La UE sigue teniendo un problema crucial con sus fronteras e inmigrantes donde Meloni, de alguna manera, deseaba deshacer el entuerto desde no hace mucho. El pasado 11 de Junio viajaba a Túnez junto al primer ministro de los Países Bajos y la Presidenta de la Comisión Europea para la “compra venta” de un negocio que no termina de convencer a muchos.

Se deseaban acuerdos estratégicos de la UE con terceros países como fórmula clave para acabar con las divisiones entre los países europeos y los de destino. Se pretende así conseguir el respaldo de los Veintisiete hacia la comercialización con Túnez negociando la cooperación en materia energética e impulso del comercio y frenar la llegada de inmigrantes desde Turquía. Así, el cementerio de las aguas mediterráneas no se incrementaría. Ello conllevaría un total de unos mil doscientos millones de euros.

Con Libia se deseaba negociar algo parecido. Mientras que el primer ministro griego aplaudía la operación, a otros muchos les inquietaba tales relaciones con un país que resbala en credenciales democráticas. A partir de ahora el mediterráneo quedaría tranquilo pero las Islas Canarias han hablado argumentando que el siguiente cementerio será el Atlántico. 

La UE lleva a cuestas desde 2020 un Pacto de Migración y Asilo sin aprobar porque no logra ponerse de acuerdo en estas cuestiones. Todos están de acuerdo en un tema: la UE está dividida en torno a la inmigración, pero no puede ignorar que existe. El Sur y el Este de Europa se sienten abandonados, mientras que los países interiores creen que todo debe comerse desde los países receptores: individualismo puro y duro.

Hablando claro, el sistema de solidaridad propuesto hasta este momento deja en un segundo plano la protección de las personas, poniendo el foco de atención en el retorno a sus países. Así, el problema del Pacto que se propone precisamente está en lo que no se propone. Solucionar el origen del problema no está en sus estudios y, más bien, en realizar muros de contención sobre el mar. “Ahí te las ventiles”. Mientras, cada día más, a Europa le faltan cerca de 50 millones de inmigrantes para que ello se equilibre, pero ello es harina de otro costal.

La mayor parte de los migrantes entran de forma legal en la UE con visados de corta duración, pero permanecen en ella por motivos económicos una vez caduca su visado. Lo que supondría un cambio son las vías legales y seguras de migración: les damos una oportunidad y, además, es que necesitamos que vengan, pues poseemos una crisis demográfica profunda y necesidad de mano de obra.

La política migratoria debería tener en cuenta que lo que barre cualquier otro factor es la expectativa de ingreso y la posibilidad de empleo. Si un país cumple esos requisitos, nadie puede impedir que vengan. Facilitar las vías legales supondría reducir las llegadas por mar y obstaculizaría la acción criminal de las mafias y los traficantes.

El trágico naufragio es un doloroso recordatorio de cómo las políticas migrantes restrictivas no impedirán que personas desesperadas huyan. Muchos seguirán arriesgando sus vidas pues a menudo no tienen otra opción.

La UE debe dejar de criminalizar a estas gentes y a la ayuda humanitaria y, en su lugar deberían centrarse en proporcionar vías seguras y legales adecuadas para migrar y mecanismos mejorados para asistir y protegerlos. Las vías legales son las grandes ausentes y las gestiones de las fronteras. Es imposible que en las fronteras se pida el asilo, que se evalúe bien el proceso donde no existen funcionarios preparados para ello.

Respecto a la migración laboral hemos de lamentar que no exista interés alguno por crear una directiva común y establecer cada país sus propias normas para atraer talento ya que nosotros dejamos que los nuestros se marchen a otros países. Europa, claramente, si quiere puede.

La UE ha demostrado ser capaz de reaccionar con rapidez, solidaridad concreta y coordinación eficaz respecto a Ucrania. Se suele seguir oyendo que para la UE existen migrantes de “primera y de segunda” y tendremos que ver y estudiar qué pasa con la población ucraniana acogida una vez pase el tiempo, aunque espero marche todo bien.

Los grandes Pactos Europeos no son reflejo de lo que Europa debe y es capaz de hacer y podría serlo. Está por ver lo que hará España ahora que ha asumido la presidencia europea. Vamos a ver si es posible sacar adelante un acuerdo que satisfaga a todos los implicados y que esté a la altura de los valores europeos, los auténticos, pero ese viaje a Túnez, lo siento, me pone de los nervios.

La solidaridad europea no puede hacer ese paripé con Turquía del que no salimos ganando nadie: ni los migrantes ni los ciudadanos europeos, pero sí Túnez ante unos millones que huelen a mercancía piratesca y antihumana.

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