Las tácticas para silenciar a la disidencia científica por informar sobre efectos adversos de las vacunas

Un nuevo estudio alerta sobre las prácticas de censura y supresión de las que fueron víctimas médicos y científicos de prestigio durante la pandemia de covid

Adoctrinamiento 07/11/2022 Impacto España Noticias Impacto España Noticias
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MEDICO

Un nuevo estudio alerta sobre las prácticas de censura y supresión de las que fueron víctimas médicos y científicos de prestigio durante la pandemia de covid y cómo ellos contratacaron. Advierten que las consecuencias, que se manifiestan en la violación de la libertad de expresión y de los principios éticos, perjudican a la ciencia y ponen en riesgo potencial la salud y la seguridad públicas. La censura y el dogma son ajenos a la verdadera ciencia, aseguran

La crisis “covid-19” ha dado lugar a todo tipo de investigaciones científicas y los singulares mecanismos de censura que se implementaron para silenciar o suprimir las voces disidentes del discurso oficial no son la excepción. El más reciente estudio al respecto es el de un grupo de investigadores israelíes y un australiano, titulado “Censura y supresión de la heterodoxia covid-19: tácticas y contra tácticas”.

En este clarificador trabajo, Yaffa Shir-Raz (del departamento de Comunicación de la Universidad de Haifa, en Israel), Ety Elisha (del departamento de Criminología, de The Max Stern Yezreel Valley College de Israel), Brian Martin (de Humanidades e Investigación Social de la Universidad de Wollongong, en Australia) junto a otros investigadores, dan cuenta del modo en que en el esfuerzo por silenciar las voces alternativas se hizo un uso generalizado no sólo de la censura, sino de tácticas de supresión que dañaron la reputación y la carrera de médicos y científicos disidentes, independientemente de su estatus académico o médico y de su prestigio antes de expresar una posición contraria. 

“La censura tiene una larga historia y su objetivo es suprimir la libertad de expresión, las publicaciones y otras formas de expresión de ideas y posturas no deseadas que puedan ser percibidas como una amenaza para organismos poderosos como gobiernos y empresas”, escriben los autores del estudio, quienes añaden: “Teniendo en cuenta el alcance de la censura denunciada durante la época del covid-19 y, en particular, el número de médicos y científicos de prestigio censurados y silenciados, así como la amplia participación de las empresas tecnológicas, por un lado, y de los gobiernos, por otro, merece la pena investigar este fenómeno”.

La investigación buscó explorar las percepciones subjetivas de médicos y científicos de alto nivel de diferentes países, que experimentaron la censura o la supresión después de expresar posiciones no ortodoxas en publicaciones o declaraciones en relación con el manejo de la pandemia de covid-19, y cómo lo afrontaron. “A través de entrevistas, examinamos las tácticas de censura empleadas por el estamento médico y los medios de comunicación (tanto los convencionales como las redes sociales), así como las contra tácticas empleadas por sus destinatarios”, detallan.

“Nuestras conclusiones señalan el papel central que desempeñan las organizaciones de medios de comunicación, y especialmente las empresas de tecnología de la información, en el intento de sofocar el debate sobre la política y las medidas ante el covid-19”, anticipan en la introducción del estudio.

Uno de los aspectos que más sorprende a los autores del trabajo es que muchos de los médicos e investigadores censurados por las mayores empresas tecnológicas del mundo no son figuras marginales. “Se trata de científicos convencionales, muchos de ellos destacados expertos que trabajan en prestigiosas universidades u hospitales, algunos de los cuales son autores de libros y han publicado docenas o incluso cientos de artículos y cuyos estudios han sido ampliamente citados. Algunos de ellos son editores de revistas científicas/médicas y otros son directores de departamentos o clínicas médicas”, enfatizan.

A lo largo del texto, la investigación cita numerosas publicaciones que también han abordado la cuestión. Así, por ejemplo, se expresa que la fuerte censura se llevó a cabo con el impulso de los gobiernos (tal como consta en trabajos de Bose 2021 y O’Neill 2021), que cooperaron con empresas tecnológicas como Facebook, Twitter y Google.

“Los correos electrónicos publicados en procedimientos judiciales han documentado la forma en que los funcionarios del gobierno coordinaron directamente con empresas tecnológicas como Twitter y Facebook para censurar a médicos, científicos y periodistas”, recuerdan.

