¿PODEMOS VOLVER A LA AGRICULTURA TRADICIONAL?

A día de hoy, nosotros los humanos civilizados, se lo debemos todo a la agricultura.

Opinion 07/11/2021 Diego Conesa Guerrero
agricultura-tradicional

Debido a la crisis que sufre el mar menor, desde algunos sectores del activismo “ecologista” han difundido la idea de que debemos volver a la agricultura tradicional, ya que según ellos, la agricultura moderna está destrozando el ecosistema de la laguna y del campo de Cartagena. Algo, que de ser cierto, sería extrapolable a todos los demás ecosistemas del planeta, que por fuerza tienen a su vez que sufrir la presión de la agricultura, ya que ésta se practica con las mismas técnicas modernas, por casi todos los rincones del planeta.

Aunque es bien cierto, que el campo de Cartagena es pionero en muchas técnicas modernas y es probablemente la zona agrícola más puntera y moderna de nuestro planeta. Hecho que se debe principalmente, a que tenemos un clima que se presta a ello, y una cercanía a los destinos finales que facilita muchísimo la logística, además de ser prácticamente llano. Por tanto el Campo de Cartagena es un lugar ideal para la agricultura, que para el que no lo sepa aún, es la fuente principal de la alimentación humana, ya que hasta la ganadería depende de ella.

Es importante destacar el hecho de que la agricultura tuvo sus primeros conatos hace unos 32000 años. Pasando más tarde a afianzarse y coger forma durante la primera parte del Neolítico, hace más de 11000 años. A partir de este momento el ser humano comienza también a domesticar animales. Ya que sin agricultura es imposible domesticar animales, porque tienes que darles de comer cuando están estabulados, y para eso hace falta disponer de comida en abundancia, cosa que conseguimos gracias a la agricultura.

Desde su inicio hasta nuestros días, la agricultura ha estado y está en continuo desarrollo. Así que la primera pregunta que formularía a estos señores que pretenden que volvamos a lo que ellos llaman “agricultura tradicional”, es exactamente a qué punto de estos, aproximadamente 34021 años, se refieren como “tradicional”.

La agricultura ha sido, es, y seguirá siendo altamente destructiva. Es algo que el señor Jesucristo dejó bien claro en sus charlas, “Mirad los pajaritos del campo, ellos no siembran ni recogen, ni almacenan en graneros, y sin embargo Dios los alimenta.”. Efectivamente tal y como había descubierto Jesús, somos el único animal que ha renunciado voluntariamente a ser alimentado por la Naturaleza, y tal y como se dice en la mitología Bíblica, pagamos un duro precio por ello, en primer lugar porque con la agricultura nació la “vida laboral humana”, recordad aquel “te ganarás el pan con el sudor de tu frente”.

Mientras que el resto de seres vivos del planeta, siguen disfrutando de la vida siendo alimentados por la Naturaleza, nosotros nos cargamos de padeceres y desdichas en busca de más y más comida disponible. Y en segundo porque cultivar alimentos de forma artificial (absolutamente todas las formas de agricultura, por muy natural que se etiqueten, son formas artificiales de producir comida) daña los ecosistemas.

No existe, ni existirá jamás una forma de producir comida de forma artificial que sea compatible y 100% respetuosa con el planeta. Llamar NATURAL a ciertas formas de agricultura es un insulto grotesco contra la inteligencia humana, se mire como se mire, y le des las vueltas que le des. Por eso, yo que fui uno de los pioneros de la agricultura ecológica intensiva, fui el primero en decir que era un engaño, y que en la práctica, era tan destructiva para el planeta como las demás formas de cultivar. Aunque eso si, al menos proporcionaba alimentos libres de productos químicos. Algo es algo.

Además de todo esto hay un montón de aspectos que todo el mundo pasa por alto cuando habla de agricultura, y es el hecho de que ella misma es en gran medida la madre de todas las injusticias que asolan este planeta, por la simple razón de que la agricultura es la forma más radical de totalitarismo que se conoce.

