“Amor” de Israel Fernández y Diego del Morao

 Un disco de flamenco liviano, así definimos “Amor” del cantaor Israel Fernández, el chico de moda  junto a su amigo y cómplice Diego del Morao, guitarrista virtuoso, constructor de enredaderas con sus cuerdas de oro. Ambos tejen sentimientos en un cancionero precioso, y es que “Amor” va de eso, del amor y sus diferentes ecos envueltos todos en una atmósfera de color, de luz, de pronunciada raíz, tocando para ello todos los palos sin querer disimular la impronta del maestro Morente en su ejecución, aportando tronío al verso corto, que aunque doliente, ya no sangra.

“Alegrías de Santa Ana” nos lleva en volandas a la blanca y fina arena de las playas de Cádiz por las que todavía se mece el recuerdo de Camarón, el ídolo de Israel, a quien busca parecerse sin pretenderlo. La raíz del flamenco brota en “La Casa Pequeña”, una malagueña vibrante rebosante de sensibilidad, cuyos versos cristalinos rezan así :

“Ay, pequeña/ la casa donde nos quisimos/ ay, es verdad que era pequeña./ Y pa’qué quiero un castillo/ si no te tengo a mi vera…”Soleá Del Cariño” es una pieza exquisita, de ella sobresale el timbre de Fernández: único, jondo y lleno de matices, como su faceta de letrista en este álbum tan suyo y que lo ha consagrado como uno de los grandes del flamenco ante los ojos del gran público. En “Amor” se atreve con diez palos que el oyente interioriza identificado con la esencia que emanan sus versos, versos redondos como los que firma en “La Amada”:

“Por tenerte al lao mío/ tengo que engañar al tiempo/ que se detengan las horas/ para recrearme en tu cuerpo”. Esta estrofa es aire fresco que nos sacude en clave de tientos con la sensibilidad de la que hacen gala las grandes canciones, mientras, la guitarra de Diego se ahoga y remonta el vuelo con maestría. Recuerda en parte a la soltura de la que Diego presume en “La Casa Pequeña”, embelleciendo más, si cabe,  la garganta prodigiosa de  Israel  que resplandece a golpe de pena y desengaño.

Qué sentimiento destila “Buleria Del Reproche”, cuánta pasión encierra su letra. “Bulería” mata y remata a cámara lenta, y dice así: “Desprendío/ mira si soy desprendío/ que pasé por un puente/ y tiré tu recuerdo al río”. Es prima hermana de “El Anhelo”, otro zarpazo al corazón con duende y tronío del bueno. El tango está presente en “Querencia”, una historia de amor que se pierde en el olvido imposible: “ Por muy lejos que te vayas- escribe Israel-  yo nunca te olvidaré”. En “La Bella Murciana”, los amantes celebran la dicha de haberse encontrado y reconocido, abrazados dentro del círculo que dibuja Del Morao con la guitarra. Un círculo precioso en el que Israel Fernández luce unos giros vocales tan sutiles, que convierten el tema en una pieza única Es una de las canciones más desnudas del disco y en las que más sensaciones despliega.

“El Mandamiento” suena laino, lleno de matices, flexible y ágil como la guitarra de Diego  que saca aquí todo el  lustre a la tradición. El veneno transpira en “Seguiriya Del Desvelo “, un tema sobre esos corazones que se pierden de madrugada porque se saben consumidos y sin savia que los alimente para seguir latiendo por amor.

Se despiden por fandangos en “Como Yo Te Quiero”, lo hacen acompañados por el mismo cuadro  que los jalea y palmean en “Bulería Del Reproche” y “El Anhelo” :  Juan Grande, Juan Diego Valencia, Luis Periquín y Chaboli.  Y se marchan, nos dicen adiós cincelando versos y melodías de sollozo interno: “Sabrás que salud  yo no tengo/desde que tú a mí me has olvidao….” 

Bendito disco. Bendito “Amor” que diluye penas y letras con empaque. Apostando por el duende de la tradición a la  que se respeta, y rinde homenaje con melodías sencillas, huyendo del exceso, pintando corazones no preciosamente de cartón.