Lo mismico que una ciudad tiene los políticos que vota, para el caso cartaginés instalados un pueblo más allá de donde nacen racimados todos los males que pueden afectar a un municipio, el silencio constante de la Universidad Cartaginesa, resulta socialmente incomprensible, salvo que esté ahogada de opus-pus y demás sectas muy activas por estos lugares del Levante Español. 

Resulta, al margen de un silencio social incomprensible, como si la Universidad fuera un colegio ñoño religioso, que gente de la valía social para Cartagena, como mi buen amigo José Matías Peña, al que los pocos que estamos necesitando de su ayuda para luchar contra la apática corruptela de una ciudadanía indiferente ante la contaminación y el robo público millonario desbocado, haya sido “desterrado” de un centro público, como es la Politécnica, en teoría defensora de la ciencia, el conocimiento, y la mayor calidad de vida de la ciudad en la que está instalado un centro de saber de la categoría y el empuje que ejercen muchas universidades en su entorno de ubicación, excepción muy clara de la Politécnica de Cartagena. 

Con la ilusión que experimentamos en su día los que amparados por el empuje del alcalde cartaginés, señor Vallejo Alberola, finales de los años ochenta, primero de los noventa de la década del siglo pasado, luchamos y pusimos, antes que el viejo y nefasto bipartidismo Pepé-Pesoe machará la ciudad al estilo español tradicional, nuestro granico de arena en el empuje de que la Universidad se instalara en una ciudad, Cartagena, como ahora, en puras cenizas, el prescindir de un profesor de la valía social necesaria para Cartagena de mi amigo Matías Peña, es un lujo que no se lo puede permitir ni la ciudad ni la Universidad, y mucho menos cuando su “destierro” académico tiene el rancio olor y sabor de las mejores vendettas mediterráneas. 

Mientras los partidos políticos instalados en Cartagena están demostrando de continuo que su única actividad social es contar y ver el modo de obtener más dinero para su nada ciudadano, donde solamente van incluidos postureos de “mañana, vamos, y preocupaciones de boquilla”, una muy poca gente que se puede contar con los dedos de una sola mano, han dedicado, como mi amigo el profesor Matías Peña, su saber y conocimiento poniéndolo en manos de los arrollados despiadadamente por un grupo caciquil, mitad sectario, mitad político, aplaudido por una sociedad cartaginesa apática y cómplice de todo. 

Pero, en verdad, aquella ilusión de que una Universidad Politécnica, acabara con el atavismo social de las cofradías religiosas, que juntamente con los dos partidos de una de los dos Españas, llevaron a Cartagena a sus mayores cotas, por entonces, de atrocidades municipales, ahora superadas, al parecer no ha valido para nada; y, al margen de que socialmente en Cartagena su Universidad ni “pincha ni corta” en la inquietud de mejoras ciudadanas, se ha decantado por seguir el mismo juego silencioso, deprimente, terrorífico, de que todo está bien; todo rula de maravilla, y hay que fomentar la docilidad y las “buenas costumbres”. 

El hecho de que mi amigo Matías esté trabajando en el “destierro” en una Universidad francesa, habla por sí solo, de la soledad que existe en Cartagena entre aquellos muy pocos que tienen interés en que el presente y el futuro sea mejor, que aquel pasado tenebroso que socialmente nos sigue cubriendo con sus abundantes corruptelas. 

Salud y Felicidad sin covid. 

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