Cuando cultivamos lo hacemos con un fin egoísta en sí mismo, ya que no hacemos como la Naturaleza que pone la comida a disposición de sus criaturas, sino que cultivamos para nuestro propio provecho, robando los hábitats que pertenecen a otras formas de vida e impidiendo ferozmente que éstas participen del alimento que hemos producido nosotros.

Decía Séneca que antes de que el primer hombre hiciera suyo un pedazo de tierra, todo el planeta pertenecía a todo el mundo. Decía el filosofo hispano que antes de ese momento todo el mundo era rico, y a partir del nacimiento de la propiedad privada, el cual debemos a la agricultura, empezamos a ser pobres. La propiedad privada nació del hecho de que áquel que acomete el trabajo de producir comida en un pedazo de tierra, quiere por lógica ser el que decida sobre el producto que obtiene de la tierra. Y al final la hace suya en propiedad.

El investigador americano Richard Manning comenta que cuando investigan asentamientos pre agrícolas las construcciones son todas similares, pero sin embargo, cuando investigan asentamientos post agrícolas, siempre existen unas pocas viviendas mucho mas “lujosas” y que éstas tienen siempre un granero. Esa capacidad de almacenamiento de grano, fue la primera moneda de cambio que existió en nuestro planeta, y la primera causa de injusticias sociales, y fue gracias a la agricultura.

Decía también Séneca, que la tierra era mucho mas fértil cuando no se cultivaba por el hombre. Esto es debido a que todos, absolutamente todos los ecosistemas están diseñados por la Naturaleza para mantener su fertilidad debido a asociaciones entre plantas, diferentes capas de vegetación, intervención de animales salvajes, interacción de microorganismos con la materia orgánica, etc.. En su gran mayoría, el suelo salvaje jamás está desnudo, sino que una abundante capa de materia orgánica, que es continuamente restituída por la vegetación arbustiva, lo cubre. Por eso Edward Faulkner comentaba que cuando los españoles llegamos a Centro América, hubiera sido imposible diferenciar tipos de suelo, porque todos estaban cubiertos con una abundante capa de materia orgánica en descomposición.

Sin embargo la agricultura necesita de grandes extensiones para producir comida. Las cuales fueron desprovistas, en el origen de la misma, de los bosques que restituían la materia orgánica que enriquecía constantemente el suelo. Por eso los primeros agricultores tenían constantemente que ganarle terreno al bosque, porque la única fertilidad de la que disponían era la que éste les dejaba al talarlo o quemarlo para tener sitio para cultivar. De manera que esta fertilidad a los pocos años desaparecía, al no haber nuevos aportes de materia orgánica, dando paso a un suelo mucho más estéril, que se ponía duro con suma facilidad. De ahí que tuvieran que ganarle nuevas tierras al bosque constantemente.

Después de esto se les ocurrió que la tierra que se había puesto dura, podía volver a ser productiva si la ablandaban de forma artificial. Así nacieron las herramientas y los arados. Los cuales hicieron mejorar la situación, pero no lo suficiente, ya que la fertilidad se había perdido. Más tarde alguien se dio cuenta de que en el lugar donde tenían estabulados los animales que usaban para la labranza, donde estos defecaban, crecía la hierba tras las lluvias con mucho vigor, y así nació la fertilización artificial.

Después fuimos descubriendo que ciertos minerales podían ayudar al desarrollo exitoso de los cultivos, y finalmente desarrollamos formas de producir sintéticamente nutrientes que las plantas necesitan. Al final todo es una historia complicadísima de quitarle cosas a la Naturaleza de un sitio, y usarlas en nuestro propio provecho. Y eso es totalitarismo, puro y duro.

Lo más triste de todo este asunto es que usted y yo somos hijos de esta locura agrícola. Por eso me resulta patético e indignante que algunos critiquen la agricultura sin darse cuenta de que se lo deben absolutamente todo a ella en sus vidas.

