Opinion MARIANO GALIÁN TUDELA 14/11/2022

ARTE IBEROAMERICANO EN ESPAÑA

Todas estas riquezas culturales nos han permitido reconstruir auténticos relatos históricos y descifrar el significado de las mismas, su identidad en la memoria colectiva y el sentido estético de belleza que contienen

El Cristo de Zacatecas

En noviembre del 2021, el Museo del Prado exhibía en sus salas del edificio Jerónimos una muestra del arte iberoamericano llamado “Tornavieja”, es decir, un viaje de regreso a España que nos enseñaba la producción de obras americanas que han llegado a Europa a través de la Península Ibérica. 

Detrás de esta muestra hemos podido comprobar el tráfico ininterrumpido de obras de arte de la época virreinal que llegaron a través de los puertos de Sevilla y de Cádiz durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Tales obras se extendieron por nuestro territorio nacional y, un trasiego de objetos muy superior al de otros países como Flandes e Italia, que pertenecieron a la corona española, se divulgaban por todos los rincones de Europa. En esta exposición madrileña se reunieron más de 100 obras que andaban por toda España.

Todas estas riquezas culturales nos han permitido reconstruir auténticos relatos históricos y descifrar el significado de las mismas, su identidad en la memoria colectiva y el sentido estético de belleza que contienen en la actualidad, habiendo sido cuestionado en muchas ocasiones por absurdos prejuicios de una mentalidad más que europea. Los que las hemos visto de cara a cara, sin duda, opinamos a ciencia cierta que ha formado parte de un empeño por contar bien la historia.

Hemos podido comprobar cómo el asentamiento del Nuevo Mundo fue un proceso lento y costoso. No se ha podido obviar la conquista ni los elementos violentos y dramáticos que conllevaron. La riqueza de los productos de la tierra, el mestizaje y la convivencia entre la población autóctona, colonos españoles y reducida presencia de asiáticos, proporcionaba la creación de una cultura híbrida con personalidad propia que aportaba técnicas novedosas y lecturas simbólicas. A través de los grandes lienzos artísticos referentes a las plazas públicas hemos apreciado el constatar la importancia que tuvieron como espacio de unión e integración.

Los claustros de los conventos no fueron simplemente lugares de culto religioso, sino que también se emplearon como centros de enseñanza y educación donde se desarrollaba la medicina y los monjes cultivaban productos de la tierra. Los tintes naturales como el palo de Campeche que los conquistadores regalaron a Felipe II, se obtendría un negro muy intenso denominado “ala de cuervo” que se adhería muy bien a la ropa. Tal tinte de lujo junto con la cochinilla, de la que se obtenía el color rojo, fueron determinantes para conseguir el dominio de la moda española en toda Europa. Al final, en Europa, se hablaba de “vestir a la española”.

La religiosidad procedente de la evangelización tuvo en Madrid una destacada presencia en la exposición. Las devociones marianas como la Virgen de Guadalupe, la de Copacabana y la de Valvanera nos han proyectado los magníficos cuadros con técnicas americanas del enconchado. El “Divino Indiano” como Jesús de Nazaret de la caída sobresale en todo su esplendor.

El Cristo de Zacatecas, escultura de más de dos metros, en la Iglesia de Montilla, será una de las primeras tallas procesionales realizadas en el Nuevo Mundo. Los objetos realizados en plata, extraídas de las minas de Potosi, como la Custodia de la Hermandad de Nuestra Señora de las Angustias, un cuadro de La Inmaculada enmarcado o la gran cruz procesional tinerfeña dan muestra de todo ello.

Es muy importante el argumento expositivo en el que se deseaba que no perdiéramos de vista la idea de fusión. Es importante tener en cuenta también la pervivencia del pasado prehispánico de las obras que nos llegaban a la Península. 

Pudimos comprobar que cuando se profundiza en la historia española a través de todas estas riquezas culturales se aprecian materias y técnicas americanas de alto voltaje. Los ropajes indianos nos impactaron aludiendo a técnicas variadas empleadas por los artistas de aquellas tierras. Entre ellas destacaban los enconchados originarios de Asia o los trabajos en plumaria, como se pueden apreciar en ciertas mitras. 

Tal fue la aventura en el Prado que como más tarde diría su director que “sin América, el Prado quedaría cojo”. Una manera más auténtica, a través de la misma historia, de conocer de primera mano la buena historia que en Iberoamérica hicieron nuestros españoles. El mundo vengativo y conquistador que se nos ha querido vender, en ningún momento aparece en la historia real, al menos todo lo que allí pudimos comprobar. 

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