Apreciados aulladores:

A estas alturas de Plandemia por favor no olviden que la mayoría de los expertos de verdad a los que ustedes al leer u oír “Dr” en sus presentaciones interpretan que son médicos, son en realidad doctores en alguna rama de la BIOLOGÍA.

La mayoría de los médicos convencionales tratan directamente con pacientes y son muy especializados, un oftalmólogo por ejemplo, no te sabe curar una rodilla ni el corazón ni el cerebro, simplemente no es de su competencia tampoco leer, documentarse ni mucho menos investigar con virus ni con microorganismos más allá de las enfermedades que estos pudieran producir; igual que para curarte de un atropello no es necesario ser ingeniero experto en vehículos a motor, te curan los síntomas y traumas independientemente de que el coche que te atropelló fuera Audi, Citroen o tractor. 

Los científicos investigadores de virus, bacterias, hongos y otros microorganismos, así como de sus cultivos, análisis y desarrollo de vacunas son casi todos BIÓLOGOS y muchos VETERINARIOS.

Los biólogos nunca atienden a un paciente, por eso la gente no los ve e ignora su importancia vital en la Biomedicina - que es el nombre que se debería usar.

El problema mundial se ha agravado por la absoluta falta de humildad y rigor de millones de médicos que se han atrevido a recomendar a sus propios familiares o amigos unas inyecciones de las que no se han atrevido a decirles que no saben nada en absoluto.

No les han dicho que ellos confían en el sistema sanitario en el que trabajan y que el consejo ha sido diferido, es decir, han rubricado su obediencia a protocolos abocando a los que les quieren a creerlos e inocularse.

Pero créanme, tengo decenas de amigos y conocidos médicos, y de ellos solo hay dos tipos: los que CREEN en las vacunas sin haberlo cuestionado ni un instante, y los que se pusieron hace dos años a leer en sus ratos libres estudios científicos sobre ellas; pues bien, de este segundo grupo no he visto a NINGUNO que las defienda ¡ni uno!

Por tanto, su hermana otorrinolaringóloga, su padre médico de familia, su abuelo cardiólogo, su amiga anestesista o su novio dermatólogo serán seguro excelentes personas y grandes profesionales de lo suyo ¡pero los virus y las vacunas no estaban en su curriculum! 

Ellos creen a pies juntillas en un sistema al que soñaron entrar tras 6-8 años de duro esfuerzo  “¡algún día seré Médico!” y por eso les es muy difícil hacer la mínima autocrítica a los protocolos, les supone un enorme esfuerzo psicológico, no tienen tiempo; llegan a casa agotados tras trabajar en la pública por la mañana y en la privada por la tarde, cobran poco para lo que hacen, luego están los hijos, los problemas que todos tenemos... ¡y mañana otras cinco cirugías que preparar!

¿De verdad creen que se van a sentar a leer papers en inglés sobre SARS-CoV-2?

Por eso les pido humildad cuando sus pacientes, amigos y familia les pregunten; humildad y consciencia del poder que tienen sobre ellos si les formulan una sensación personal basada en su obediencia debida al sistema al que aman. 

Sean honestos y díganles “cariño, soy traumatólogo, curo huesos, tendones, cosas muy difíciles, pero yo no sé nada de vacunas ni de virus”, y si quieren añadan algo así como “yo creo en la Sanidad y te lo aconsejo, pero que sepas que lo hago más desde la fe en la Medicina que desde el conocimiento real”

¡Si tan solo hubieran dicho eso seguramente no habrían perdido a su padre, a su madre y tal vez ahora a su hijo. 
Un aullido 

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