Nosotros no somos hijos de la Naturaleza, nosotros somos hijos de la Agricultura, que es la madre y propietaria de la civilización. A su vez, ese tan criticado Capitalismo, es hijo de la civilización en sí misma, y la única forma de acabar con él, es acabar con su base, la agricultura. Así que es absurdo y ridículo criticar el capitalismo sin darse cuenta de que es solo el producto final de nuestra vida agrícola. Puede que usted en su vida laboral no tenga nada que ver con la agricultura, pero la necesita a ella varias veces al día para mantenerse vivo. Y sin ella, todas las demás cosas de su vida se irían al garete rápidamente. A día de hoy, nosotros los humanos civilizados, se lo debemos todo a la agricultura. Y ésta, como he explicado, es una verdadera arma de destrucción masiva.

Así que la causa de los problemas medioambientales del planeta es nuestra, por culpa de que somos adictos a la agricultura, a diferencia del resto de criaturas del planeta, a las cuales la Naturaleza (Dios) las alimenta. Esta chulería hacia la Naturaleza, sale muy cara, pero algunos prefieren echarle la culpa al capitalismo, al que por cierto también están enganchadísimos, sin darse cuenta de que el capitalismo sin agricultura, no duraría ni 5 minutos.

Los que abogan por volver a una agricultura “tradicional” no tienen ni idea de lo que es la agricultura, ni de lo que ha sido.

La agricultura de hace 40, o 60, u 80 años, era tan destructiva o más que la de ahora, y por supuesto muchísimo menos productiva.

La población de humanos en nuestro planeta se ha multiplicado exponencialmente varias veces desde esa agricultura de comienzos o mediados del siglo pasado. Es ridículo pensar que aquella agricultura podría mantenernos actualmente. Y resulta triste que muchos de los que abogan por volver a esa agricultura del siglo pasado, tienen varios hijos, sin darse cuenta de que cuando una pareja tiene dos hijos, ya ha contribuido directamente a doblar la población del planeta. Así que por fuerza, la agricultura actual ha de ser mas eficaz que la que se practicaba cuando usted no tenia hijos.

Además tiene que abarcar mucha más extensión de terreno, porque si no no habría suficientemente comida para su prole. A más población, más extensión agrícola, y más hay que afinar con las técnicas agrícolas, ya que además, las plagas son mucho más abundantes cuanto mayor es la extensión agrícola cultivada.

Otro factor importante que nos ha llevado a la macro agricultura actual, es el hecho de que nuestros antepasados tenían un consumo per cápita de comida mucho más reducido que el promedio del mundo actual. Sobrevivían con menos cantidad de alimento, y además estaban más sanos gracias a esa frugalidad. Además de esto nuestros predecesores no podían comer comida china, o hindú, o japonesa, etc. viviendo en Murcia, ya que la disponibilidad de variedad de comida era muy baja, siendo además ésta muy estacional, y no como hoy en día, que hay casi de todo, casi todo el año. Este hecho también ha llevado a necesitar más superficie agrícola y muchísima más logística de envasado, transporte, almacenaje y distribución.

La agricultura actual del campo de Cartagena, dentro de lo dañina que es, se ha esmerado como no ha hecho probablemente ningún otro sector productivo, en aplicar a los cultivos exactamente lo que ellos demandan para su crecimiento. Los abonos y tratamientos fito-sanitarios no son precisamente baratos, así que los agricultores tratan de optimizar al máximo, porque si no no tienen opción a ganar dinero.

El control de plagas y el control de la nutrición de la planta, está al máximo nivel en el campo de Cartagena, lo que evita el derroche de nutrientes e insecticidas. Además la agricultura Cartagenera es sin lugar a dudas la más controlada y monitoreada del mundo, algo que es cierto que no hacemos por voluntad propia, sino porque nos lo exigen nuestros clientes finales, más incluso que la propia administración.

Se ha difundido la idea equivocada de que algunos llegan a hacer hasta tres y cuatro cosechas al año en nuestra zona. Nuevamente el sentido común debe estar por encima de la charlatanería. Los cultivos duran una media de noventa días en su desarrollo, y después necesitan más o menos otro mes para completar su recolección, con lo que como máximo, y con mucha suerte, seremos capaces de obtener dos cosechas al año. Porque otras veces la lluvia lo embarra todo y complica las posibilidades de poder hacer una segunda siembra. Existe algún caso puntual de cultivos de ciclo muy corto, como la lechuga baby o la mini hoja, donde es posible obtener tres cosechas, pero son muy puntuales y para nada representan a la mayoría del sector agrícola de la zona cercana a la laguna.

