Aunque las aguas mentales de nuestros ríos se salgan de madre siempre existirán personas y organizaciones que de maneras más que formidables realizarán auténticas exquisiteces para que todo vuelva a su cauce. El Humanismo Cristiano es uno de ellos, de esos que luchan en los diferentes cauces y frentes para que se produzcan verdaderos vergeles donde una de las vegetaciones que más deseamos controlar es la “dignidad del ser humano y los Derechos Humanos”, tema que ni Europa ni la misma España vigilan ni la ansían por ahora. 

Sabemos que llevamos en nuestras alforjas bases sólidas y constructivas frente a desmadres ideológicos y tecnócratas de grandes élites cuyo fin todos los sabemos. Los seres humanos llegamos a puntos comunes, pero no con la misma significación cuando hablamos de: la protección de los Derechos Fundamentales, la defensa y dignidad del ser humano y, la promoción del bien común. 

Para todos, mantener despierta la sensibilidad por la verdad es crucial e invitamos una y otra vez a la razón a buscar la verdad allí donde esté, aunque sabemos que es la verdad quien busca a todo ser y no al revés. Los derechos humanos son la esencia principal de Occidente, ayer y hoy, aun a costa en   galimatías que se desean imponer desde Bruselas.

Es para Valores y su equipo de políticos un gran resultado hacia una convergencia de tradiciones religiosas y culturales, todas ellas motivadas por el deseo común en poner a la persona en el corazón de las instituciones, leyes y actuaciones en la sociedad, y de considerar al ser humano esencial para el mundo de la cultura, de la religión y de la ciencia.

Valores reconoce que estamos ante una realidad esperanzadora, y es que, cada vez más, los derechos humanos procuramos presentarlos como el lenguaje común y el sustrato ético de las relaciones europeas, internacionales. Son universales para el ser humano, sujetos de estos derechos y, aplicándose a cada uno en virtud del mismo origen común de la persona, la cual sigue siendo el punto más alto del designio de los cielos en la tierra hacia el mundo y la historia.

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Sabemos que el mérito principal de tales derechos es el haber permitido que estén los valores, sus derechos, culturas, mundo jurídico y modelos institucionales.

Así, estamos ante derechos que se basan en la ley natural inscrita en el corazón de la persona y presente en las diferentes culturas y civilizaciones. Arrancarlos de este contexto significaría restringir su ámbito y ceder a una concepción relativista, según la cuál el sentido y la interpretación de los derechos podría variar.

Tras el principio como derecho universal, el de Indivisible, indivisible ante los nuevos desafíos y, como tercer apéndice de ellos, el que es de Discernimiento, es decir, sería un error retroceder hacia un planteamiento pragmático limitado a determinar un terreno común, minimalista en los contenidos y débil en la efectividad.

Este elenco del mundo de los Derechos Humanos que nos inspira el Humanismo Cristiano sabemos que anda por los antípodas o algo más lejos de la propia UE. Ante la concepción de unos “derechos humanos fuera de toda cobertura”, ya vamos quedando pocos en los que pensamos y ansiamos unos derechos en búsqueda de la verdad a través de la razón.

En ello estamos y pensamos seguir en esta batalla que de antemano está ganada pero que hemos de batallarla día a día. Mientras, la UE, en los cerros de Úbeda. 

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