Empezar la casa por el tejado, es la obra más usual en una Cartagena que si llevara los mismos treinta y cinco años sin un Plan General de Ordenación Urbana Municipal, como lleva, y durante ese tiempo hubiesen dejado de salir los santos desfiles procesionarios a las calles céntricas, su aspecto ciudadano guardaría una semejanza asombrosa con esos pueblos mineros abandonados, donde al cerrar la mina, los pueblos fueron abandonados.  

Entre otras muchas indicaciones legales de obligado cumplimiento, los planes generales municipales, determinan sin dudas ni sobres de por medio, la clasificación de los suelos municipales, estableciendo el DESTINO URBANÍSTICO de cada TERRENO O CONSTRUCCIÓN, siendo una ventana abierta que impide salvo responsabilidad penal municipal, la “simpatía” de los consistorios hacia sus “promotores” favoritos que todos los pueblos disponen de ellos. 

Las compensaciones internas que generan los Planes Generales, impiden que los ayuntamientos, caso del Cartagenero, se conviertan en oficinas inmobiliarias de compra y venta de terrenos, con sus comisiones correspondiente por bajo de la mesa. 

Cartagena, a la cabeza de muchas granujerías porque es un lugar donde prácticamente están con el mismo vigor y tensión lo atado y bien atado que realizó el franquismo, y eso que desconocía el fenómeno social que vendría después con las pantallas de los portátiles, las infracciones urbanísticas son tan abundantes y sabrosonas que, viendo lo que se ve, cuando un viajero haciendo grupo escucha lo que le cuentan los guías turísticos de ciudad vieja, milenaria, y contempla sus calles y la vorágine de las alturas de los edificios en función del poderío político del promotor, guardan silencio los entendidos. 

El empecinamiento de Cartagena de seguir haciendo las cosas mal hechas, porque el objetivo básico municipal es beneficiar a los amichis ricos y no a sus vecinos, ha llevado a poner en marcha un programa (los funcionarios actúan y callan) de ir por los barrios y pedanías tomando debida nota de las necesidades y anhelos de los habitantes.

Pero como en Cartagena hacer las cosas con fundamento es algo totalmente imposible, porque la locura administrativa campea a sus anchas, semejante trabajo lo debería realizar el equipo redactor del nuevo Plan General. Plan por el que no tienen ningún interés que se ponga en vigor la Trinca y los trinqueros, porque las irregularidades y las interpretaciones de la situación actual que ya dura los indicados treinta y cinco años, son la madre de muchos costillares de corderos. 

Salud y Felicidad sin covid-22. 

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