Fondos de EE.UU. financiaron modificaciones geneticas del coronavirus en Wuhan

Una subvención del Instituto Nacional de Salud financió la modificación genética de coronavirus de murciélago

Noticias 03/10/2021 ELML
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Ahora se tiran los trastos a la cabeza por el coronavirus. Pero hubo un tiempo, no muy lejano, en que Estados Unidos y China colaboraban en el estudio y prevención de las pandemias. Además, lo hacían precisamente en el lugar donde hoy recaen muchas de las sospechas sobre el origen de esta última: el Instituto de Virología de Wuhan. Por extraño que parezca ahora, dinero público estadounidense financió modificaciones genéticas de coronavirus de murciélagos en su «superlaboratorio P4» de máxima seguridad y en el Centro para Experimentos Animales de la Universidad de Wuhan.

Así lo revelan 900 páginas de documentos de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) que el medio digital de investigación estadounidense ‘The Intercept’ ha conseguido gracias a una demanda en los tribunales. Aunque el NIH se negaba a entregar esta información, que fue solicitada en septiembre del año pasado, finalmente ha tenido que hacerlo obligada por el Acta sobre la Libertad de Información.

 Riesgo de contagios
El descubrimiento más importante es que el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Contagiosas, que dirige el epidemiólogo jefe de EE.UU., Anthony Fauci, concedió entre 2014 y 2019 una subvención de 3,1 millones de dólares (2,6 millones de euros) a la organización EcoHealth Alliance para que investigara el riesgo de contagio en humanos de los coronavirus de murciélago, como había ocurrido con el SARS en 2002 y sucedió en 2015 con el MERS.

De ese dinero, unos 750.000 dólares (636.500 euros) fueron para el Instituto de Virología de Wuhan, ya que el presidente de EcoHealth Alliance, el zoólogo británico Peter Daszak, trabaja habitualmente con dicho centro por almacenar las mayores muestras de coronavirus de murciélagos, que abundan al suroeste de China y en países vecinos como Myanmar (Birmania), Vietnam y Laos. Daszak, que desde el principio ha descartado la fuga de laboratorio, forma parte del equipo de expertos que a principios de año investigó el origen del coronavirus en Wuhan.

A tenor de ‘The Intercept’, otros 300.000 dólares (254.500 euros) se destinaron a la Universidad Normal del Este de China, en Shanghái, para que sus investigadores tomaran muestras sobre el terreno. Bajo el título ‘Comprendiendo el riesgo de la emergencia de coronavirus de murciélago’, el proyecto incluía también analizar a personas expuestas a la vida salvaje, proyectar modelos matemáticos y llevar a cabo experimentos de laboratorio. Su objetivo: descubrir nuevos coronavirus capaces de infectar al hombre y con potencial para desencadenar una pandemia.

 En uno de sus experimentos, llevado a cabo en el laboratorio de nivel de bioseguridad 3 de la Universidad de Wuhan, los investigadores fusionaron genéticamente las espículas de nuevos coronavirus de murciélago con el cuerpo de otro ya conocido. Crearon así lo que en ciencia se denomina un virus quimera, que se reprodujo más rápidamente y causó una enfermedad más severa en los pulmones de unos ratones que también habían sido modificados genéticamente con células receptoras humanas para estudiar su comportamiento.

Como consecuencia de dicha enfermedad, los ratones inoculados con este virus quimera perdieron más peso que los que recibieron el que no estaba manipulado. Un efecto que algunos científicos consideran suficiente para denominar a este experimento como una «ganancia de función». Así se conoce a la controvertida técnica de volver un virus más potente para luego buscar una vacuna, que muchos expertos denuncian por el riesgo de que haya una fuga del laboratorio.

 Pero otros virólogos consideran que tal experimento no cumple exactamente los criterios técnicos de una «ganancia de función» porque no se demostró que dicho virus quimera fuera más contagioso que el original ni que fuera peligroso para los humanos. Tampoco lo creyó así el Instituto Nacional de Salud estadounidense, que no detuvo el experimento pese a que, en los primeros días, la carga viral del nuevo coronavirus llegó a ser 10.000 veces superior a la del original, pero al final acabaron equilibrándose.

Tanto el NIH como el doctor Fauci insisten en que EE.UU. no financió experimentos de «ganancia de función» en Wuhan. Pero la modificación genética de dichos coronavirus vuelve a suscitar muchas preguntas sobre las investigaciones que se llevaban a cabo en los laboratorios de dicha ciudad.

Precisamente, una de las sospechas que pesa sobre el Covid-19 es que pudo haberse escapado por accidente del Instituto de Virología de Wuhan o de alguno de los otros laboratorios de la ciudad que también trabajan con coronavirus de murciélago.

Casualidad o no, uno de ellos, el del Centro de Prevención y Control de Enfermedades (CDC), está a menos de 300 metros del infame mercado de Huanan, que fue uno de los primeros focos de la epidemia. Aunque los virus manipulados en Wuhan están lejos genéticamente del SARS-CoV-2 que ha desatado la actual pandemia, dichos experimentos vuelven a disparar todas las sospechas sobre lo que se hacía en sus laboratorios.

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