Opinion Julio Moreno 16/07/2021

Las malas intenciones

 De cualquier modo, yo siempre he sido un temerario insolente y  pienso seguir siéndolo.

“ Sabiduría no es destruir ídolos, sino no crearlos nunca “ ( Umberto Eco ).

 Hoy he querido empezar estas letras citando a Umberto Eco, autor, entre otras muchas obras de “ el péndulo de Foucault “ y “ el nombre de la rosa “. Novelista y, sobre todo, ensayista preclaro, Eco siempre decía que había escrito “ el péndulo de Foucault “ con la intención de que quien lo leyese, se arrojase por la ventana.

 La intención puede considerarse ética o no, pero desde luego es una intención.

 Venía yo, en mi largo paseo de esta mañana por esta ciudad maravillosa en la que tuve el privilegio de nacer y la sabiduría de permanecer, reflexionando sobre este enunciado de Umberto Eco, no porque me parezca una intención legítima. Lo que me llamaba la atención de la frase es que este genial autor escribiese con una intención clara.

 Y esto me lleva a preguntarme, ¿ con que intención escribo yo ?. Me explico. Indudablemente, o a mi me lo parece, la primera intención de un autor es, o ha de ser, que le lean. No creo que nadie, ningún artista de ninguna disciplina, cree algo con la intención de que no sea admirado por el público. Al menos, en mi intención está ser leído y podría ser un objetivo a corto plazo.

 No obstante, esto resulta una obviedad, por lo que, bien mirado, debe de haber otros motivos por los que los creadores nos sentamos a escribir.

 Según Juan Tallón,”  nada se parece al miedo de un escritor a no ser el mejor “. Es muy probable que mi admirado Tallón tenga razón, una vez más.

 En “ Enoch Soames “, un relato de Max Beerbohm, Soames es un poeta mediocre, y él lo sabe.  A veces, piensa en el suicidio. Hasta que un día el diablo se cruza en su camino. El diablo propone a Soames venderle su alma, a cambio de poder viajar cien años hacia delante, hasta la misma sala del museo Británico donde suele trabajar, con el fin de que confirme si su nombre ha trascendido a los tiempos. Soames acepta para comprobar que, lamentablemente, su nombre no ha superado la prueba del tiempo. Nunca fue el mejor,  ni se acercó a ello.

 Entonces, ¿ es mi intención como autor ser el mejor ?. Indudablemente si. Yo creo que cuando haces algo, sobre todo si lo haces por placer o vocación, siempre has de intentar ser el mejor. En todos los ámbitos que una persona, hombre o mujer, acomete por voluntad propia.

 Por poner un ejemplo peregrino, yo juego al pádel. No es que quiera ser el mejor, por supuesto, pero siempre que juego salgo a ganar. No concibo salir a una pista, a una competición cualquiera, sin esa intención. Por supuesto que muchas veces pierdo, faltaría más, pero mi intención, mi empeño, siempre es ganar.

 Es verdad que hay que saber gestionar esto para que cada derrota no suponga una frustración. Del mismo modo, el autor ha de gestionar su derrota, la cual acaece más veces de lo deseable. Pero eso sí, cuando ganas, cuando escribes algo bueno y lo sabes o, por lo menos, lo intuyes, la derrotas anteriores merecen la pena.

 Según el propio Tallón, no hay que escribir para ser mejor que nadie. Hay que escribir para ser mejor que uno mismo, planteándote objetivos que estimas inalcanzables. Probablemente no los alcanzarás, pero el propio intento te hará llegar más lejos que lo que, en principio, pensabas que podías llegar.

 Es mi caso, sin duda. Sea cual sea mi lugar en el posible escalafón, estoy mucho más arriba de lo que, en este momento, aspiraba a estar. Pero aspiro a mucho más.

 De cualquier modo, yo siempre he sido un temerario insolente y  pienso seguir siéndolo.

 Otro de los objetivos del escritor, o al menos del articulista, a mi modo de ver, ha de ser el de cumplir con la obligación que su suerte le ha deparado. Disponer de un medio donde hacer públicas tus reflexiones, sin duda implica la responsabilidad de ser objetivo y honesto.

 Según Ana María Matute “ escribir es también una forma de protesta. Casi todos los escritores comparten el malestar con el mundo “.

 Es cierto. Disponer de la herramienta para llegar al público en general te ha de llevar a ser ambicioso en tus pretensiones y, en la infinita vanidad del autor, pensar que lo que tú plasmes en el papel, en la pantalla, creará o podrá llegar a crear opinión. Esto, que para algunos es un arma, una herramienta, ha de ser tratado con infinito cuidado.  Una cosa es verter tus opiniones, potestad que por fortunas tenemos los columnistas, dado que nuestro objetivo no es informar, sino opinar y entretener, y otra muy distinta tratar de mediatizar con ellas.

 Así pues, mi objetivo como escritor es ser leído y, a ser posible, no dejar indiferente a quien lo haga. Ustedes juzgarán si cumplo ese objetivo o fracaso en el intento.

 Mátenme como quieran, menos con su indiferencia.

 Y sean felices.

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