Su Majestad, la Reina de la Biodiversidad, nos alarma de vez en cuando de que si todo sigue así, en los próximos siglos desaparecerá un tanto por ciento elevado de especies que habitan en el planeta. Así, la Biodiversidad desea pasar a la historia como la musa de la salvación. Alguien podría darle a la cocotera y pensar que si en el fondo, las grandes extinciones son procesos cíclicos, tampoco deberíamos preocuparnos mucho, pero con alguna diferencia: mientras que las causas de las anteriores extinciones fueron naturales, de la actual todo parece decir que es nuestra actividad el principal detonante. Y como causantes, nos toca llevarla a cuestas. 

Hasta la fecha hemos creado miles de áreas protegidas en todo el Planeta y por si fuese poco se ha ido penalizando los excesivos impactos medioambientales que repercuten en la conservación de las mismas. Sabemos que muchos científicos andan trabajando en la desextinción, conjunto de técnicas que permitirán en un futuro poder engendrar de manera artificial individuos de especies extintas, o al borde de ellas. En tal empeño se están invirtiendo muchos recursos, con el sueño de poder dar vida a fascinantes especies que extinguimos. La posibilidad de traer a la vida un clon de un organismo extinto ya se ha producido, la primera correspondió a un español, en 2003, con un ejemplar clonado de bucardo, una sub-especie de cabra montesa ibérica. Ahora mismo se siguen realizando otras hacia especies diferentes. 

Los nuevos tiempos que propician el desarrollo de la biotecnología no deja de generar controversias aquí y allá. Nos estamos encontrando con problemas ambientales y éticos, aunque en el fondo ambos se entremezclan. La clonación de animales que se extinguieron se justifica desde el mundo conservacionista;  si es viable la recuperación de esa especie, y si tal falta produce consecuencias no deseables en el medio. Desde este punto de vista, la idoneidad de un hábitat para dichas poblaciones, e incluso la necesidad de esa especie para el buen desarrollo de su ecosistema, podría respaldar su reintroducción en el medio.

Pero ello no es el caso, por ejemplo, de otros ejemplos de animales casi desaparecidos, como los bucardos. Posiblemente ocuparían los Pirineos de nuevo, explotando los recursos de su hábitat, pero no me digan ustedes que, no deja de ser dudosa la necesidad de su vuelta. Me parece que tampoco sería necesario que viniesen auténticas manadas de mamuts por Siberia, pero sí tendría sentido la desextinción por el afán de admirar de nuevo tales animales. Esto no es un Parque Jurásico, negocio lucrativo. ¿No les parece a Ustedes que tales argumentos justifiquen la inversión desde la perspectiva conservacionista y medioambiental?

Sobre los aspectos éticos de la resurrección de especies extintas, simplemente la idea de jugar a ser Dios, así de claro, es una expectativa muy inquietante. Estos mundos de la clonación abren puertas a la clonación humana, hacia la posibilidad de replicar , bajo mi punto de vista, pequeños einsteinso pequeños hitlers, Todo, muy complicado y enrevesado. 

Pero si analizamos otras especies en un estado crítico de conservación, como el rinoceronte blanco del norte, en el que las causas de su inminente extinción se pueden controlar, limitando la caza furtiva, y considerando que se pierde con esta especie una pieza importante de sus ecosistemas, la utilización de herramientas biotecnológicas parece justificada. Sin embargo, la reintroducción de especies cuenta con muchos detractores en el mundo científico. La cría en cautividad es un método muy caro y no siempre exitoso, pero tales proyectos son políticamente correctos y fuente de noticias favorables. Tales medidas deberían ser reservadas para situaciones en las que, por el estado lamentable de las poblaciones, no quede otra opción para la salvación de la especie.

Muchos investigadores son los que han criticado la política generalizada de invertir en la reintroducción de especies como una vía perfecta para la conservación de la biodiversidad, como la caja de Pandora que nos permitirá sobrevivir a la siguiente extinción masiva. Muchos de ellos nos animan que posiblemente estén mejor invertidos nuestros recursos en la conservación de lo que aún poseemos, y no tanto en la recuperación de lo perdido. Pero hemos de aceptar que, en muchos casos, la biotecnología, la posterior reintroducción, es la única solución que les queda a unas cuantas especies. La situación es lamentable, las extinciones crecen y tenemos el deber moral de intentar revertir este fenómeno.

No tratamos de caer en el mundo tremendista y fatalista. Tratamos de avisar un problema y buscar soluciones. Si analizamos detenidamente las evidencias científicas algo deberíamos preocuparnos, aunque el desánimo no es buena opción a la hora de enfrentarnos a estos retos. Sin duda alguna, más de uno es posible que pensemos que seguimos creyendo en una humanidad que ha sido capaz de realizar actos increíbles en nuestra historia, y que ahora estamos frente a otro reto de dimensiones impredecibles del que pienso saldremos victoriosos. ¿No les parece? Aquí, el mundo de la ética tiene mucho que hablar. 

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