Las casas de Artes y Subastas on line y presenciales desde hace pocos años han optado por llegar al gran público y esta vez, como botón de muestra y fuera de lo normal los cuadros que se exponen están realizados a través de la Inteligencia Artificial. Hemos de preguntarnos si la IA realmente es creativa o llega a ser una característica única del ser humano. Tales obras expuestas no están firmadas por sus autores, sino que su firma es una fórmula matemática donde presumiblemente se desea acercar ciencia y arte, ¿se reemplaza así al ser humano?

En sus inicios, el miedo ante la novedad que parece amenazar al género humano también se refleja en la opinión pública, donde la cuantía de alogaritmos informáticos es posible también planteen problemas jurídicos. El tiempo nos lo dirá. Se escucha que la ley es fruto del pensamiento y todo podría cambiar si estos nuevos conceptos evolucionasen ante futuros desarrollos de la tecnología.

Más aún, la neurociencia, a fecha de hoy, no ha podido responder y nos podemos cuestionar ¿Qué nos hace singularmente humanos? Ante lo que José Antonio Marina nos dice que “no es exagerado decir que la creatividad es la protagonista de la humanización, que solo las personas son capaces de otorgar un significado a su trabajo”.

En este paradigma de pinceles, teclas y

/contenido/19981/libertad-sin-cautelares-para-el-hijo-de-conde-pumpido-tras-ser-denunciado-por-ag números bien es cierto cuestionarnos si los alogaritmos, con el tiempo, es posible nos aporten nuevas respuestas, aunque sí es cierto “no tantas como parece ser”. El mundo del arte sigue pujando fuerte en estas esferas, pero no todas las tienen consigo.

Existen otros alogaritmos de tal “inteligencia” que buscan y rebuscan” las grandes aventuras en las emociones del ser humano, tema complicado. ¿Hasta dónde es capaz el ser humano de ser buen amigo, colega, compañero de viaje con la Inteligencia Artificial? ¿Hasta dónde son capaces las máquinas de acompañar a una persona en su soledad?

He escuchado que cuando algunos sistemas informáticos se comportan de tal manera que simulan a la razón humana, tema que me cuesta considerar, pues ella funciona por los patrones previos que les hayamos “chivado” y, hasta es posible que con el tiempo pueda multiplicar sus habilidades. 

Dado el grado de intimidad de la información que una persona pueda comportar (apariencia, gustos, ilusiones, rutinas, estados de ánimo) nos situamos ante una apuesta peligrosa. Al tratar un producto como un ser humano, sea obra de arte o emocional  estamos ante productos de ficción donde nosotros hasta nos podemos enamorar de un sistema operativo. Tal cual, guste o no, las máquinas no pueden entender estos mundos emocionales y el trabajo que se lleva con esta nueva revolución hemos de andar con más cuidado que nos ofrecen los gurús de este escondido “transhumanismo”. 

Podrían generar interacciones ideológicas, responder, simular emociones, pero no tienen vida propia, no poseen un nivel de dignidad y valor como el nuestro. Podría ser un gato, un perro técnicamente evolucionado que emite frases en vez del sonido acostumbrado (ladrar, maullar). ¿Cómo hemos llegado a plantearnos la equivalencia entre una tecnología y un ser humano? Junto al progreso tecnológico es posible creernos asistir al empobrecimiento de las riquezas internas y externas del ser humano.

La Inteligencia Artificial ayudará si éticamente está consolidada en cada una de sus fases, pero en nuestro mundo hiperconectado existen muchas personas solas que creen tener el consuelo, la amistad y gastar su tiempo en un simple ordenador. Muchos países están invirtiendo en cortar la plaga de la soledad, pero siguen sin acertar. En el Reino Unido, casi 12 millones viven soledad y a la ministra, al final le llamaban por desgracia “la ministra de la Soledad”.

Ante tal desacierto, también en Suecia, eso que dicen que es el país de los más aventajados les invito a buscar el youtube del documental “la teoría sueca del amor”, donde por desgracia, lo verán si se animan con el documental, donde la gente no está tan sola, simplemente “se marcha”.

El mundo de los alogaritmos, los sistemas informáticos que hoy por hoy nos vende la Inteligencia Artificial, sin duda, ni es nuestro colega ni primo hermano, es simplemente una máquina. Respecto al arte: un Diego Velázquez, un Joaquín Sorolla, un Claude Monet o un Rembrandt, en su salsa, sin armamento informático, no hay quien les frene. Ello sí es una auténtica Teoría del Amor. 

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