IMPACTO DE LA CENSURA

“La censura de opiniones y puntos de vista opuestos o alternativos puede ser perjudicial para el público, especialmente durante situaciones de crisis como las epidemias, que se caracterizan por una gran incertidumbre, ya que puede llevar a que no se tengan en cuenta opiniones, información y pruebas científicas importantes. Además, la negación o el silenciamiento de las opiniones contrarias puede suscitar la desconfianza del público”, advierten los autores de la investigación. 

También mencionan que los estudios han indicado que, en situaciones de riesgo, especialmente de riesgo que implica incertidumbre, el público prefiere la total transparencia de la información, incluyendo los diferentes puntos de vista, y que proporcionarla no suscita reacciones negativas en términos de comportamiento, sino que más bien ayuda a reducir los sentimientos negativos y aumenta el respeto del público por la agencia que evalúa el riesgo. 

“Como advierte Wynne, los intentos de la ciencia institucional de exagerar su control intelectual y utilizar el conocimiento como justificación de las políticas instauradas, ignorando sus límites, solo alejan al público y aumentan la desconfianza”, remarcan.

Por otra parte, ponen de manifiesto que si bien la visibilidad de las opiniones disidentes puede reducirse en los principales medios de comunicación y en los resultados de las búsquedas en la web, hay demasiadas opciones de comunicación alternativas y que, por lo tanto, “los intentos de silenciar y censurar a los críticos a veces pueden ser un tiro por la culata”.

¿QUÉ SE CENSURÓ?

Respecto de las temáticas sobre las cuales se ejerció la censura, Shir-Raz y sus colegas apuntan que la aparición del covid-19 dio lugar a una proliferación de disputas y desacuerdos sobre los conocimientos y la política implementada: como el origen del virus del SARS-CoV-2, las medidas restrictivas adoptadas por la mayoría de los gobiernos (como el distanciamiento social, los encierros, el rastreo de contactos y los requisitos de barbijo), el uso de determinados tratamientos para la enfermedad y la exclusión de otros (como la hidroxicloroquina y la ivermectina), la seguridad y la eficacia de las vacunas contra el covid-19, y la aplicación de “pases de vacunas” en muchos países. Estas disputas se han convertido en las “Guerras de la Verdad del Coronavirus”, dicen, citando al investigador Jaron Harambam.

“Desde el comienzo de la pandemia, mientras los gobiernos y las autoridades sanitarias argumentaban que las políticas de confinamiento restrictivas eran necesarias para hacer frente a la pandemia y evitar las muertes, muchos científicos y médicos cuestionaron la ética y la moralidad de tales tácticas, incluidos los premios Nobel y los principales médicos y académicos”, recuerdan, para luego agregar:

“Además, desde principios de 2020, un número cada vez mayor de científicos y médicos argumentaron que la pandemia, así como las cifras de morbilidad y mortalidad, estaban siendo infladas y exageradas; que las políticas y restricciones extremas violaban los derechos fundamentales; y que los gobiernos estaban utilizando campañas de miedo basadas en supuestos especulativos y modelos de predicción poco fiables”. 

Algunos estudiosos, médicos y abogados -continúan- han señalado los sesgos, la ocultación y las distorsiones de información vital en relación con las tasas de morbilidad y mortalidad del covid-19 que engañaron a los responsables políticos y al público.

Asimismo, mencionan que gran parte del debate en torno a la pandemia de covid-19 se ha politizado, y que la ciencia y los científicos están siendo suprimidos debido a intereses políticos y económicos. “Estas críticas han aumentado, especialmente tras el inicio de la campaña de la vacuna covid-19. Se criticó la precipitación con la que la FDA concedió la autorización de uso de emergencia a las vacunas de ARNm, incluso para los niños; la calidad de los ensayos clínicos que condujeron a la autorización de las vacunas (incluidas las violaciones de los protocolos de investigación y las pruebas de fraude); la falta de transparencia respecto al proceso y los datos que condujeron a la autorización; el inflamiento de la eficacia”, enumeran.

ALGUNOS EJEMPLOS

Si bien las quejas relativas a la censura y la supresión científica precedieron a la pandemia, una nueva característica de la ‘era covid’ es el papel prominente que desempeñan las empresas de tecnología de la información, como Facebook y Google, señalan los autores del estudio, quienes rememoran que un ejemplo destacado fue la bajada de posicionamiento del sitio web de la Declaración de Great Barrington por parte de Google. 