El acuífero que llega al Mar Menor, efectivamente recibe aportes de Nitrógeno procedentes de la agricultura. No de fósforo o potasio, que es prácticamente imposible que percolen desde la tierra hacia el. Pero también es cierto que cualquier desecho de los asentamientos humanos, ya sea si es vertido directamente o después de haber pasado por una estación depuradora, tiene restos de nitrógeno, y muchísimos más de fósforo y materia orgánica.

La gente desconoce que a sus excrementos van a parar la inmensa mayoría de las proteínas que consume. Esto son matemáticas puras. La gente normal come mucho más de 100 gramos de proteínas al día, pero vamos a pensar que consumieran eso, 100 gramos al día. Si usted asimilara esos cien gramos cada día, al final del año habría engordado 36,5 Kg. No hay una metabolización de estas proteínas, como algunos pretenden, para transformarlas en fuente de energía, porque usted come además de ellas, suficiente grasa, azúcares y almidones, para que esto jamás llegue a ser necesario.

Con lo que un individuo de veintipocos años estaría por encima de los 700 Kg si no excretáramos la mayor parte de proteínas que comemos. La inmensa mayoría de proteínas que la gente come pasa directamente a las heces, porque todos comen suficientes azúcares, grasas y almidones para que no sea necesario usar esas proteínas como combustible. De hecho durante el periodo de lactancia es cuando mas proteína necesitamos, pues doblamos el peso en poco tiempo, y ese trabajo ha sido encomendado por la Naturaleza a la leche materna, que apenas tiene un poco más del dos por ciento de proteínas.

Las proteínas llevan una media del 16% de nitrógeno en su composición. Así que cada excremento humano es una fuente de nitratos importante. Con la orina ocurre exactamente igual, tiene abundante nitrógeno, fósforo y potasio. Cuando se vierten aguas fecales, o aguas procedentes de una depuradora al mar, estamos aportando muchísimos nutrientes. Hasta la, por muchos amada, cerveza aporta muchísimo nitrógeno a la orina. Ya que el nitrógeno químico es empleado para la producción de la misma. Por poner un ejemplo más.

Con la agricultura de principios del siglo pasado, actualmente la inmensa mayoría de la población moriría de hambre. Mal que le pese a los “ecologistas” de bandera, usted, ellos y hasta yo que llevo años con un huerto de autosuficiencia, debemos nuestra vida al nitrógeno y demás fertilizantes químicos. Sin los cuales la población del planeta sería inmensamente inferior. Si usted ha tenido la posibilidad de reproducirse ha sido gracias a esos nutrientes artificiales, que han posibilitado que cada vez que va usted a comprar al supermercado, exista allí abundante comida y a un precio muy bajo.

Decir que debemos volver a la agricultura del pasado para salvar el Mar Menor, denota un conocimiento de las realidades de la vida en la tierra francamente muy escaso. Es de tontos criticar a la mano que te da de comer, sin al menos presentar una alternativa al respecto.

Esos mismos que pretenden que volvamos a ese tipo de agricultura no se han planteado varias cosas.
1-Que aquella agricultura, que efectivamente hacía alimentos de mucha mejor calidad que los actuales, era mucho menos productiva.

2-Que aquella agricultura empleaba a la mayoría de la población, y dependía de esa mano de obra. ¿Están los que abogan por este tipo de agricultura dispuestos a volver al minifundio y a formar parte de él, presentándose como mano de obra del mismo?. Permítanme el beneficio de la duda. Ni se han parado a pensar que la mayoría de sus antepasados estaban forzados por la situación a producir comida, mientras que ellos ahora son tecnócratas gracias a la agricultura tecnificada y moderna, tal y como se hace en el campo de Cartagena.

