Sí, tan temprano, cincuenta y cuatro años, se nos ha muerto sí, a nosotros, a muchos, a tantos y tantos. Escribía cargada de poesía y amaba a las estrellas —también a José M. su marinero mágico—, se llamaba ALBA, y bebía y bebía, hasta tequila que mata mejor, malos tragos de mar, alcoholizada, una entre tres millones de adictos emborrachados de penas del alma con el alcohol, la droga social legalizada, y los enganchados que vuelan aturdidos entre la masa joven sin futuro.

Era guapa con un pasado «especial» como otras sin salidas ya en unidades de CONDUCTAS ADICTIVAS en el hospital madrileño 12 DE OCTUBRE, grupos específicos de mujeres porque el alcoholismo en las mujeres tiene características especiales y la falta de apoyo de una sociedad y familias embriagadas en el hedonismo político y feminista ultra, estalla la violencia incluso interior, un infierno.

El consumo de alcohol a medio plazo produce una actividad degenerativa del sistema nervioso rayando el deterioro mental y hasta la locura, más tarde el consumo frecuente causa enfermedades crónicas y serios problemas como la tensión arterial, alteración del carácter, agresividad en su propio entorno, problemas sexuales, cáncer, incapacidad laboral y efectos devastadores con trastornos del pensamiento, falta progresiva de la memoria y en las mujeres situaciones emocionales muy acusadas.

El final es el alcoholismo incontrolado con ansiedad, depresiones y necesidad de beber sin freno.

SI, sí, sí ha muerto Alba cuando la furia salvaje del alcohol crece en nuestro país embriagado, el tercero de la Unión Europea donde ya se mata por casi todo, y en las calles españolas se dan batallas a cuchillo porque la droga política de la desinformación es una estrategia de luto.

Millones de familias se desmoronan, es un objetivo a batir, y hay miles de ancianos que solos, se derrumban en la soledad abrazados a una botella y terminan suicidándose día a día. SIN PERDÓN.

 —Edith Piaf – «Non, Je ne regrette rien»—

—Soñé que era nave
sobre un mar de lágrimas
que a un suspiro tuyo
me embriagabas de estrellas
lejanas, y bebía de tus ojos
mágicos sorbos de amor
navegando entre tus manos...

Y cuando hundo mis labios
entre los tuyos
me emborracho de vida
setenta años después
sin el alcohol de la ira.
    
       — J.J. Cano Vera

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