“La Declaración, encabezada por tres epidemiólogos de las universidades de Harvard, Stanford y Oxford, se publicó en octubre de 2020 y fue firmada por muchos científicos y médicos notables, entre ellos el premio Nobel Michael Levitt. En ella se argumentaba en contra de los confinamientos universales y a favor de centrarse en la protección de los grupos vulnerables. Sin embargo, para reducir la exposición, Google alteró su algoritmo de búsqueda”, puntualizan y agregan que en febrero de 2021, Facebook eliminó una página creada por un grupo de científicos implicados en la declaración, mientras que en abril de ese mismo año YouTube eliminó una grabación de una audiencia pública oficial sobre la pandemia en la que aparecían el gobernador de Florida, Ron DeSantis, y los autores de la Declaración de Great Barrington. 

“Uno de ellos, el profesor Kulldorff, que es uno de los epidemiólogos y expertos en enfermedades infecciosas más citados del mundo, fue censurado por Twitter en marzo de 2021”, alertan. 

Los casos similares abundan. Y, en ese sentido, también citan los del sitio de redes de investigación ResearchGate, que retiró el artículo del físico canadiense Denis Rancourt sobre los barbijos, y en 2021 lo prohibió por completo; y el del virólogo e inmunólogo Robert Malone a quien en julio de 2021 LinkedIn le suspendió la cuenta, acción que repitió Twitter en diciembre de 2021.

LAS TÁCTICAS

Los autores del estudio precisan que las tácticas de censura y supresión descritas por sus encuestados incluyen la exclusión, el etiquetado despectivo, los comentarios hostiles y las declaraciones amenazantes por parte de los medios de comunicación, tanto de los tradicionales como redes sociales; el despido por parte de sus empleadores; los sumariados oficiales; la revocación de matrículas médicas; demandas judiciales y retractación de artículos científicos tras su publicación.

“Los encuestados informaron que la exclusión fue sólo el primer paso: poco después empezaron a ser objeto de difamación por parte de los medios de comunicación y a ser descalificados con etiquetas como como ‘antivacunas’, ‘negacionistas del covid’, ‘difusores de desinformación’ y ‘teóricos de la conspiración’”, describen.

Una táctica destacada que los encuestados para el estudio dijeron que utilizaron los medios de comunicación para desacreditarlos fue el uso de “terceras fuentes”, aparentemente independientes, como otros médicos, para socavarlos, por ejemplo escribiendo artículos difamatorios.

Otra “tercera fuente” utilizada por los medios de comunicación, señalada por los encuestados, son las organizaciones de “verificación de datos”, una práctica que aparentemente pretende verificar la información publicada para promover la veracidad de los informes. “Sin embargo, algunos encuestados alegaron que los grupos de verificación de datos eran reclutados y operados por empresas u otras partes interesadas para desacreditarlos y tratar de desacreditar la información que presentaban”, advierten los autores del estudio.

Algunos de los participantes de la investigación israelí-australiana dijeron que esos grupos de “verificación de datos” se utilizaban para desacreditar y difamar no sólo al investigador o al médico que presentaba una opinión o información contraria, sino también a otros que estaban asociados a ellos.
Los encuestados, en algunos casos, afirmaron que los medios de comunicación les persiguieron hasta el punto de ensuciar su nombre en su lugar de trabajo, lo que provocó su despido, o que se vieran obligados a renunciar.

Otros informaron que habían sido censurados en las redes sociales (por ejemplo, Facebook, Twitter, TikTok, YouTube, Google, LinkedIn), y dijeron que algunas de sus publicaciones, tweets, videos o incluso cuentas fueron retiradas por las redes.

Incluso las conversaciones supuestamente privadas llegaron a ser censuradas, según el relato de los encuestados por el estudio: “Google Docs empezó a restringir y censurar mi capacidad de compartir documentos… No es Twitter tirándome a la basura como lo hicieron. Esto es una organización diciéndome que no puedo enviar una comunicación privada a un colega o a un amigo, o a un familiar…”, remarcó uno de los científicos.

Algunos de los encuestados reportaron que fueron objeto de difamación por parte de su propia institución, con la clara intención de dañar su reputación y sus carreras. “Ciertos participantes también dijeron que habían recibido un mensaje directo de la institución en la que trabajaban de que no se les permitía identificarse con la institución cuando dieran una entrevista o un testimonio o expresaran sus opiniones, en algunos casos como condición para renovar su contrato”, puntualizan los autores del estudio.

