Y si denuncias que tal partida municipal o regional es un robo claro y conciso para financiar cualquier despropósito personal o de partido político, con partidas que no tienen ni la más pequeña justificación, es lo mismico que si dijeras que se han levantado nubes por el levante. 

Que se sepa, ningún atracador cuando va a acometer una fechoría, se lleva a su lado para que de fe de lo que está haciendo, junto, en este caso la navaja o la pistola, o la “partida política”, un veedor oficial o un notario para que de fe del acto que está realizando. Pero, la carencia de un letrado no le quita al hecho del robo ni un gramo de deshonor del autor y del colectivo que lo permite. 

Porque, aunque es de dominio público el conocimiento de todos los robos de “partidas” económicas que tan solo a los “partidos” les parecen muy bien, el clamor único que se escucha en las calles cartaginesas, es aquello de quien pudiera estar en el puesto de ellos para trincar, fruto de un conformismo inmoral colectivo que nos ha derrotado. 

Y ya con todas las cartas de la baraja hechas ases, parece que nadie cae en la cuenta de que cuando la repuesta oficial municipal hacia la “cultura nuestra” de sisar incluso con algo tan gilipolla como es alumbrar ciertas calles, “por donde van a pasar los reyes y la fiesta como toda la vida”,  y que se jodan los pobres que no pasan por las suyas, cuando se sabe que el alumbrado es un negocio de amichis y partidos políticos, dicen desde el consistorio, que las bombillas propiedad municipal del año anterior estaban rotas, en el almacén, como si no supiéramos que el alumbrado se contrata a los citados amichis a golpe de catálogo y sisa por año, menos las de lo Compano y Los Mateos, que allí pasan los reyes y las fiestas, como en todos los demás barrios, con linterna propia. 

Entre todos hemos hecho una sociedad de caca seca, donde la expresión más fidedigna de lo tristemente expuesto, es que nos dicen que sin luces en las calles, las gentes no somos felices; no parecen fiestas. Y de ahí la cara de felicidad de los que viven en las afortunadas calles por donde pasan las fiestas con los reyes de colofón final, de toda la vida, y la cara de gilipollas (perdón, de tristes) de todos los que no vivimos en calles donde pasan las barredoras municipales. 

Pero no hay por qué preocuparse, si hay que seguir vaciando pantanos para que las empresas eléctricas afincadas en España sigan haciendo su particular ley de aprovechamiento de los recursos públicos en su beneficio propio, acompañados por las de los bancos, el personal va a sonreír sin parar a golpe de racimo de bombillas encendidas y podrán decirle a sus menores lo sobrados que andamos de luces en esta sociedad. 

Y muy pronto, tan pronto vuelva de Roma, concretamente del Vaticano, un estado soberano negociado por el clero católico con Mussolini para ayudar a cambio al fascismo europeo y mundial, una presidente del gobierno “independiente de España” de ir de negro, hasta los pies calzados, ante el “gran padre blanco” obediente al ordeno y mando del jefe, todos los problemas laborales, incluidos los de las monjas, se solucionarán de un plumazo. Y de paso, pero muy de paso, se verá y se hablará sobre el tanto por ciento que para el año que va empezar tenemos que entregar por nuestra salvación y que nos sirvan los curas de abogados en el día del juicio final, que yo no sé todavía con qué carne voy a presentarme. 

Porque tengo duda de hacerlo como Juan, o como Juanito. 

Y lo que si tengo seguridad plena, es que no es nada fácil llegar a las tonterías que hemos llegado y todavía la ciencia nos clasifique como “hombres sabios”. 

Salud y felicidad sin covid.  

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