos nuevo, joven, libre  y socialmente aceptable.

Vale la monarquía pero la útil, pragmática y justa que probablemente levante el hijo mayor de Mohamed VI.

Nos alegramos de la ayuda al pueblo marroquí, se lo merece porque sufre una calamidad insoportable, es hora de luto y amargura, pero sería digno, por nuestra parte, que la ayuda europea se extienda así mismo a LIBIA donde un diluvio total ha ahogado a miles de muertos y desaparecidos, otro pueblo destrozado por la política en una guerra civil  que ya dura veinte años, con el apoyo encubierto de las grandes potencias mundiales que atacan en todos los frentes africanos, en medio de una pandemia de hambre y horror.

Este  régimen dictatorial de una monarquía sectaria es un sistema que cuenta con el apoyo-incondicional de Pedro Sánchez y el amo, el presidente Biden, y de la coalición de extrema izquierda con sus separatistas. Una vergüenza.

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