SALUD MENTAL, UNA LEY ‘NAZI’
Descartes se planteó la duda de que si lo que nos parece real podría ser un espejismo inducido por un duende. Tal vez todo lo que percibimos sea un engaño de ese geniecillo indigno cartesiano que nos extravía por caminos en los que nos conducimos por una cordura que no es más que irracionalidad o sinrazones. Seguro que el maestro se adelantó al análisis que hoy debemos hacer de nuestros llamados políticos del Gobierno de coalición y sus duendes.
De qué nos sirve intentar un desatino,
arar en el Mar Menor, cultivar en la arena,
regar el desierto murciano
de alma de locura fajana.
A los hechos nos remitimos. “Legislar en caliente no suele ser la mejor técnica” ha dicho recientemente la ministra Grande-Marlaska para evitar la autocrítica y el propósito de enmienda exigidos por el infanticidio de Lardero. Sigo: “El lunes arreglo lo de la Plusvalía”, apuntaba ayer María Jesús Montero en una exhibición de su chulería aplaudida para gobernar a cualquier temperatura volcánica, sin importarle el precio de la luz o el desembarco guerrillero de inmigrantes marroquíes en el aeropuerto vendido de Mallorca.
Dicho y hecho, la portavoz de Pedro Sánchez presentó el guiso municipal. Sopla el presidente para no quemarse y nos prepara una empanada mental, una ley de tipo nazi o comunista para resolver las locuras españolas, la salud mental de siglos de virus que matan.
Sus ideólogos acaban de redactar, en el hospital de La Moncloa, una llamada LEY DE SALUD MENTAL que ha generado estupor en el mundo de la Medicina, y científico, así como el rechazo de la Sociedad Española de Psiquiatría, sociedades profesionales y sicólogos, porque definen los ideólogos populistas que la salud mental, como una verdad objetivable y de naturaleza socioeconómica DEBE SER REGULADA POR EL ESTADO piense lo que piense ese animal que es un ser humano.
El catedrático JOSE LUIS CARRASCO, eminencia de la Universidad Complutense, Madrid, escribe que la salud mental no se pude establecer por ley ideológica o más bien policial, sino mediante el apoyo a la prevención y al tratamiento de las enfermedades y al estudio profesional en una patología delicada que rechaza una manipulación que viene ocurriendo en naciones gobernadas por dictaduras o tiranías de ayer, hoy y mañana.
“La existencia de una Ley de Salud Mental controlada por un Estado o un Gobierno, es en sí estigmatización para los trastornos mentales y sus consecuencias físicas, excluyéndolo del tronco común de las enfermedades. En estos momentos los ciudadanos y los profesionales no necesitamos este tipo de leyes, sino grandes recursos sanitarios suficientes que asegure un trato digno, eficaz y humanitario a millones de pacientes. Este es un tiempo para la clínica y los tratamientos, no para hacer demagogia con las enfermedades”.
Temblamos ante el riesgo de que nuestros dirigentes políticos, o de otros, se vuelvan tarumba. Hay amores que matan, y parece que de nuevo el Covid 19 se mueve entre los manicomios de los partidos, no les basta con las eutanasia asistida, nos quieren volver locos y que votemos como máquinas medicadas a su antojo. Que dios nuestro Señor nos coja confesados!!!!!
Lo que ignoramos es desde qué ministerio saldrá la parida, si feminista o machista. Es esencial saberlo, porque el grado de trastornos es distinto, de peligrosos a muy peligrosos. Otro sí, menos mal que Pablo Iglesias se largó e Iván Redondo le siguió de una patada en salva sea la parte. Recemos, el pueblo unido.
EPÍLOGO.- Aclaro que la mención a los partidos, no es una afirmación peyorativa, porque a servidor los grandes partidos en fase de cordura me parecen un gran invento. Ocurre que en nuestro bendito país, cuando se suben gateando por los árboles del poder se vuelven listos de papeles.
Desde hace un mes ya ven amadas y amados míos el desquiciamiento pepero, una crisis de identidad, manías persecutorias, megalomanías y agorafobia a consecuencia del virus murciano llamado TEODORO, han montado un aquelarre y les patinan las neuronas.
Eso sí, es verdad, que la señora AYUSO, en la noche del martes, en el Hormiguero estuvo la mar de graciosa, reía y hacia populismo madrileño, como el cocido. No es precisamente un ataque de locura por amor −que sería potable− sino devastador, claro que el presidente nacional del PP, Casado, tiene algo de culpa, por tener de segundo a un buen zagal, campeón global del hueso de aceituna pero no llamado a ser elevado a los altares. Hasta me acuerdo de Fraga, ejem, ejem, ejem, con perdón.
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Sureste Press
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