Desde luego que aquellos mayores a nosotros, o los coetáneos, o los que en mayoría silenciosa, por el exceso de medios de transporte, se están marchando difuminados de este país hipotecado por una dictadura política, repetitiva en la forma y modo de robar y derrochadora, los hubiesen recibido en cárceles como son los ya denominados  como Cates, cuando por los cuatro rumbos de los vientos se tuvieron que marchar los españoles por culpa de un militarismo empobrecedor, pero triunfante sobre el papel de prensa y los casinos locales, es probable que ahora todo sería diferente. 

Comentan que estudios dignos de crédito, aseguran que si se liberalizaran las drogas al mismo estilo que lo está el tabaco (nunca se ha fumado menos proporcionalmente desde que se implantó y se reguló pacíficamente su uso y lugar); la bebida alcohólica (nunca, en proporción, se han visto menos borrachos por la calle); y dicen que con la droga pasaría lo mismo. Pero, el dejarla libre sería tener que crear un cisma laboral que están primando sus interese económicos de un par de generaciones laborales, sobre el bien social que con la estabilización se lograría de paz y calidad de vida para el presente y el futuro. 

En Cartagena, en vez de poner el Cate en una finca con posibles para cultivos, de tal modo que los emigrantes que han llegado del modo que sea a este país, una vez que están aquí, puedan cooperar en cultivar parte de sus propios alimentos, y tener talleres donde los preparen básicamente para desarrollar empleos, o a algunos se les despierte el deseo de estudiar o investigar, los mismos hipócritas que se rasgan las vestiduras con mantener el negocio de las drogas, quieren disponer de locales infernales, los llamados Cates: Centros de Acogida Temporal de Emigrantes, hasta que los embrutezcan y los envilezcan, tal y como suele acontecer en las cárceles habituales. 

Y encima de toda esta hipocresía católica y cristiana de la “Acogida Temporal” de pobres de la Tierra, en Cartagena, ciudad que está ocupando la vanguardia de todo lo malo y lo peor de la dictatorial España actual, donde unos, generalmente pelagatos, con vestirse de domingo, ellas y ellos, ya creen haber alcanzado la capacitación necesaria para gobernar, protegidos por unos poderes que están sesteando de puertas para adentro de sus palacios, y por fuera solamente le aprietan al débil, todo el terrible pestazo a derroche y legalina que despide la relación entre la ente Puerto, y la otra ente el Ayuntamiento cartagenero, tomado al apestante asalto mediante una legalina que llaman democrática, al margen de apostar ambos entes decididos por la construcción de cárceles para emigrantes, ven en ello un fructífero negocio de los habituales desarrollados con edificios de actividades ajenas a toda necesidad portuaria, pero muy aptas para ser enfrascadas en la mejor botella al mejor estilo de la España estraperlista. 

Las sociedades anónimas municipales, una estafa social a los ciudadanos; las privatizaciones de los servicios municipales, otra estafa tan colosal como la anterior, y la de utilizar en el fragante caso cartagenero unas parcelas de clara utilidad portuaria para seguir en la misma línea de impunidad y falta de trasparencia, no se sabe hasta cuando, del Batel, El aparcamiento del muelle y los demás edificios construidos en la servidumbre portuaria con utilidades inadecuadas, y al parecer claramente ilegales, están poniendo en primera fila de todo la falta de sensibilidad social de los políticos cartageneros, más otros conceptos muy oscuros, pero que despiden un fuerte pestazo a negociete de amichis. 

Campo hay por poner el Cate; y, a lo mejor, como hay muchos políticos en activo, luego con el tiempo, si se consigue acabar con la dictadura, hasta se le puede dar otra utilidad nacional. 

Salud y Felicidad sin covid. Juan Eladio Palmis.