Opinion Juan Sánchez 12/11/2022

“EL PROBLEMA”

Qué bien se mangonea, canallea, pastorea, acojona y controla a un pueblo de borregos, tarugos, pezucos y zopencos sin voz ni criterio propios

Pueblo de borregos, tarugos, pezucos y zopencos sin voz

EL PROBLEMA es que tenemos una democracia “Genérica”. Un modelo de gobierno obsoleto incluso antes de elegirlo. Un modelo básico de convivencia carente de todos los extras que aportarían un poco más de formación, cultura, interés social y participación activa del modelo “Premium” en democracias avanzadas –Qué bien se mangonea, canallea, pastorea, acojona y controla a un pueblo de borregos, tarugos, pezucos y zopencos sin voz ni criterio propios–

El problema es que depositamos un poder infinito en manos de tios marranos sin control jurídico alguno –Huelga comentar tan escabroso tema, ya lo hacen abiertamente y sin pudor alguno los propios juristas implicados–, salvo los presuntos resortes de conciencia y honor que, aún jurados en la posesión del cargo, son violados metódicamente de forma brutal y zafia en cada decisión que concierne al los ciudadanos pero no interesa a los partidos políticos y sus sombras.

CARTA BLANCA.- Precisamente es el poder absoluto que les otorgamos. No hemos articulado mecanismos de control imprescindibles para que una democracia real funcione fiscalizada constantemente por los ciudadanos. Los parlamentos solo sirven para sacar los trapos sucios de las diferentes formaciones políticas, y nunca para solucionar las carencias del pueblo.

Mantas presupuestarias que justifican cualquier derroche del gobierno sin apuntar los hipertróficos y macrocéfalos gastos de la administración del estado. Un pellizco inmenso al presupuesto nacional –PGE— que de entrada deja temblando y bajo mínimos las partidas disponibles para los ciudadanos. Un aparato administrativo intervenido, pactado, en el mercadillo de la miseria humana, que salva culos inútiles del abismo social en que a duras penas sobrevivimos el resto, y que genera millones de votos cautivos, clientelares, vendidos y comprados muy caros, garantizando la continuidad en el ordeno, ordeño, mamo y mando de esas partidas de bandoleros que dicen gobernarnos.

APATÍA Y DESESPERANZA.- Son el sentir del pueblo en las actuales circunstancias. Incluso en los colegios, donde un significativo porcentaje de los críos se desentienden de todo en una dinámica de desencanto y falta de atención con la disculpa de: “Total, el mundo se va a acabar”. Es muy lamentable pero real que a esas edades se dejen atrapar por la sensación de la derrota. Imagino que dicha reacción se debe al clima familiar que les acorrala. Y eso no deja de ser incluso más peligroso.

Pero analizando nuestra sociedad en profundidad, podemos inferir la lógica de la situación. Las familias actúan a la desesperada porque no ven salida al caos sembrado a propósito por unos gobernantes que hacen caja en ríos revueltos. Sembrar dudas, inseguridad, miedo e impotencia general, genera una aberración social disfrazada de paz; una falsa seguridad forzada por leyes retorcidas en la mente que las genera. El pueblo, mutilada la libertad de expresión con la censura y la represión encubierta desde esos medios colaboracionistas y mercenarios, no ha posibilidad de tomar el control de sus vidas al margen del obligado escenario oficial. El deprimente resultado está calando, ahogando, cualquier posibilidad de futuro. Ya estamos viviendo el resultado. Pero la criatura solo acaba de mostrar sus pavorosas fauces.

LA SOLUCIÓN.- “Si un problema tiene solución, por qué te preocupas. Y si no la tiene, por qué te preocupas”. La sabiduría oriental nos sale al paso en su filosofía milenaria. El problema es complejo de solucionar, pero no imposible. Con el tiempo entenderemos que la política es el arte de la convivencia humana. Hemos delegado esa responsabilidad en unos representantes políticos aportados por unos partidos absolutamente antisociales: “Aunque la mona se vista de seda…

Esa condición tiránica muy lejana a la democracia se deja ver en sus listas electorales. Unos candidatos seleccionados por interés del partido y sus sombras. Nunca por valía, preparación y aptitud incondicional de servicio al pueblo. Se presentan unas listas cerradas, selladas con pactos pre y poselectorales, condicionados por intereses muy oscuros. Y nosotros, los BORREGOS, acudimos en manada al matadero de las urnas. Es una trampa para cazar incautos, se vote lo que se vote, perderemos, todo está organizado para que fracase el pueblo. Pero no aprendemos de una vez para otra, y seguimos prestándonos a la pantomima, la burla, la mascarada de unos groseros comicios ‘tácticos’.

UN PUEBLO ES…- Lo primero es identificar el problema. En teoría, el pueblo no es el problema, por tanto, son los políticos. Los políticos están a nuestro servicio; nosotros, el pueblo, no estamos para servirles ni financiarles. Todos sabemos cuál es la solución, pero nadie se atreve a poner el cascabel al político pardo, ¡TODOS!

Tal vez sea nuestra inconsistencia, el consentir lo intolerable, desentenderse de la convivencia, el egoísmo idolatrado, la jactancia viral, la ignorancia secular, la pereza del irresponsable, la ausencia de participación, la delegación de derechos, el poder endiosado, la cobardía enquistada, la libertad negociada: ¡¡esa burra vieja que nos venden cada día más cara, decrépita, embalsamada!!… Bien pensado, el problema no son los políticos: si hubiera voluntad social, ¡hace mucho habríamos mandado a todos al carajo!

«Hasta que no tengan conciencia de su fuerza, no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado, no serán conscientes. Ese es el problema» — George Orwell

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