3-Con una agricultura minifundista, como la de aquella época, el desarrollo cultura era muy escueto, porque la gente no tenía tiempo, porque producir comida les absorbía la mayor parte del día. Si tenemos arte, cultura y ocio hoy en día, es principalmente porque la despensa siempre está llena, y esto es gracias a la agricultura, y a la ganadería, que depende de ella también.

4-La falta de medios adecuados para la labranza, convertían a aquella “labranza tradicional” en una creadora de “suelas de labor”, debido a la imposibilidad de “subsolar” el suelo o descompactarlo, como si hacen los modernos equipos de labranza de hoy en día. Aunque claro está, esto se hace a base de CO2, algo en lo que nadie piensa cuando decide tener un nuevo hijo. Esas suelas de labranza volvían la tarea de cultivar más complicada y menos productiva.

Cuando era la Naturaleza la que proveía en exclusiva de comida a los seres vivos del planeta, antes de la aparición de la agricultura, el suelo estaba siempre mullido y suelto, ya que gracias a la abundante capa de materia orgánica que lo cubría, los microorganismos del suelo, presentes en el humus, impedían que el suelo se compactase.

También algunos desconocedores de la realidad agrícola, han difundido la idea de que los pequeños agricultores, que llevan en la zona toda la vida, son los que verdaderamente hacen las cosas bien y cultivan sin hacer daño a la laguna. A su vez culpan a las grandes compañías agrícolas de ser las culpables del deterioro del Mar Menor y del campo de Cartagena. Cuando la realidad es que las técnicas agrícolas que usan los agricultores de toda la vida, son exactamente las mismas que utilizan las grandes empresas, porque si no no podrían competir con ellas y desaparecerían rápidamente.

Ya que, ni siquiera estos que van de salva-planetas están dispuestos a pagar más caro la misma comida que ofertan otros de forma más económica. Además estas empresas grandes, que muchas de ellas han sido formadas por agricultores que tanto ellos como sus familias son de aquí de toda la vida, disponen de más posibilidades para hacer una agricultura más respetuosa con el medio ambiente, por el simple hecho de que las medidas medio ambientales salen caras.

Es más, hasta el control de estas medidas es caro. Cualquier empresa agrícola necesita a día de hoy bastante personal y medios para poder seguir a rajatabla los estrictos protocolos que tanto la administración, como los clientes finales les exigen para poder comprar sus productos. Toda esa trazabilidad y control es muy caro de realizar.

Así que los agricultores que no han crecido lo tienen muchísimo más complicado para adaptarse a las medidas ambientales a las que se les obliga a cumplir. Solo pasar cada año y cumplir con las especificaciones del famoso GLOBAL GAP implantado en toda Europa, supone un importante desembolso económico anual. Y además de este hay muchísimas certificaciones más a las que los agricultores tienen que hacer frente si quieren ser competitivos hoy en día y poder acceder a los mercados, incluso a los nacionales.

Otra cosa que argumentan los que están a favor de volver a una agricultura tradicional, es que estamos destrozando nuestro ecosistema para dar de comer a los norte europeos. Sin pararse a pensar que ellos destrozan el suyo para que nosotros podamos tener coches, o taladros, o ropa, u otras cosas. También destrozamos nuestro ecosistema cuando les ofrecemos alojamientos en zonas turísticas, y nos quedamos aquí con las defecaciones y residuos que producen durante su estancia, pero nadie dice ni mu, porque es una fuente de ingresos para nuestra zona, exactamente igual que ocurre con la agricultura, que es el motor de la región, y ha hecho, y hará, que amortigüemos muchas crisis mucho mejor que otras zonas del país o del continente.

De hecho me resulta paradójico que estando entrando, como estamos, en una crisis energética global muy importante y que puede llegar a ser muy severa, algunos pretendan erradicar o disminuir considerablemente la agricultura de nuestra zona. Que en determinadas circunstancias, a las que es posible que nos estemos acercando peligrosamente, puede llegar a ser una bendición convivir aquí con la agricultura, porque siempre será más fácil acceder a sus productos aquí, donde el transporte resulta mucho más económico que si hay que llevar los géneros a Europa del norte.

