Como la psicopatía de Francisco Javier Almeida López de Castro, el asesino de Logroño, o la de Noelia de Mingo, la asesina de la Jiménez Díaz y de El Molar, no son razones suficientes para medicarles obligatoriamente e internarles en un centro especializado para que dejen de asesinar a niños y adultos, Unidas Podemos y el PSOE han presentado una proposición de ley para que sean los propios enfermos mentales los que decidan su proceso.

El texto de los dos socios que nos desgobiernan es una muestra indignante de ineptitud e irresponsabilidad porque propone que los enfermos mentales no sean obligados a recibir tratamientos médicos ni a recluirles en centros especializados si llega el caso, sino que sean ellos quienes decidan medicarse o no.

Por aterradoras razones de conveniencia política, amparadas en el mantra de “la pobreza y la opresión social”, juegan con la salud y la vida de estas personas vulnerables y en lugar de disponer para ellas de más hospitales, más psicólogos y más psiquiatras con lo que tratar sus dolencias y evitar que en sus ataques maten a otras personas como lo han hecho Almeida y De Mingo, deciden, simple y llanamente, que campen por sus respetos y que en sus desvaríos asesinen a todo el que se cruce en su camino.

Esta ley suicida que pretenden aprobar entronca con las consecuencias que están teniendo en la ciudad de San Francisco políticas similares de la izquierda norteamericana. Según el periodista Michael Shellenberger, presidente de la organización Environmental Progress, las condiciones de algunos barrios de San Francisco son peores que las chabolas de Mumbay.

Para el autor de ‘San Fransicko: why progressives ruin cities’, el plan urbanístico y sanitario de la ciudad ha provocado que el número de personas sin hogar se haya doblado desde 2005: más de 8.000 para una población de 880.000 habitantes; que en 2020 contase con un 50% más de consumidores de drogas que alumnos en las universidades públicas (713 murieron de sobredosis, más del doble que por el coronavirus), y que las quejas por heces humanas en las calles se haya multiplicado por dos (de 10.692 a 20.933) entre 2014 y 2018.

Entrevistado en El Confidencial, Shellenberger declara que este panorama “no es por un tema de pobreza, sino por la adicción a la droga y la falta de tratamiento de enfermedades mentales como resultado de las políticas bienintencionadas de la izquierda radical, que se llama a sí misma progresista”.

En San Francisco –añade- “hay una ideología que justifica estos campamentos porque en Estados Unidos la palabra progresista se ha vuelto un eufemismo para la izquierda radical, que dice que es inmoral pedirle a la gente que duerma en albergues y requerir la hospitalización involuntaria o el tratamiento de quienes sufren adicciones o enfermedades mentales.

La izquierda asume que la gente no tiene casa porque es pobre y que los drogadictos son drogadictos porque son pobres. Pero ignora que no tienen casa por su adicción y que son pobres porque son adictos.

Tanto los drogadictos como los que sufren una enfermedad mental siguen procesos similares en cuando al alejamiento de la familia y de los amigos: abandonan su entorno. Cuando eres drogadicto, especialmente en las últimas etapas de la adicción, tratas de quedarte lo más cerca de los traficantes y vives en condiciones miserables porque lo único que te importa es cumplir con tus necesidades de drogodependencia.

En los años noventa la izquierda radical extendió la idea de que la gente con enfermedades mentales tenía que tener casa sin condiciones ni medicamentos y esa idea se extendió en los años dos mil con la adicción a la droga”.

Bueno, pues según parece, el PSOE y Unidas Podemos quieren que en España suceda otro tanto en aras del progresismo.