Del mismo modo, hay encuestados que afirmaron que fueron destituidos arbitrariamente o inhabilitados para ocupar puestos de prestigio, como formar parte de importantes comités sanitarios o científicos, o editar revistas médicas, sin el debido proceso ni transparencia.

El estudio consigna que algunos de los entrevistados afirmaron que el establecimiento sanitario no sólo había ensuciado su reputación y había tomado serias medidas contra ellos, sino que también había cooperado con los medios de comunicación y se había asegurado de difundir la información sobre esas medidas a través de ellos.

Entre los encuestados también hubo médicos a los que se les informó de expedientes oficiales iniciados contra ellos, como una apertura de sumario o la amenaza de retirarles la matrícula médica.

Los investigadores y médicos también contaron a los autores del estudio cómo sus investigaciones habían sido retractadas por las revistas tras su publicación. “Otro tema que surgió repetidamente durante las entrevistas fue que las investigaciones críticas con las políticas y la ortodoxia del covid-19 fueron tratadas de una manera que los entrevistados nunca habían visto antes en sus carreras. Esto incluía el rechazo de artículos de revistas (a menudo varias veces) sin la revisión por pares, un proceso de revisión y publicación de la revista que tardaba muchos meses más de lo habitual, e incluso el rechazo de artículos de servidores de preimpresión como MedRXiv”, enumeran.

CONTRATAQUE

En cuanto a las reacciones de los encuestados ante estas tácticas de censura, al contrario de lo que se ha encontrado en estudios anteriores, en los que, por miedo a ser señalados como “anticiencia” o “antivacunas”, algunos de los médicos y científicos dijeron que se abstenían de expresar su posición crítica sobre temas controvertidos como las vacunas, los científicos y médicos que participaron de este nuevo estudio no se autocensuraron, a pesar del alto precio que muchos de ellos pagaron profesional y económicamente.

“Los encuestados señalaron que su reacción inicial ante los ataques y la censura fue de conmoción y sorpresa, ya que por primera vez en su vida se sintieron excluidos de la comunidad científica/médica, atacados por los medios de comunicación y a veces por sus empleadores, y/o descalificados como ‘teóricos de la conspiración’ que ponen en peligro la salud pública. Sin embargo, a pesar de la censura, los ataques personales y la difamación, los despidos, el daño a la reputación y el precio económico, todos los encuestados afirmaron que nada de eso les disuadió y decidieron contratacar, utilizando diversas contra tácticas”, aseguran los autores del trabajo.

Entre los participantes dijeron que los ataques a su reputación les hacían estar aún más decididos y deseosos de sacar a la luz la información censurada, mientras otros decidieron emprender acciones oficiales o legales contra las organizaciones que los censuraban. 

“Las contra reacciones de los encuestados se expresaron de varias maneras: el deseo de divulgar el acto de censura y la información que se censuró, que según ellos está basada en la evidencia; el uso de canales alternativos para difundir públicamente sus posiciones y puntos de vista en relación con el covid-19; el establecimiento de redes de apoyo con colegas; y el desarrollo de sistemas alternativos de información médica y sanitaria.

Es decir, crearon una especie de mundo paralelo al establishment tradicional”, puntualizan.
También mencionan que algunos de los encuestados, para protegerse, se vieron obligados a abrir cuentas “secretas” de Telegram o anónimas de Twitter y que éstos “aunque expresan su frustración, siguen haciéndolo para difundir información”.

Otros revelaron que crearon redes de apoyo de compañeros científicos, médicos, abogados y políticos con puntos de vista y opiniones similares. Estas redes se utilizaron no sólo para intercambiar información, sino también para recibir el apoyo y la empatía de “extraños” como ellos, para hacer nuevos amigos y crear una nueva comunidad.

Por otra parte, ciertos encuestados señalaron que están trabajando para establecer nuevas plataformas y organizaciones alternativas dedicadas a desarrollar y proporcionar información sanitaria y tratamientos médicos, incluyendo nuevas revistas y organizaciones sin fines de lucro, en lugar de las existentes, que según ellos han fracasado y decepcionado. Explican esto como un medio de hacer frente a la censura y la supresión que experimentaron debido a sus posiciones contrarias, lo que les otorga un sentimiento de esperanza y de estar construyendo “un mundo nuevo”.

