El pasado 31 de Marzo, se medio festejaba a nivel mundial el día del transgénero, siendo VALORES , actualmente en España , el único partido de la oposición que sigue  en esta batalla cultural desde el mundo de la razón, de las ideas y desde la moderación. Y en estos fechas, una vez más, deseamos desde estas líneas hacerles ver nuestras consideraciones al respecto.

Desde hace algunos años, la izquierda andaba batallando para abolir la ley de Seguridad Ciudadana que llamaba “Ley Mordaza” y, más tarde, ellos mismos, ya en el Gobierno, la han convertido en “mordedura” y “morbosa”: un auténtico avispero descomunal.  Al mismo tiempo, hemos observado otras manifestaciones de los mismos que para ellos no merecen libertad. Pongamos un ejemplo: manifestaciones de organizaciones feministas clamaban contra la ley “trans”, en aquel momento estaba en trámite parlamentario  por “borrar a las mujeres”.

El mismo Pablo Echenique lo calificaba de “basura tránsfoba”. A este glorioso paso van a tener razón las “desdichadas feministas” cuando decían que aún quedaban restos del patriarcado. Pero si un político de la “otra banda” hubiese calificado de “basura” a unas feministas, habría quedado aniquilado ipso facto. Condenaban a sus “televisiones públicas” que se hubieran hecho eco de la manifestación, dando a entender que si ellos tuviesen el mando los periodistas sabrían a qué atenerse.

Tal incidente nos revela del apego del mundo social comunista que posee hacia la libertad de expresión y, muy en particular, el talante autoritario con el que se llevaba adelante el debate de la ley trans. La causa de los derechos de los transexuales es presentada desde la palestra como un asunto de derechos civiles, pero el activismo trans no tiene reparo alguno a la hora de limitar los derechos de los demás, sobre todo en referencia a la libertad de expresión. En vez de argumentar, se presentan como víctimas vulnerables y acusan como el que más de tránfobos a los críticos: silencio cuanto más mejor. 

Ya no se trata solamente de silenciar ideas incómodas desde este colectivo. En este caso se exige por ley un cambio en el lenguaje para aceptar y apoyar la ideología transgénero. De inicio, la misma expresión de “personas trans” ya es una opción con ideología clave. Antes hablábamos de transexuales, pero sus activistas se emplearon a fondo para “desexualizar” su causa, y para que se adoptase el término “transgénero”.

El sexo biológico ya es un tabú para ellos, que no puede ser nombrado ya que se empeñan en poner el sello genético masculino o femenino en cada célula. Como muy mucho, se puede hablar del “sexo asignado al nacimiento”, a modo de determinación arbitraria que no tiene por qué coincidir con la identidad de género de la persona. De este modo, la distinción entre hombre y mujer se presenta como algo artificial e incluso opresivo para los que se sienten no binarios o que ocupan lugares variables en un género desaguado.

He aquí también la insistencia del mundo “trans” en que los demás, todos nosotros, utilicemos a la hora de hablar de ellos pronombres que eligen en función de su autodeterminación de género. En el mundo inglés se ha dado lugar ya a toda una jerga de pronombres y tratamientos más que inventados, que exigen un verdadero aprendizaje, con graduado y máster, para no herir a nadie.

Podríamos pensar que todo esto son gentos de cortesía, pero no, esta exigencia no solo se impone, sino que sobre todo es un modo de cambiar las ideas que se expresan con dichas palabras. ¿Os acordáis de Orwell ? la neolengua totalitaria y tomar el control del lenguaje sería el primer paso para cambiar las ideas que hay detrás. Lo que se busca es que todo bicho viviente vea la realidad social a través de la lente del transgenderismo.

Tal empeño de cambiar el lenguaje se refleja en el asalto al diccionario, lo que es otro modo de encorsetar la libertad de expresión. Basta un somero repaso de la proposición de ley trans presentada en España, para encontrar auténticos diamantes de la neolengua. Descubrimos “personas trans con capacidad de gestar”, es decir, mujeres que dicen que ya no lo son. No es extraño que las feministas críticas hablen de “borrado de las mujeres”.

El marido se convierte en “el cónyuge no gestante”. En la proposición de ley, el cambio en el Registro Civil da también ocasión para la creatividad lingüística: “las personas trans serán inscritas como padres, madres o adres, según el sexo registral actual sea hombre, mujer o no binario o en blanco”, con efectos retroactivos sobre las partidas de nacimiento de su descendencia”. O sea que los niños podrán tener “un adre”, en vez de un padre y de una madre. Lo peor de todo esto es que, el principal partido de la oposición, el del “posible Sr. Feijoo” ha caído en tales garras desde hace ya algún tiempo. 

En general vamos observando que, tal ley silencia lo que se le ponga por delante. Cuando es necesario habla de progenitores o de representantes legales de los hijos pero también respira demasiada desconfianza hacia la familia. Si el entorno familiar no da buena la pretensión de un menor transgénero se considerará que ello perjudica al desarrollo personal del menor, así, tal cual, se valorará como situación de riesgo.

Ya que la izquierda y cierta derecha buenista está decidida a quemar toda ley mordaza que no le apoye, debería tener cuidado para no amordazar por ley a los que expresan escepticismo sobre la estrella mágica del cambio de sexo.

Valores, desencantado y en contra de estas leyes, al igual que el resto de las mismas que nos han ido metiendo a bocajarro desde el Gobierno sigue teniéndolo muy claro: no cedemos un milímetro en tal batalla incultural que desean imponernos. Más aún, la tóxica Agenda 2030 auspiciada desde la UE será otro punto esencial que tendremos en cuenta en todo momento. 

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