Bueno, pues esta semana hemos empezado a ver la luz al final del túnel.

 Esto está bien, pero la verdad es que empieza a recordarme a un viaje en autocar que, en cierta ocasión, realicé junto a mis padres y mi hermano. En el trayecto, que se desarrollaba entre Suiza y el norte de Italia pudimos contar, a modo de anécdota, cinto setenta y cinco túneles, ni más ni menos. Hay que tener en cuenta que es un viaje mayoritariamente de montaña, por lo que la única manera de realizar esta increíble carretera helvética fue traspasando las distintas colinas y montañas que le salían al paso.

 Cabe preguntarse, entonces, si el trayecto actual de nuestra denostada España es, igualmente, un recorrido alpino, en el que no cesamos de entrar y salir de túneles. Está muy bien ver la luz, pero cuando llegas a ella, te das cuenta de que, sin mucho tardar, volverá la oscuridad.

 Dejando al margen la crisis sanitaria, me estoy refiriendo a otros avatares y acontecimientos que no dejan de empañar, actualmente, los telediarios. No los de la cadena pública, claramente mediatizada por el gobierno o sus socios, como en cualquier dictadura, sino en los pocos medios que aún, a costa de nuestra seguridad y nuestros prestigio, como en todas las dictaduras, insisto, nos dedicamos a contar la verdad.

 No estoy acusando a RTVE de contar falsedades, que también, sino, precisamente, de no contar lo que no interesa, tergiversando a su antojo la información, ocultando datos como la nacionalidad de determinados delincuentes cuando no interesa a la progresía y haciendo caso omiso de noticias que no son políticamente amortizables para la causa.

No obstante, hoy me ocupa otro tema.

 Para poder ponernos en situación, habría que decir que desde que el partido Neo comunista de la pijiprogre señorita Pepis, o sea, Doña Irene Montero y sus acólitos ha entrado en las instituciones, hemos generado una corriente de permisividad disfrazada de tolerancia que nos está costando muy cara.

 Esta misma semana, ayer para más señas, hemos tenido el ejemplo de las fallas de Valencia.

 Resulta que la comisión fallera de la falla Conde de Gaeta-Pobla de Farnals decidió, en el último momento, indultar del fuego una figura de una mezquita y una media luna musulmana que formaban parte de la obra, a petición de la comunidad musulmana valenciana.

 Según se interpreta de esta actuación, habría que haber salvado del fuego todas las fallas que, a lo largo de su historia, han representado símbolos cristianos, curas, monjas, el propio Papa. No nos cabrían en el museo los ninots, dado que las fallas, representación satírica de la sociedad del momento, han tocado en numerosísimas ocasiones estos temas religiosos.

 Y así debe ser, La sátira, la ironía, son dos armas fundamentales de la inteligencia para quitarle hierro a las cosas que, habitualmente, se tratan con gravedad. Para mí, son dos cualidades imprescindibles en el ser humano y, desde aquí, me atrevo a decir que quien carece de capacidad para la ironía, no es una persona completa, es un analfabeto emocional.

 Cabe deducir, entonces, que los musulmanes no tienen capacidad para la sátira y la ironía. Probablemente, tampoco para la inteligencia, ni la emocional ni la otra. Pero la culpa de que estas cosas ocurran no la tienen los musulmanes. Los musulmanes están en su derecho de pedir lo que les plazca, pero son las autoridades competentes las que tienen la capacidad de no ceder ante cualquier gilipollez que se les ocurra.

 España es, por historia, por educación y por fe un país básicamente católico. Es verdad que no cabe otra que doblegarse al multiculturalismo, pero este ha de respetar las costumbres y tradiciones locales y, por supuesto, las leyes.

 El otro día, nos merendamos con un tuit de Elisa Beni, pseudoperiodista, agitadora de taberna, como Hitler, que expande su escoria a través de distintos medios. Uno de ellos, el programa de Julia Otero, otra sectaria, charnega, que se avergüenza de su origen y quiere ser más catalana que el párpado caído de Junqueras.

 El tuit en cuestión, tal y como apareció en la red social, hacía alusión a que es “ intolerante “ expulsar a unos jóvenes extranjeros que habían cometido una violación, porque, más o menos, en su país es normal este tipo de acciones.

 Estas actitudes de ultra progresía mal entendida están trayendo unos lodos que están sepultando España. Baste ver el caso de los llamados Charmiles, jóvenes de origen marroquí, que tienen aterrorizada a la población de Barcelona. Ayer mismo, le cortaron las orejas a una anciana para robarle los pendientes.

Seguro de Elisa Beni opina que los pobres chavales que sabían, si en su país es normal cortarle las orejas a una mujer cuando te viene en gana, pero el caso es que para toda esta morralla residente en España, la leyes vigentes son las españolas y las costumbres sociales que chocan con las nuestras, deberían dejarlas para el interior de sus casas, ya que yo quiero que en el comedor del colegio de mis hijos se siga sirviendo cerdo, y ya lo veo peligrar.

 Vivimos actualmente una España en la que cualquier alcalducha puede decidir derribar una cruz católica, parte de un monumento histórico artístico, además, sin contar siquiera con un pleno del ayuntamiento, pero no podemos quemar una reproducción de una mezquita en las fallas. Al Rey, si. Incluso al Papa, pero una mezquita no.

 Creo que ya es hora de poner en claro ciertos conceptos, y de aplicar la ley en toda su extensión. Y de informar cuando sean extranjeros los que cometen los delitos, del mismo modo que se informa si el violador, por poner un ejemplo, es de Sevilla o de Valladolid.

 Todo esto solo puede traer problemas, porque los españoles somos muy laxos, muy pacíficos, las dos primeras veces que nos tocan los huevos. Pero a la tercera, va la vencida. Y esta advertencia vale tanto para los jóvenes magrebíes como para los miembros del gobierno. No nos toquen los cojones, que cuando un español pierde el oremus y se lía a ostias, solo puede quedar uno, como en los inmortales.

 Así que, si un musulmán no quiere comer jamón en España, que se lleve un Tupper.

 Amén.