LIBERIA: LA UTOPÍA DE LA LIBERTAD

La guerra duró 7 años con un balance desolador: 150.000 muertos y más de 1 millón de refugiados.

Sección Histórica 06/03/2022 Carlos Llanas
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Liberia

Liberia es un país con una historia particular: se fundó con antiguos esclavos afroamericanos. Sin embargo, un país que se supone que, por su propio nombre, iba a ser un país de libertad se convirtió rápidamente en todo lo contrario. Hoy hablaremos brevemente de este país, de cómo se formó y cómo fue evolucionando hasta el día de hoy.

 La experiencia colonial americana
A principios del siglo XIX, Estados Unidos estaba en un proceso de expansión territorial interior y exterior. A nivel interior, los americanos estaban descubriendo y colonizando el Oeste. A nivel exterior, como toda nación de la época, buscaron establecer colonias en otros continentes. En 1822, la Sociedad Estadounidense de Colonización (ACS) llegó a un acuerdo con las tribus que habitaban en las costas occidentales de África para comprar el territorio en el que establecer esa colonia que, en el caso estadounidense, iba a ser habitada por esclavos liberados. De las 16 tribus que habitaban el lugar, Robert Stockton, líder de la ACS, compró el territorio a cambio de una caja de baratijas, un barril de ron, un barril de pólvora y seis mosquetones.

 Tras la compra, los americanos empezaron una colonización que no les sería fácil, ya que las tribus eran reacias a la llegada de los extranjeros. En un principio, los colonizadores se asentaron en la costa donde fundaron la actual capital de Liberia, Monrovia, en honor al presidente del momento, James Monroe.

 El país de la libertad que no lo fue
Hasta 1847, en la nueva colonia se fueron estableciendo los afroamericanos libertos. Durante los 20 primeros años de colonización fueron enviadas más de 13 mil personas que, a su vez, fueron formando sus familias y sus negocios. De esta manera, en 1847, la colonia americana declaró su independencia de la metrópolis para fundar Liberia. El primer presidente del nuevo país, Joseph Jenkins Roberts, era un ex esclavo llegado del estado de Virginia que había emigrado a Liberia y se había hecho rico.

 Siendo un nuevo país, Liberia necesitaba una constitución. La gente emigrada de Estados Unidos se consideraban américo-liberianos; se veían como americanos y no como africanos. Este hecho ya mostraba cómo los emigrados traían los vicios de su lugar de origen. Esta situación se confirmó con la redacción de la nueva constitución liberiana. La nueva Carta Magna, redactada con la ayuda del profesor de Derecho por la Universidad de Harvard Simon Greenleaf, era una constitución que seguía como modelo la americana.

De esta manera, esta constitución diferenciaba entre “personas de color” (américo-liberianos) y “aborígenes” (nativos) y esto comportarían otras limitaciones que convertiría a los “aborígenes” en clase de segunda que no tendría ni oportunidad de aspirar a ser ciudadanos; declaraba el inglés como lengua oficial y, paradojas de la vida, se prohibía la esclavitud en el país, pero se establecía un sistema de trabajos forzados que, en la práctica eran esclavitud. Finalmente, con la Conferencia de Berlín de los años 1884 y 1885, Liberia consiguió, junto con Etiopía, mantener su independencia y establecerse como un estado de pleno derecho durante el reparto del continente africano por parte de las potencias imperiales europeas. Todo siempre con el apoyo de los Estados Unidos en el caso de los liberianos.

 Un siglo XX movidito
Durante gran parte del siglo XX, el sistema político, económico y social de Liberia que promovía esa desigualdad entre los américo-liberianos, los más poderosos, y los liberianos nativos fue degradando cada vez más las relaciones entre estos dos sectores sociales. Se fueron dando pasos para la igualdad como el reconocimiento de la ciudadanía de los indígenas en 1904 o la Política de Unificación de 1944 para introducir a los “aborígenes” a la vida política del país, pero, al final, el poder seguía en manos de los américo-liberianos.

 Esta situación cambiaría drásticamente en 1980 con el golpe de estado llevado a cabo por el sargento Samuel Kanyon Doe, de etnia aborigen. Este hombre se convirtió en el primer presidente liberto de origen nativo de la historia del país. Doe recibió un gran respaldo de la sociedad (en 95% de la población del país era nativa) y mantuvo buenas relaciones con los Estados Unidos que siempre habían preferido tener al mando de Liberia alguien américo-liberiano. Durante los 9 años que estuvo gobernando, Doe tuvo que hacer frente a una lucha entre tribus que ya no se llevaban bien entre ellas tras perder el enemigo común que era el gobierno américo-liberiano, a una crisis económica y a 7 intentos de asesinato.

 En 1989, en Liberia estallaría la primera guerra civil liberiana entre el gobierno, que había perdido el favor popular, y las Fuerzas Nacionales Patrióticas de Liberia (FNPL), dirigidas por Charles G. Taylor, antiguo colaborador de Doe. El presidente/dictador fue secuestrado y ejecutado en televisión por las FNPL y Taylor se proclamó como nuevo presidente. La guerra duró 7 años con un balance desolador: 150.000 muertos y más de 1 millón de refugiados.

 El Gobierno Taylor fue una dictadura que duró entre 1997 y 2003. Durante estos años, el país tuvo una crisis económica muy dura, Taylor buscó acabar con la disidencia política y contribuyó a la guerra civil de su vecina Sierra Leona suministrando armas a los rebeldes a cambio de los famosos “diamantes de sangre”.

Todo esto le valió para que estallara una nueva guerra civil en Liberia entre 1999 y 2003. Durante la contienda, los grupos rebeldes LURD (Liberianos Unidos por la Reconciliación y la Democracia) y MODEL (Movimiento para la Democracia en Liberia) rápidamente pusieron contra las cuerdas a Taylor hasta que la ONU y los EEUU intervinieron para parar la guerra. Taylor se exilió a Nigeria y, tras unas peripecias al puro estilo "Tom y Jerry", el expresidente fue encontrado y juzgado por crímenes de guerra y lesa humanidad por su papel en la Guerra civil de Sierra Leona. Desde 2013 está cumpliendo una pena de cárcel de 50 años.

 Actualmente, el país de Liberia está reconstruyéndose para ser otra vez un país próspero y, que esta vez sí sea el país de los hombres libres e iguales.

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