CUANDOS LOS PREJUICIOS AFECTAN A UN PAIS: EL CASO DREYFUS

Mucho se habla del antisemitismo y el nacionalismo desbordado del que hizo gala la Alemania

Sección Histórica 27/06/2021 Carlos Llanas
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Mucho se habla del antisemitismo y el nacionalismo desbordado del que hizo gala la Alemania de los años 30 del siglo XX, pero podemos decir que Hitler es el resultado de esa Europa de finales del siglo XIX y principios del XX de fuerte orgullo nacional y que seguía usando al Judío como chivo expiatorio para sus problemas. El gran ejemplo lo tenemos con el escándalo que se vivió en la Francia de esa época; un escándalo que sacudió a Francia a todos los niveles. Hoy hablaremos del Caso Dreyfus.

 Una nación malherida y una carta

A finales del siglo XIX tenemos una Francia, y una Europa en general, de un fuerte carácter antisemita. Como es típico en el argumentario contra el pueblo judío, la sociedad, muy influenciada por una prensa sin límites y sin escrúpulos a la hora de publicar lo que serian fake news, les acusaba de avariciosos, de elementos perturbadores del país, de mala influencia para el pueblo francés, de ser considerados un pueblo extranjero, etc.

Este antisemitismo, tal como hemos dicho, se unía a un fuerte carácter nacionalista, muy acentuado en Francia tras los últimos desastres que estaba viviendo el país. Entre 1870 y 1871, Francia había perdido ante el Imperio alemán la Guerra Franco-prusiana y tuvo que ceder las regiones más que disputadas entre Francia y Alemania de Alsacia y Lorena. Tras esta derrota, Napoleón III había perdido su poder y se había exiliado a Londres tras la llegada de una Tercera República muy débil y con una opinión pública muy dividida y enfrentada entre republicanos y monárquicos.

Con este clima de tensión llegamos a septiembre de 1894. Han pasado 23 años des del final del conflicto armado entre el Imperio alemán y Francia. Una limpiadora de la embajada alemana en París encontró una carta escrita en papel de cebolla y desgarrada en seis partes que informaba sobre los movimientos del Estado Mayor de Francia y pretendía enviar documentos confidenciales del ejército francés. La limpiadora era madame Bastian, una mujer que no sabía ni leer ni escribir y que, gracias a eso, era agente del servicio de espionaje francés. 

La misión de esta mujer era recoger documentación de los alemanes y pasársela al comandante Hubert Joseph Henry.

Como cada día, la señora Bastian le entregó la documentación que había encontrado en las papeleras a Henry y cuando este vio la relevancia de este hallazgo, rápidamente se convocó una reunión urgente donde participaron el primer ministro francés Charles Dupuy y el ministro de Guerra Auguste Mercier, entre otros. El ministro Mercier encargó a Jean Sandherr, jefe del servicio secreto, la tarea de encontrar al espía. Por desgracia, Sandherr era fuertemente antisemita y nacionalista. Con estos antecedentes, la investigación apuntaba a una sola persona: al capitán de artillería Alfred Dreyfus: judío y alsaciano.

El ministro Mercier no se opuso a esta acusación, ya que era hostigado por parte de la prensa conservadora y nacionalista que le recriminaba que permitiera la entrada de judíos al ejército. Finamente, el 15 de octubre 1894, Alfred Dreyfus era detenido. Sin embargo, no existían pruebas suficientemente sólidas como para probar la culpabilidad del militar.

Ante esta situación, el comandante Hubert Joseph Henry trató con el diario nacionalista, conservador y antijudío La Libre Parole que publicó la noticia de que un militar judío estaba arrestado por traición. La respuesta no se hizo esperar: la sociedad francesa se indignó y condenó a Dreyfus. Vista la presión popular, se inició un consejo de guerra contra Alfred Dreyfus.

Un juicio injusto y el giro inesperado

En diciembre de 1894, se inicia el juicio militar contra Alfred Dreyfus, acusado de alta traición por transferir información confidencial a los alemanes. Dreyfus estaba defendido por el gran abogado Edgar Demangey el juicio duró dos meses.

Durante el tiempo que duró el juicio, mientras la prensa antijudía justificaba sus teorías de la conspiración y vertían mentiras sobre la vida personal de Dreyfus, el joven militar y su defensa demostraban a base de argumentos y testigos una inocencia clara ante unas pruebas incriminatorias sin base ni contenido. Se trató de demostrar que Dreyfus había escrito la carta a través de pruebas grafológicas en las que se veía que la letra de Dreyfus no se parecía en nada a la del documento.

Aun así, el falso experto en grafología Alphonse Bertillon defendía la teoría de la auto falsificación: Dreyfus estaba forzando su letra para que no fuera igual a la de la carta encontrada por madame Bastian. Finalmente, el comandante Henry juró en una declaración teatral de que Dreyfus era un traidor. Los jueces se retiraron a deliberar sin un veredicto claro. Viendo que Dreyfus podía ser absuelto, Henry volvió a usar el juego sucio y presentó, saltándose los procedimientos judiciales, un dosier con presuntas comunicaciones interceptadas del acusado con los alemanes.

