SECRETOS, DEMASIADOS SECRETOS (I)
“En el desierto no hay nada, y todo hombre necesita algo” − Lawrence de Arabia −
Una salsa es une sauce: n’est-ce pas? Una buena salsa estará elaborada por un chef, un buen chef, un gran salsero o salsera o, contrariamente, chapurreada por un chef mediocre y pretencioso, en este caso un simple y patizambo cocinillas, un mastodonte en una cacharrería, un pinche de fogones ciegos con ínfulas de cinco estrellas “muy-chulín”, y, tal vez, un sicario ‘encomendao’ por el amo de los cerdos para obnubilar a sus codiciosos adláteres con el oropel de su miserable y rastrojera avaricia.
En todo caso −en toda salsa, sauce−, el resultado también dependerá de sus ingredientes: meticulosa, sincrónica y calibrada disposición de ellos: su cantidad, calidad, calidez, contundencia o vaporosidad, frescura y galanía, aromas y generosidad de entrega absoluta, −más el justo retrogusto−, nobleza y fidelidad en pura esencia, valor y persistencia desde el albor del sabor, más la precisa secuenciación y maridaje para conseguir que un plato insulso, torpe y vulgar, adquiera, −gracias a la magia y la terrena sabiduría, el bien hacer y ancestral evocación del paladar más exquisito, guiado por la luciérnaga de Trismegisto y miles y miles de grandes espíritus del arte culinario−, desgrane, decante, macere y alíe los gajos primordiales del buen gusto hasta conseguir, al fin, un primoroso y cremoso elixir solo apreciable por custodios del gran enigma −magísteres del fuego de los dioses−, cual ofrenda de unos locos creadores por y para los verdaderos seres humanos… Et, voilá!
Como habrás desentrañado, avispado lector, este artículo no va de salsas, ni de fogones, ni gorros copetudos, ni tazones de sopas mañaneras, −o sí−, ni sandrunejos con gabardina, pero sí de ‘salseros’, ‘sauciers’, Capisci?
Un ‘saucier’ es un cocinero especializado en salsas. Un chef que obra el milagro de ligar variopintos y humildes ingredientes hasta conseguir un plato de alto postín. Un festín para los sentidos. Una trama o entramado de intenciones caóticas, doucement –suavemente−, armonizadas por su salsa básica:
La Pasta! Pero no la de harina, aunque también valga, la otra pasta, gansa, oficial o suboficial, en A, B o C, eso da igual. Este tipejo es el maestro de ceremonias y circunstancias necesarias para que los planes salgan bien. Oscuros planes, retorcidos planes, intrincados planes que van saltando de una comercial a otra filial desde una telaraña de hombres, nombres y empresas de paja, de máscara en máscara, como en la noche del carnaval veneciano…
Con los ojos bien cerrados –Eyes Wide Shut−, los bolsillos bien abiertos, cubiertos, la espalda a resguardo de la Camorra, esa Cosa Nostra, La Mafia Calabresa o más de cerca la Cartagenera. ¿Vamos enfocando los ‘Vickers de 381/45 mm’ hacia el viscoso y reptante objetivo?…
− Artilleros!, carguen, apunten!: artilleros, ¡¡fuego a discreción!!
Cartagena, ciudad desierta, nunca cae una gota de esperanza para sus gentes. Todo queda entre cuatro tíos y tías marran@s, que se reparten el pastel como si las almas sencillas fueran su botín de guerra. Ay!, Cartagena de mis entretelas. Trimilenaria, portuaria, bañada por la calidez del ser mediterráneo, acogedor, solidario, demasiada buena gente en manos de cuatro cerditos, o cabritillos más bien, embozados, disfrazados de buen ciudadano para sacarle la ‘asaura’ a cualesquiera que se entrometan.
Ay!, Cartagena, suspiro de España, senderos del agua, bravura y espíritu guerrero sometido, doblegado por la miseria, la mala baba y la venganza. La historia llora en tus calles, el futuro se desparrama. Y ahí están ellos, miradlos, los más encopetados, los bellos próceres sin alma, los correligionarios del bandolerismo, el trabuco y la bestia parda.
Nunca llueve al sur de las cadenas, nunca sale el sol por la bocana… Nunca!!
Continuará…
“En el desierto no hay nada, y todo hombre necesita algo” − Lawrence de Arabia −
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