Hacen hincapié en que a pesar del poder que tienen los gobiernos y las empresas, la capacidad de censura es limitada, sobre todo en la era digital, ya que aunque los “guardianes” tradicionales -los periodistas de los medios de comunicación populares y los editores de las revistas científicas- censuren las opiniones e informaciones contrarias, los opositores podrán difundirlas a través de medios alternativos.

TRES DIFERENCIAS

Por último, el estudio pone de manifiesto que si bien muchos de los mecanismos de censura y supresión fueron los habitualmente utilizados, en el caso del covid se observaron tres diferencias principales. En primer lugar, cuando se trata de conocimientos relacionados con el covid, las tácticas de censura utilizadas contra los disidentes son extremas y no tienen precedentes en cuanto a su intensidad y amplitud, ya que las revistas científicas y las instituciones académicas y médicas participan activamente en la censura de las voces críticas, remarcan los autores.

“De hecho, como indica uno de nuestros encuestados, incluso los servidores de preimpresión y los sitios de redes sociales académicas censuran los artículos científicos que no se alinean con la narrativa dominante, y esto parece ser una tendencia creciente”, apuntan.

En segundo lugar, si bien estudios anteriores también han indicado casos aislados en los que investigadores y médicos con currículums impecables e incluso con un estatus académico o médico de alto nivel fueron censurados si se atrevían a expresar opiniones discrepantes, el presente estudio muestra que en el caso del covid, la censura de médicos e investigadores de esta talla se ha convertido en un fenómeno habitual. 

“Los participantes en nuestro estudio, así como los mencionados en la introducción y muchos otros no incluidos en nuestra muestra, no son científicos marginales.

La mayoría de ellos son figuras destacadas: investigadores y médicos que antes de la era covid-19 tenían un estatus respetable, con muchas publicaciones en la literatura científica, algunos de ellos con libros y cientos de publicaciones, algunos dirigían departamentos académicos o médicos, algunos eran editores de revistas médicas y algunos habían ganado premios importantes. Sin embargo, como demuestran nuestros resultados, no estaban protegidos de la censura, ni de la campaña de supresión y difamación lanzada contra ellos”, enfatizan los autores del estudio, quienes reflexionan: “Este hecho indica que el mensaje es que nadie está exento de la censura y que ningún estatus académico o médico, por alto que sea, es un escudo garantizado contra ella”.

La tercera diferencia destacada que encontraron en este nuevo estudio es el importante papel que desempeñaron las organizaciones de medios de comunicación durante la pandemia de covid, y especialmente las empresas de información tecnológica, en la censura de las posiciones contrarias. 

“En la práctica, quienes ostentan el poder tienen mayor capacidad y oportunidades para controlar el conocimiento y la difusión de la información y, a través de ello, para establecer y controlar la agenda. Aunque nuestros hallazgos no muestran la dirección de la relación entre estos titulares de intereses, pueden indicar colaboraciones entre el estamento médico y estas empresas”, sugieren. 

Los documentos recientemente publicados de casos judiciales indican que al menos parte de esta censura está orquestada por funcionarios del gobierno, indican Shir-Raz y sus colegas, y añaden que sus hallazgos también apuntan indirectamente a otras partes implicadas en el fenómeno de la censura evidente en la crisis actual, especialmente las empresas farmacéuticas. 

“Los informes de nuestros encuestados se hacen eco de los resultados de otros estudios, realizados tanto antes de la era del covid-19, como más recientemente, que indican la amplia participación de las empresas farmacéuticas y de tecnología de la información en el silenciamiento de la información y los estudios que pueden ser desfavorables para ellos”, expresan.

En cuanto al objetivo de este esclarecedor estudio, los autores afirman que pretenden concientizar sobre el creciente uso de prácticas de censura y tácticas agresivas de supresión, dirigidas incluso a figuras destacadas que se atreven a criticar o dudar del “consenso” dictado. 

“Las prácticas de censura y silenciamiento pueden tener consecuencias de gran alcance, que se manifiestan en la violación de la libertad de expresión y de los principios éticos, perjudicando a la ciencia y poniendo en riesgo potencial la salud y la seguridad públicas. Coincidimos con la afirmación de Carlos Cáceres de que la censura y el dogma son ajenos a la verdadera ciencia y deben ser abandonados y sustituidos por un debate abierto y justo”, concluyen.

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