Tener una abundante fuente de comida, en un mundo donde estamos entrando de lleno en una crisis energética, que entre otras muchas cosas, va a encarecer, y mucho, como ya ha hecho en los últimos meses, el precio de los alimentos, es una bendición, que si algunos de los que la atacan lo pensaran dos veces y con sensatez, se darían cuenta de la tontería tan grande que están haciendo.

Todas las formas de agricultura son destructivas. He pasado una importante parte de mi vida investigando el tema a fondo. Os pueden vender la película de la agricultura ecológica (de la que yo fui uno de los padres), de la permacultura, de la agricultura regenerativa, de la agricultura biodinámica, de la agricultura sinergética, etc.. que al final si queréis que vuestros hijos sigan comiendo y además lo hagan haciendo el mínimo daño posible, por fuerza tendréis que aceptar la agricultura de precisión, y en ella, el campo de Cartagena es probablemente el referente mundial, mal que le pese a algunos, que demuestran una gran ignorancia con respecto a la zona en donde viven y a lo que se hace en ella.

Hace tiempo que demostré que los alimentos cultivados sin ser forzados con nitrógeno, son mucho más sanos, nutren mucho mejor, y evitan problemas serios como descalificaciones, etc. Cuando hace tres décadas comencé con la mal llamada “agricultura ecológica” no teníamos fuentes de nitrógeno natural disponibles. Una hectárea de brocoli producía con mucha suerte unos nueve mil kilos.

Mientras que los agricultores convencionales podían incluso llegar a doblar esa cifra. Como nadie estaba dispuesto a pagar el doble por una comida de más calidad solo nos quedaban dos caminos, o abandonar este tipo de producción, o hacer exactamente lo que hacían los agricultores convencionales, forzar el aumento de producción, pero con nitrógeno de procedencia “no química”.

Lo hice, y conseguí las mismas producciones que los agricultores convencionales, y esto, junto al acolchado con plástico que reducía considerablemente la mano de obra para quitar malas hierbas, posibilitó el gran salto de la agricultura “ecológica” a los grandes mercados. Al final hacemos algo parecido a la agricultura convencional, pero al menos no dejamos residuos químicos en los cuerpos de la gente que come nuestros productos. Pero de ahí a considerar eso una acción medioambiental positiva, hay un abismo infranqueable.

El campo de Cartagena es una bendición por el clima que tiene, en pocos sitios del mundo se pueden cultivar una variedad tan grande de alimentos. Tanto unos que proceden de climas tropicales o subtropicales, como otros que proceden de climas fríos o templados. Por esta misma razón climática, resulta una zona muy apreciada por los turistas. Y ambas cosas someten al entorno a muchísima presión.

Porque el turismo, así como los asentamientos humanos, son grandes generadores, entre otros residuos, de fosfatos y materia orgánica, que de una manera o de otra, acaban en los acuíferos o directamente en el mar. Y esto, es como mínimo más de la mitad de la causa de la famosa sopa verde que afecta al Mar Menor. De hecho, en la colindante provincia de Alicante, están teniendo problemas similares a los del Mar Menor, en su costa. La cual ha sufrido problemas en la calidad del agua, lo que ha llevado al ayuntamiento a poner dinero para mejorar el trabajo de las depuradoras de aguas fecales urbanas.

Si una de las medidas que se hubieran pedido para solucionar el problema del Mar Menor, fuera la eliminación de las numerosas urbanizaciones que lo rodean, ya os digo yo que a la manifestación de principios de Octubre solo habrían ido cuatro gatos. Y el boom mediático que está teniendo el asunto, se hubiera quedado en nada, porque la opinión pública casi no habría apoyado a los ecologistas. Porque cuando la culpa cae en otros, no nos ponemos en su lugar. Sin darnos cuenta de que la agricultura no es solo de los agricultores, sino que pertenece a todo el conjunto de la sociedad, porque es el pilar que la sostiene.

