Cuando nos hablan sobre dictaduras, lo normal es que imaginemos a los regímenes antidemocráticos que conoció el mundo en el siglo pasado.

Dictaduras surgidas de las urnas o que se autotitulan 'democráticas'

Es relativamente fácil reconocer una de esas dictaduras clásicas, por ciertas características: son regímenes de partido único que violan abiertamente los derechos humanos, en los que no existe la libertad para discrepar del poder político y cuya élite ha asaltado el poder mediante la violencia. Muchos de ellos, además, rechazaban abiertamente la democracia, sin disimular su autoritarismo.

Sin embargo, incluso entre las dictaduras clásicas ha habido hechos que distorsionan esa idea. Por ejemplo, el Partido Nazi llegó al poder en Alemania mediante una victoria electoral, iniciando un proceso de abolición de la democracia por medio de las leyes. Así mismo, algunas dictaduras comunistas se han definido a sí mismas como "democráticas". Ahí está el caso de la Alemania comunista, cuya cínica denominación oficial era "República Democrática de Alemania", a pesar de ser un régimen de partido único y brutalmente opresivo.

Desde un partido del gobierno de Sánchez se dijo que Cuba es «una democracia representativa»

Incluso entre personas que se dicen demócratas hay claros partidarios de esas dictaduras que contribuyen a su blanqueamiento desde el mundo libre. El año pasado, un eurodiputado comunista español afirmó que "en Cuba hay una democracia representativa" y que ese régimen "respeta los derechos humanos". Una mentira no provocó ningún escándalo, a pesar de que ese político es miembro de un partido que forma parte del gobierno de Pedro Sánchez.

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En los últimos años hemos podido ver otros ejemplos de dictaduras que se salen de los cánones clásicos. Por ejemplo, las dictaduras de Venezuela y Nicaragua se instauraron a partir de victorias electorales de partidos de extrema izquierda, y ambos regímenes se esfuerzan por mantener una falsa apariencia de democracia. Como en el caso de Cuba, izquierdistas que se dicen demócratas defienden a esos regímenes en Occidente al mismo tiempo que etiquetan como "fascista" a la derecha democrática.

Los casos de Rusia y Turquía: vaciando la democracia desde dentro

Hay otros gobiernos que exhiben abiertamente su autoritarismo mientras fingen ser democráticos. Tenemos ahí los ejemplos de Rusia y Turquía, cuyos presidentes, Putin y Erdogan, ejerce el poder de una forma dictatorial, de forma mucho más clara en el caso ruso, mientras mantienen ciertas formalidades democráticas cada vez más vacías de contenido. En ambos países, sus gobiernos llegaron al poder por medio de las elecciones y han utilizado el propio sistema para ir vaciándolo desde dentro, utilizando las leyes para ir destruyendo las libertades.

La deriva autoritaria del gobierno de Pedro Sánchez en España

Así mismo, el gobierno de socialistas y comunistas encabezado por Pedro Sánchez en España está adquiriendo características autoritarias cada vez más claras, con intentos de socavar la separación de poderes, ataques a los jueces y el uso cada vez más frecuente de la Policía con fines políticos. A pesar de las numerosas críticas de toda clase de instituciones y las multitudinarias protestas ciudadanas en las calles, ese golpe al Estado de Derecho en España se está llevando a cabo ante la casi absoluta inoperancia de la Comisión Europea, que ha sido mucho más diligente a la hora de perseguir a gobiernos conservadores como los de Polonia y Hungría.

El derribo gradual de los diques contra los abusos de poder

En las nuevas dictaduras es más difícil para la gente determinar en qué momento desaparece la democracia, porque se trata de un proceso gradual que pasa por ir minando el propio marco democrático desde dentro. Además, estos nuevos autoritarismos apelan a su legitimidad de origen -el hecho de haber ganado unas elecciones- como excusa para derribar los pilares de la democracia, empezando por los diques contra los abusos de poder.

En España estamos viendo cada vez más declaraciones del gobierno negando el derecho a cuestionar sus acciones, incluso por la vía de la Justicia, que es la encargada en todo país democrático de proteger a los ciudadanos frente a los abusos de poder.

Ayer mismo vimos como el ministro socialista Félix Bolaños rechazaba que el Tribunal Supremo pueda "cuestionar decisiones que son exclusivamente competencia del Gobierno de España", después de que ese tribunal revocase el nombramiento de la presidenta del Consejo de Estado por haber vulnerado la ley. Así pues, el gobierno de Pedro Sánchez se cree dotado de un poder sin más límites que el de su voluntad, un poder que deslegitima a la Justicia para ejercer su función de dique contra cualquier abuso. Ése siempre ha sido un claro signo de que un gobierno asume una deriva dictatorial.

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