Una, grande y libre

 Joder, que nochecita. Me he pasado la noche entera dando vueltas en la cama. Aparentemente, tenía que ver con los veintinueve grados que marcaba el termómetro de mi dormitorio y con que, a pesar de tener abiertas todas las ventanas de la casa, no corría ni una brizna de aire; Pero no. Después de varias horas de insomnio he comprendido que era el teclado del Mac el que me estaba llamando.

 A veces tengo la sensación de que estoy en modo avión, o sea, insensible a los estímulos externos que pugnan por entrar en mi cabeza. Otras veces sin embargo, como esta noche, soy un bullir de pensamientos que, si no disperso de forma controlada, pueden hacer que la cabeza me estalle en cualquier momento, como una olla a presión averiada.

 Así que, sucumbiendo a lo inevitable me he levantado y aquí estoy, en domingo, escribiendo cuando debería estar en la piscina huyendo del calor bochornoso del mes de julio en Madrid.

 Ha sido esta una semana extraña. Tras los convulsos primeros días de Julio, el fragor informativo parecía adormecido. Sin embargo, en los últimos días han ocurrido varias cosas que, creo, merecen ser reseñadas.

 Por si no se han enterado, lo cual me parece lógico, esta semana hemos sufrido en Madrid otro episodio luctuoso de violencia entre jóvenes. No obstante, muy al contrario del asesinato cruel del joven Samuel en Coruña, este suceso apenas ha tenido reflejo en los medios nacionales. Como ya dije en el caso del joven canario, el motivo del asesinato cruel de este muchacho, Isaac, de tan solo dieciocho años, es lo de menos.

Bajo mi punto de vista, lo relevante es que, nuevamente, a una persona joven, en los inicios de su existencia, le han arrebatado la vida de forma violenta y vacua. Sin embargo, Isaac no ha sido objeto de titulares grandilocuentes y de opiniones y comentarios por parte de los insignes miembros de nuestro gobierno.

 Isaac era un hombre, heterosexual y español. Desde este punto de vista, el gobierno y sus medios afines no podían sacar tajada de su muerte. No se podía hacer bandera del delito de odio, dado que era heterosexual. Tampoco podían aludir a la violencia de género, dado que era hombre y, por supuesto, no se podía denunciar el racismo, puesto que era español. Así que, el asesinato de Isaac no ha interesado a la progresía y sus medios afines, quedando, prácticamente, en el ostracismo informativo.

 Una vez más, es lamentable ver a qué tipo de propaganda nos están sometiendo.

 Otra noticia ninguneada de esta semana ha sido la sentencia a la manada de Callosa d´en Sarrià . Se trata de cuatro jóvenes que llevaron a cabo una violación grupal el día de año nuevo de 2019 en esta localidad. Muy al contrario del caso de la manada de Pamplona, en el que se hizo pública la identidad de los acusados hasta el punto de que todos conocemos sus nombres y hasta su filiación, nada ha trascendido de las identidades de estos delincuentes de Callosa.

Cabría deducir que esto ha sido porque, a tenor de las imágenes, los agresores de Callosa son, claramente, sudamericanos, al contrario de los de Pamplona, que tuvieron la desfachatez de ser andaluces.

 Los delitos cometidos por extranjeros, mayoritariamente sudamericanos y magrebíes, no trascienden. Va contra la progresía señalar al extranjero, es racismo. Pero, si ocultamos este dato, estamos mediatizando y faltando a la verdad.

 Para rematar la semana, el pueblo cubano se ha levantado, por fin, contra los dictadores que atenazan su existencia. Muchos de nuestros ministros e insignes miembros del gobierno han hecho valoraciones al respecto, pero contra toda lógica ha sido para apoyar a los dictadores que, según ellos no son tal cosa, sino revolucionarios.

 Va a resultar que, en el caso de estos gobiernos totalitarios, si son de derechas son dictaduras. Si son de izquierdas, son camaradas revolucionarios. A ver si cunde el ejemplo de Cuba y salimos a la calle de una puñetera vez.

 Estos ministros diplomados en EGB que nos está tocando sufrir son un lastre inamovible para el avance de España. Para rematar la semana, Yolanda Díaz, Ministra de trabajo y economía social y, a la sazón, vicepresidenta del gobierno, nos ha pedido que dejemos de hablar de patria, en beneficio de la palabra “ matria “, que, por supuesto, se ha inventado.

 Debe ser que estos podemitas tienen una especie de competición, a ver quien dice la gilipollez más grande. Si no, no se entiende. Pregúntenle, si tienen dudas, a los representantes de la industria cárnica, que están muy contentos con las declaraciones de Garzón de la semana pasada.

O puede que esta señora, o al menos yo lo creo, tenga una neurona en el lóbulo frontal y otra en el occipital, haciendo imposible la conexión entre ambas. No obstante, de vez en cuando le da un chispazo y nos suelta estas chorradas. Si el lugar de una ministra se tratase de un ministro, atendiendo al lenguaje inclusivo, diría que es “ gilipollos “; pero como se trata de una señora y yo soy un caballero, me voy a ahorrar tal valoración.

 Mi Patria es mi Patria y no voy a consentir que estos desarrapados que se han colado en el peor gobierno de nuestra historia me digan como tengo que llamarla. Estoy echando mucho de menos aquellos tiempos en los que España era una, grande y libre. No como ahora, que España es muchas, pequeñas y sometidas.

 Estos incultos que ahora nos desgobiernan pensarán que estoy aludiendo al franquismo. Muy al contrario, estoy recordando los tiempos en los que es España no se ponía el sol, en los que fuimos un imperio.

 Aunque estos descerebrados lo desconozcan, los españoles nos hemos batido en las trincheras de Flandes, en Cuba, en Filipinas, hemos navegado los océanos y los mares de todo el planeta, para mayor gloria de nuestra querida Patria, para que ahora venga una desinformada a decirnos que hay que cambiarle el género.

 Si no saben gobernar, si no están capacitados, deberían dejar paso a nuevas opciones. No es que yo quiera un gobierno de tecnócratas, pero lo que tenemos ahora es una caricatura.

 No hace mucho, un amigo insigne que habitualmente lee mis artículos, me dijo que era valiente, por hablar de estas cosas sin ambages. No creo que sea valentía, sino una obligación.

 Además, ¿ por que habría de tener miedo ?, Somos una democracia.

 ¿ O no ?.