Ningún propietario de viviendas junta a la laguna va a ir a manifestarse para salvar al Mar Menor de sus propios residuos. Ni siquiera ahora que un informe de análisis de aguas de la laguna, realizado por la Unión Europea, demuestra que el problema del Mar Menor son los fosfatos y el exceso de materia orgánica, y que estos solo puede proceder de la presencia de asentamientos humanos en la zona.

La solución del Mar Menor no es volver a la agricultura de primeros o mediados del siglo pasado, ni prohibir la agricultura en su entorno, ni erradicar el turismo, ni hacer desaparecer a las poblaciones colindantes. Obviamente estas cosas repercutirían positivamente sobre la laguna, pero nadie estará dispuesto a acometerlas, porque a todos nos afectaría una o varias de ellas. Donde quiera que los humanos civilizados ponemos un pie, surgen problemas ambientales. Pero también es cierto que el raciocinio tiene la capacidad de buscar y hasta de a veces, encontrar soluciones.

Por esto lo sensato es apostar por soluciones que lleguen a compatibilizar la agricultura, el turismo, y los asentamientos humanos, con la salud de la laguna, Y eso, amigos míos, hoy en día no se puede hacer filosofando, ni esperando que la gente vuelva a los hábitos de vida de hace 100 años, porque nadie lo hará, ni siquiera esos que se llaman a si mismos ecologistas, y que en la práctica compran su comida en el supermercado, exactamente igual que usted hace, y la inmensa mayoría de las veces sin preguntarse de donde ha salido ese alimento y como ha sido producido.

Las soluciones para afrontar la crisis que sufre la laguna, no pueden estar basadas en ideales utópicos de pseudonaturalistas que viviendo como viven de forma artificial, quieren imponernos que dejemos nuestra comarca sin actividad agrícola e industrial, pasándole la pelota del daño que se necesita hacer hoy en día para sustentar nuestras vidas y las de ellos y su prole, a otras zonas del país, o a otros países. En lugar de aceptar actuaciones, que obviamente no son naturales, pero contribuyen a la regeneración de la laguna y a compatibilizar nuestra vida con la de ella.

Los que se autodenominan “ecologistas” son en realidad proteccionistas. Y esa es la labor mejor que saben desempeñar. Pero cuando se trata de afrontar crisis como la que le ocurre al Mar Menor, tenemos que actuar, y hay que ser “regeneracionistas”. Porque si no ayudamos al Mar Menor a su recuperación, actuando nosotros, si pretendemos esperar a que el solo se auto-regenere, es muy probable que pasen décadas y décadas sin poder siquiera asomarnos a él. Pero esto, desgraciadamente, puede ser muy interesante para determinadas asociaciones que sacan tajada de tener un “prestigie” en Murcia, para su subsistencia.

Si, lo que le ha ocurrido al Mar Menor es un Ecocidio, y el móvil que lleva usted en el bolsillo también lo es, y su ordenador, y la ropa que lleva puesta, y el coche que conducen o en el que le llevan, o el autobús público que coge para ir a trabajar. Hasta su casa es un Ecocidio. Los paneles solares son un Ecocidio, hay que quemar mucho carbón vegetal para producir el silicio que llevan. Las ciudades son un Ecocidio, usted y yo somos un Ecocidio. Tener hijos es un Ecocidio. Y lo mas importante de todo, hoy en día, comer, eso que hace usted varias veces al día, es un Ecocidio.

¿Entonces qué hacemos, volvemos a los Ecocidios que hacían nuestros antepasados hace 100, u 80, o 40 años, o seguimos con nuestros Ecocidios y tratamos de hacerlos lo menos perniciosos posibles?

Aquella agricultura a la que algunos llaman “tradicional” no solo era perniciosa para el medio ambiente, como todas y cada una de las formas artificiales de producir comida, sino que además propicio un crecimiento exagerado de la población, que por fuerza nos llevó a la agricultura actual.

En este planeta, la única que tiene potestad para producir comida sin hacer daño, es la Naturaleza.

Lo triste es ver lo fácil se llenan algunos la boca de tonterías, cuando tienen el estómago lleno.

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