Los jueces regresaron a la sala tras ver esas “pruebas” y dieron su veredicto: Alfred Dreyfus era declarado culpable por alta traición y, por lo tanto, era condenado a ser degradado de su rango militar, expulsado del ejército y deportado al recinto fortificado de la Isla del Diablo, cerca de la Guayana francesa. Tanto la opinión pública como la gran mayoría de la prensa aplaudieron y dieron por cerrado el caso. Pero todavía quedaría mucho antes de cerrar el caso.

En 1896, dos años después del juicio, el caso volvía a resurgir gracias a la mujer que lo destapó. Madame Bastian, en marzo, interceptó y entregó al nuevo jefe del servicio de inteligencia, elcoronel Georges Picquart, una tarjeta telegrama dirigida al comandante Ferdinand Walsim Esterházy. Picquart, nacionalista y antisemita, investigó y revisó por su cuenta el juicio a Dreyfus y, junto con la prueba, se dio cuenta de que se había condenado a un inocente. 

Picquart comunicó su hallazgo al Estado Mayor que le dijo que lo olvidara. Sin embargo, otra persona estaba ya trabajando para la liberación de Alfred Dreyfus: Mathieu Dreyfus, el hermano. Mathieu llegó a hablar con el vicepresidente del Senado Auguste Scheurer-Kestner, quien, de la mano del abogado y amigo de Picquart Louis Leblois, recibió los resultados de la investigación del comandante.

Sin embargo, el senador no podía emprender acciones sin una prueba más clara. Esa prueba la consiguió Mathieu: publicó la carta en un diario y un banquero afirmó reconocer que esa letra era de su cliente Ferdinad Walsim Esterházy. 

Gracias al testimonio aportado por el banquero, Mathieu Dreyfus denunció ante los tribunales militares al comandante Esterházy y el Estado Mayor se vio obligado a celebrar un juicio militar contra el comandante por alta traición. El juicio se celebró el 10 de enero de 1898. Alfred Dreyfus llevaba en prisión 3 años. El juicio fue a puerta cerrada y con pruebas falsificadas en favor del acusado. Finalmente, Esterházy fue absuelto de los cargos entre aplausos.

 J’accuse!
Tras la absolución de Esterházy, el primer ministro francés Jules Méline declararía que “No existe ningún affaire Dreyfus”. Esas palabras solo confirmaban la creciente hipótesis de intelectuales y de una parte de la sociedad francesa de que Dreyfus era inocente. Esto trajo enfrentamientos entre la izquierda defensora de Dreyfus y la derecha antisemita acusadora de Dreyfus. Entre los intelectuales más reconocidos que creían a Dreyfus estaba el gran escritor Émile Zola. E

l día 13 de enero, tres días después del juicio, Zola escribió en el diario L'Aurore el artículo titulado J’accuse! (¡Yo acuso!). Este artículo era una carta abierta al presidente de la República Francoise Félix Faure; en la cual, Zola denunciaba, con nombres y apellidos, a miembros del Estado Mayor y del gobierno y los culpabilizaba de llevar a cabo una investigación nefasta y un juicio injusto contra una persona inocente. Por este artículo, el escritor fue llevado a juicio y condenado a un año de prisión y a una multa. Zola huiría a Londres donde moriría en 1902 en extrañas circunstancias.

En verano de ese año 1898, la Izquierda republicana ganaría las elecciones generales. Con el nuevo panorama político, el coronel Picquart publicó toda su investigación del año 1895, el comandante Hubert Joseph Henry sería detenido y lo confesaría todo. Horas más tarde, lo encontraron degollado en su celda. Por su parte, Ferdinad Walsim Esterházy huiría a Gran Bretaña.

Con todo esto, el 7 de agosto de 1899, se celebró en Rennes la repetición del juicio con Alfred Dreyfus presente y envuelto en un clima de tensión fuera de los juzgados entre sus partidarios y detractores. Tras un mes de juicio, el tribunal volvió declarar culpable a Dreyfus de traición, pero con una condena atenuada con diez años de trabajos forzados. Al día siguiente, Dreyfus presentó un recurso y el primer ministro Waldeck-Rousseau le concedió el indulto a cambio de aceptar su culpabilidad, hecho que le costó de aceptar, pero que hizo para acabar con todo el asunto.

Unos años más tarde, en 1906, el gobierno decretó una ley de indulto general a todos los involucrados con el Caso Dreyfus y Alfred volvió al ejército como comandante. Finalmente, Dreyfus participaría en la I Guerra mundial (1914-1918) como oficial de Reserva. Dreyfus moriría en 1935.

Y de esta manera acaba una de las injusticias judiciales más grandes de la historia de Francia que nos enseña cuan cruel puede ser el ser humano y sus prejuicios.

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