En el verano de 2022, los agricultores holandeses fueron noticia por sus protestas contra la normativa sobre el nitrógeno. A principios de 2022, los agricultores de toda Europa Occidental acudieron a Bruselas para exigir una prórroga de una serie de políticas “verdes” que les estaban exprimiendo.

  Las normativas que perjudicaban a los agricultores variaban de un país a otro, pero tenían efectos similares.

En Holanda, el problema era el nitrógeno de los excrementos de las vacas cuando éstas se encontraban en zonas designadas “Natura 2000”.

En Alemania se suprimió la antigua exención fiscal del gasóleo para los agricultores, lo que disparó el precio de la energía.

Las políticas ecológicas hicieron que los costes de los insumos superaran los beneficios en todas partes.

Un ganadero de vacas del condado en el que vivo, en el este de Estados Unidos, me contó que varias granjas cercanas dejaron de producir este año tras haber tenido pérdidas los dos últimos. Los pequeños agricultores de todo el mundo están siendo atacados y sólo los conglomerados masivos son capaces de sobrevivir, pero la calidad de su producción es inferior y también lo es la salud de los que la consumen.

En los últimos cuatro años, la radiodifusión financiada con fondos públicos nos ha hecho propaganda sobre las virtudes de comer insectos. Mientras las empresas de capital riesgo invierten dinero en una industria que produce un producto que nadie quiere comer, uno tiene que preguntarse: ¿cuál es el propósito detrás de este empuje?

En 2022 dirigí la película NITROGEN 2000, que documenta la despiadada campaña contra los agricultores holandeses, perpetrada por una combinación de organismos gubernamentales, partidos políticos, ONG y medios de comunicación. Su objetivo es nada menos que comprar por la fuerza a la mitad de los agricultores de Holanda.

Es importante señalar que Holanda, a pesar de su pequeño tamaño, es el segundo mayor exportador de alimentos del mundo, después de Estados Unidos.

Teniendo en cuenta que los pequeños agricultores poseen el 70% de la tierra del país, no menos del 35% del territorio de Holanda está destinado a la nacionalización, para convertirse en una zona “prohibida”. Toda esta política está siendo impulsada por media docena de ONG, financiadas a su vez por el gobierno. Una vez que el gobierno adquiere la tierra, esas mismas ONG se convierten en sus custodios. Es una estratagema inteligente, en la que no se pone dinero y, sin embargo, se obtiene el control total.

Ahora bien, ¿quién podría estar detrás de una operación con ese nivel de sofisticación y coordinación entre ONG, medios de comunicación y gobierno? Esto reduce la lista de posibles sospechosos.

Esta afrenta radical a los derechos de propiedad en los Países Bajos no tiene precedentes, especialmente en un país como Holanda, bien conocido por su afición al libre comercio. Esta actitud liberal dio lugar a los éxitos económicos que experimentó de 1588 a 1672 con la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, hasta hoy, cuando Holanda es conocida por sus sofisticadas leyes de propiedad intelectual y su gente orientada a los negocios y el comercio.

La propuesta de compra forzosa de la mitad de las tierras de los agricultores neerlandeses nos recuerda la guerra de Stalin contra los campesinos ucranianos (kulaks), una conexión que establezco en la película NITRÓGENO 2000.

Stalin veía a los campesinos como una amenaza debido a su autosuficiencia económica. Aumentó la presión sobre ellos hasta que finalmente confiscó la tierra, impuso impuestos excesivos a los campesinos y provocó una hambruna generalizada y millones de muertes.

Muchos consideran que lo que les está ocurriendo ahora a los campesinos holandeses no es más que un nuevo capítulo de un programa similar que se desarrolla con un nombre diferente. Si retrocedemos un siglo en el tiempo, descubriremos que los grandes grupos bancarios internacionales financiaron la Revolución Rusa desde Londres y Nueva York y crearon un modelo de control total de la población rusa.

La aversión por el libre comercio y la preferencia por el totalitarismo y un impulso omnímodo por el control mundial parece una locura para el ciudadano de a pie. “¿Por qué los mayores capitalistas financiarían el socialismo?”, se preguntan muchos. Quizá ya no se trate de dinero, sino de control total.

Debemos entender que lo que está sucediendo a los agricultores holandeses es sólo una pieza de la historia más amplia de la reestructuración de la industria alimentaria mundial. Durante los cierres patronales de 2020, cuando la industria alimentaria se enfrentó a pérdidas devastadoras debido a las interrupciones de la cadena de suministro causadas por las medidas de “salud pública”, las mayores empresas privadas de activos del mundo se lanzaron a una carrera de compras para consolidar la industria.

Un grupo de investigación de tendencia izquierdista llamado ETC Group escribió un informe exhaustivo que documenta esto, llamado “Food Barons 2022”, que documenta el interés de control que firmas como Blackrock compraron en cada sector de la industria alimentaria. Bill Gates también se lanzó a la compra de tierras agrícolas.

Con la disminución de la calidad de los alimentos producidos por conglomerados cada vez más grandes, tengo la impresión de que la comida de verdad, de alta calidad y nutritiva, va a ser cada vez más cara.

Mi advertencia es que estemos alerta. Creo que debemos mantener la cabeza fría y conocer las tácticas de nuestro adversario. Podemos esperar una subida continua de los precios de los alimentos y la continuación de sustitutos sintéticos y de menor calidad.

El problema al que nos enfrentamos es que sofisticados oligarcas están utilizando su influencia para manipular los costes y reducir los márgenes de beneficio de los agricultores mediante complejos esquemas reguladores.

Debemos desmantelar las contraproducentes cargas normativas a las que se enfrentan los agricultores para volver a ofrecer alimentos de alta calidad al público

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